domingo, 26 de mayo de 2019

La oscuridad primitiva

Es marzo, es once, es Venezuela. A las siete de la mañana de este día todavía un porcentaje del país se mantiene a oscuras, tanto, que se han suspendido las actividades académicas y laborales en todo el territorio nacional.
Todo, consecuencia de la interrupción del servicio eléctrico desde el jueves anterior a poco menos de las cinco de la tarde, momento desde el cual muchas de las zonas apagadas no han recibido ni un minuto de servicio, como el estado Zulia, durante un intento de restitución del servicio que ha resultado espasmódico a lapsos promedio de unas diez horas de sí contra otras tantas de no.
Si bien es cierto que este ha sido un apagón record, también es verdad que este evento es solo un escalón más en las ya consuetudinarias fallas del servicio.

En Venezuela tenemos un generador de energía hidroeléctrica de los más importantes del mundo, lo llamamos Guri. Fue proyectado en el extremo sudoriental del territorio y destinado a proveer de electricidad a las llamadas empresas básicas de Guayana, que en la transformación del hierro (minería) en aluminio y acero (industria suderúrgica) requieren de un inmenso, y digo inmenso, consumo de energía eléctrica. Si de esa generación, luego de su consumo primordial, quedaba algún excedente, se transmitiría al resto del país y hasta se exportaría, a Brasil por ejemplo, como de hecho sucedía en los tiempos en que, tanto Guri como la siderúrgica, funcionaban a plenitud.
Con el correr del tiempo, por razones objeto de otro artículo, la siderúrgica bajó su producción casi a cero y Guri por su parte fue perdiendo la operatividad de varias de sus turbinas.
Por otra parte, el resto del país se alimentaba de energía eléctrica desde generadores de sistemas termoeléctricos algunos e hidreléctricos otros, según la geografía, y en conjunto constituían el Sistema Eléctrico Nacional. Sistema este que contaba con reservas de contingencia, que en casos extremos de fallas como la presente, recuperaban el servicio en un máximo de dos horas.

Pues de la misma manera en que Guri perdió la operatividad de sus turbinas, el Sistema Eléctrico Nacional perdió paulatinamente operatividad y se fue "acostumbrando" a depender del suministro de Guri, que ahora, sin la solicitud de las empresas básicas y aun trabajando a bajo porcentaje de su capacidad, era puro excedente.

Es así como se estableció, digámoslo coloquialmente, un solo cable desde Guri, en el extremo sudoriental del país, hasta Táchira o Zulia en el extremo occidental opuesto. Eso trajo como consecuencia que cualquier alteración en la generación o en la distribución produjera interrupciones de cierta duración en regiones determinadas, particularmente en las más alejadas del origen en Guri, en caso de generación, o en las más cercanas a la perturbación en caso de distribución.

En el año 20--- ya se decretó una emergencia eléctrica, tan lejos como que Hugo Chávez vivía, y esa circunstancia permitió que el dinero asignado, que en tanto emergencia se adjudicó sin licitaciones y, por lo visto, sin seguimiento y control, se consumiera en plantas termoeléctricas y otras modalidades (se habló de barcos generadores para hacer, supongo, cabotaje itinerante de suministro) que luego supimos que eran de segunda mano, facturadas como nuevas y con sobreprecios considerables. Y allí están, solo que no funcionan, no se instalaron, se abandonaron y muchos etcéteras.

Decíamos que es un escalón más en los ya consuetudinarios fallos eléctricos en todo el país.
Para los responsables de este servicio, para su imagen quiero decir, no es lo mismo que no haya electricidad en una región, o en dos estados, que solo afecta directamente a sus habitantes mientras el resto de la población le parece muy malo pero lo percibe, inevitablemente como lejano, no es lo mismo decía, que un apagón en más del 90 por ciento del país que hace inocultable y a conciencia plena y en simultáneo de toda la población, la tragedia que supone no contar este servicio como consecuencia de la mala gestión sin atención de presente ni previsión a futuro.

Y es aquí donde estamos, perdiendo vidas siempre valiosas, perdiendo medicamentos que no sobran por cierto, perdiendo comida que tanto cuesta adquirir...

Las respuestas de Nicolás Maduro y su gente se circunscriben a un discurso épico-romántico de "venceremos el ataque hartero a nuestro sistema en esta guerra eléctrica del imperio" mientras que el ciudadano está esperando información técnica de logística y tiempos para certidumbre y comprensión de la situación. Por el contrario lo que se percibe es un auténtico desconocimiento de la magnitud del problema que tienen entre manos cuando en un primer momento el ministro a cargo ofreció solución en tres horas y ya estamos en el cuarto día... y el ministro por cierto, no ha vuelto a hablar.

La situación real es que, en vista de que la alteración, producto de un incendio muy cerca de Guri (generación) dejó fuera de servicio a la totalidad del país, cada estado o región deberá tratar de solventar con las subestaciones mal mantenidas o abandonadas como ya dijimos, y "repartir" lo que haya de generación local, con criterio de prioridades que ojalá sean sensatas. Así hasta la reparación definitiva del accidente en Guri.
Un ejemplo, Caracas logra producir, con estos sistemas alternos en funcionamiento algo como 700 unidades (Mega Vatios, creo) mientras que el requerimiento es el triple, por lo cual esos 700 se van racionando y poniendo y quitando alternativamente en unas zonas u otras. Las malas lenguas dicen que priorizan los barrios populares, más por miedo a revueltas que por consideración de los desfavorecidos eternos, matando dos pájaros de un tiro al dejar así urbanizaciones tradicionalmente opositoras sin el servicio por tiempos mayores. Bueno, esto es Caracas que en ese sentido es la consentida. Siempre se ha temido a las reacciones de la capital. En estados del interior del país, donde los accesos a subestaciones son más intrincados, obviamente la situación es mucho más apremiante.

Recuerdo en los primeros compases de esta tragedia al presidente Chávez, en el mismo plan épico pero desde el paternalismo-populista que aún hoy no sé si era cinismo o ignorancia pero al final definitivamente demagógico, declarar que si había que parar la siderúrgica y traer toda la energía de Guri a Caracas y al resto del país, pues "yo paro la siderúrgica. Primero está el pueblo" Digo que ignorancia o cinismo porque lo que realmente estaba detrás de semejante declaración era el ocultamiento de la necesidad de utilizar un recurso concebido para otro fin (Guri) por el mal manejo del correspondiente. Además que creo recordar que la siderúrgica ya estaba técnicamente parada en ese momento, en cuyo caso era definitivamente cinismo.
Parafraseando  el dicho aquél: De aquellos apagones viene esta oscurana.
Tenemos la capacidad técnica, pero está del lado que no le gusta a Maduro y su gente, tenemos la capacidad instalada con unos jugueticos, que si bien están abandonados, visto lo visto, serían de relativa fácil recuperación. Eso es dinero, que también se puede obtener, solo que habría que ponerlo en manos diferentes a las que acabaron con las asignaciones referidas a la "otra emergencia" que es esta misma.

Escuchaba a un locutor de radio en "operativo especial por la emergencia eléctrica" muy condescendiente para mi gusto, decir: "Oremos para que el servicio eléctrico se restablezca pronto". Que me disculpe la gente de fe, pero se ora ante un desastre natural, ante una enfermedad. Esto de la electricidad entra en el ámbito del libre albedrío. Esto ha sido una decisión de humanos y es aquí, con los pies en la tierra que hay que solucionarlo. De no ser así, nuestra oscuridad ya no será una metáfora.

Nicolás Baselice Wierman.
@nbaselice en twitter
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Marzo 2019.

miércoles, 3 de abril de 2019

El apagón, la oscuridad primitiva.

Es marzo, es once, es Venezuela. A las siete de la mañana de este día todavía un porcentaje del país se mantiene a oscuras, tanto, que se han suspendido las actividades académicas y laborales en todo el territorio nacional.
Todo, consecuencia de la interrupción del servicio eléctrico desde el jueves anterior a poco menos de las cinco de la tarde, momento desde el cual muchas de las zonas apagadas no han recibido ni un minuto de servicio, como el estado Zulia, durante un intento de restitución del servicio que ha resultado espasmódico a lapsos promedio de unas diez horas de sí contra otras tantas de no.
Si bien es cierto que este ha sido un apagón record, también es verdad que este evento es solo un escalón más en las ya consuetudinarias fallas del servicio.







En Venezuela tenemos un generador de energía hidroeléctrica de los más importantes del mundo, lo llamamos Guri. Fue proyectado en el extremo sudoriental del territorio y destinado a proveer de electricidad a las llamadas empresas básicas de Guayana, que en la transformación del hierro (minería) en aluminio y acero (industria suderúrgica) requieren de un inmenso, y digo inmenso, consumo de energía eléctrica. Si de esa generación, luego de su consumo primordial, quedaba algún excedente, se transmitiría al resto del país y hasta se exportaría, a Brasil por ejemplo, como de hecho sucedía en los tiempos en que, tanto Guri como la siderúrgica, funcionaban a plenitud.

Con el correr del tiempo, por razones objeto de otro artículo, la siderúrgica bajó su producción casi a cero y Guri por su parte fue perdiendo la operatividad de varias de sus turbinas.
Por otra parte, el resto del país se alimentaba de energía eléctrica desde generadores de sistemas termoeléctricos algunos e hidroeléctricos otros, según la geografía, y en conjunto constituían el Sistema Eléctrico Nacional. Sistema este que contaba con reservas de contingencia, que en casos extremos de fallas como la presente, recuperaban el servicio en un máximo de dos horas llevando a cabo trabajos con protocolos establecidos para emergencias y ni de lejos consideradas como acciones heroicas.

Pues de la misma manera en que Guri perdió la operatividad de sus turbinas, el Sistema Eléctrico Nacional perdió paulatinamente operatividad y se fue "acostumbrando" a depender del suministro de Guri, que ahora, sin la solicitud de las empresas básicas y aun trabajando a bajo porcentaje de su capacidad, era puro excedente.

Esquema grosso de nuestra expresión
"Un solo cable desde Guri"
Es así como se estableció, digámoslo coloquialmente, un solo cable desde Guri, en el extremo sudoriental del país, hasta Táchira o Zulia en el extremo occidental opuesto. Eso trajo como consecuencia que cualquier alteración en la generación o en la distribución produjera interrupciones de cierta duración en regiones determinadas, particularmente en las más alejadas del origen en Guri, en caso de generación, o en las más cercanas a la perturbación en caso de distribución.
Decíamos que es un escalón más en los ya consuetudinarios fallos eléctricos en todo el país. En el año 2010 ya se decretó una emergencia eléctrica, tan lejos como que Hugo Chávez vivía, y esa circunstancia permitió que el dinero asignado, que en tanto emergencia se adjudicó sin licitaciones y, por lo visto, sin seguimiento y control, se consumiera en plantas termoeléctricas y otras modalidades (se habló de barcos generadores para hacer, supongo, cabotaje itinerante de suministro) que luego supimos que eran equipos de segunda mano, facturados como nuevas y con sobreprecios considerables. Y allí están, solo que no funcionan, o no se instalaron, o sí, pero se abandonaron y muchos etcéteras.

Para los responsables de este servicio, para su imagen y sustentabilidad de su discurso quiero decir, no es lo mismo que no haya electricidad en una región, o dos de ellas, que solo afecta directamente a sus habitantes mientras el resto de la población le parecerá muy malo pero lo percibe, inevitablemente, como lejano, no es lo mismo, decía, que un apagón en más del 90 por ciento del país que hace inocultable y pone en conciencia de los ciudadanos en pleno y en simultáneo, la tragedia que supone no contar este servicio como consecuencia de la mala gestión sin atención de presente ni previsión de futuro.

Y es aquí donde estamos, perdiendo vidas siempre valiosas, perdiendo medicamentos que no sobran por cierto, perdiendo comida que tanto cuesta adquirir...

Las respuestas de Nicolás Maduro y su gente se circunscriben a un discurso épico-romántico de "venceremos el ataque hartero a nuestro sistema en esta guerra eléctrica del imperio" mientras que el ciudadano está esperando, ya no razones, ya poco importa, sino información técnica de logística y tiempos para certidumbre y comprensión de la situación. Por el contrario lo que se percibe es un auténtico desconocimiento de la magnitud del problema que tienen entre manos cuando en un primer momento el ministro a cargo ofreció solución en tres horas y ya estamos en el cuarto día... y el ministro por cierto, no ha vuelto a hablar.
La situación real es que, en vista de que la alteración, producto de un incendio muy cerca de Guri (generación) dejó fuera de servicio a la totalidad del país, cada estado o región deberá tratar de solventar con las subestaciones mal mantenidas o abandonadas, como ya dijimos, y "repartir" lo que haya de generación local, con criterio de prioridades que ojalá sean sensatas. Así hasta la reparación definitiva del accidente en Guri.
Termoeléctricas de Mérida. Inauguradas en 2010.
Abandonadas en 2012. Desmanteladas en 2016.
Imágenes actuales.


Un ejemplo, Caracas logra producir, con estos sistemas alternos en funcionamiento algo como 700 unidades (Mega Vatios, creo) mientras que el requerimiento es el triple, por lo cual esos 700 se van racionando y poniendo y quitando alternativamente en unas zonas u otras. Las malas lenguas dicen que priorizan los barrios populares, más por miedo a revueltas que por consideración de los desfavorecidos eternos, matando dos pájaros de un tiro al dejar así urbanizaciones tradicionalmente opositoras sin el servicio por tiempos mayores. Bueno, esto es Caracas que en ese sentido es la consentida. Siempre se ha temido a las reacciones de la capital. En estados del interior del país, donde los accesos a subestaciones son más intrincados y los abandonos más evidentes, obviamente la situación es mucho más apremiante.

Recuerdo en los primeros compases de esta tragedia al presidente Chávez, en el mismo plan épico pero desde el paternalismo populista, que aún hoy no sé si era cinismo o ignorancia pero, al final, definitivamente demagógico, declarar que si había que parar la siderúrgica y traer toda la energía de Guri a Caracas y al resto del país, pues "yo paro la siderúrgica. Primero está el pueblo" Digo que ignorancia o cinismo porque lo que realmente estaba detrás de semejante declaración era el ocultamiento de la necesidad de utilizar un recurso concebido para otro fin (Guri-Siderúrgica) por falta de planificación del recurso correspondiente. Además de que creo recordar que la siderúrgica ya estaba técnicamente parada en ese momento, en cuyo caso era definitivamente cinismo.

Parafraseando el dicho aquél: De aquellos apagones vienen estas oscuranas.

Tenemos la capacidad técnica, pero está del lado que no le gusta a Maduro y su gente, tenemos la capacidad instalada con unos jugueticos, que si bien están abandonados, visto lo visto, serían de relativa fácil recuperación. Eso es dinero, que también se puede obtener, solo que habría que ponerlo en manos diferentes a las que acabaron con las asignaciones referidas a la "otra emergencia" que es esta misma.
Escuchaba a un locutor de radio en "operativo especial por la emergencia eléctrica" muy condescendiente para mi gusto, decir: "Oremos para que el servicio eléctrico se restablezca pronto". Que me disculpe la gente de fe, pero se ora ante un desastre natural, ante una enfermedad. Esto de la electricidad entra en el ámbito del libre albedrío. Esto ha sido una decisión de humanos y es aquí, con los pies en la tierra que hay que solucionarlo.

De no ser así, nuestra oscuridad ya no será una metáfora.


Nicolás Baselice Wierman.
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Marzo 2019.

martes, 19 de marzo de 2019

Chacaíto - Buenos Aires


Mismo andén, diferentes puertas. Coincidieron en un vagón del subterráneo. Sucedía usualmente aunque con poca frecuencia para el gusto de él. Ella, como siempre, con cara de agradada por la sorpresa a juzgar por su sonrisa perfecta y en contrapicado con la que invadía, inexorablemente, de abajo hacia arriba.

Era jueves pero la “sensación térmica” era de martes en virtud de un absurdo decreto de feriado que hizo del miércoles anterior un “como lunes”. Él no se sentaba nunca mientras viajaba, era su forma de conservar su cortesía aprendida para con las damas. Ahora ese gesto podría ofender. Eran tiempos de feminazzismo. Ella viajaba sentada siempre que hubiera oportunidad. Así que iban, él de pie, ella sentada y hablaban como en una cápsula en medio de aquel ruido natural del ambiente cerrado. Realmente se leían los labios.

Desde que se conocieron, ya casi veinte años, sintieron una conexión de la que nunca hablaron. De lo que sí hablaron era de política, de lo paranormal, de sus planes, algunas frustraciones, así como de alegrías y orgullos. Allí en el orgullo aparecían los hijos y entre los hijos las consentidas, esas mujercitas maravillosas que adornan nuestras vidas y llenan de historia nuestros futuros. Él llamaba a la suya de una manera muy cursi, - al decir de los envidiosos – solía decir. Ella llamaba a la suya con una cacofonía que tartamudeaba una sílaba de su nombre.

En veinte años eran muchos los episodios intercambiados acerca de ellas. Ambos sentían (imaginaban) que habían visto crecer a la del otro. Él asociaba su primer deseo de tener una hija con cierto suceso en el subterráneo, el mismo en el que viajaba ese día. Coincidía en eso con ella que alguna vez le comentó que había descubierto su embarazo al abrir el sobre que lo certificaba durante un viaje en ese tren. Bromeaban, él le decía, allí me embaracé. Ella le respondía, así supe que te preñé.
En veinte años, no solo los muchachos crecen, las sociedades evolucionan o involucionan. Así llegaron los tiempos de la emigración y ahora, como ese día, hablaban de las distancias. Ahora se leían los labios pero también los ojos. El dolor por la circunstancia y el pudor por la lágrima pública impedía los detalles de esas distancias obligadas. Ambas estaban en el sur hacía casi el mismo tiempo, les iba bien… hasta allí los detalles. Era el límite del llanto.

Al filo de las 17 horas de ese jueves “casi martes”, el vagón se fue a negro. Un extraño silencio ronco que murmuraba en baja frecuencia los rodeó y así mismo, una sensación corpórea que nunca supieron si fue mental o física, pero que los hizo sentir como ingrávidos aunque sin despegarse del piso él, ni de su asiento ella.
No sabrían decir si fue de inmediato o no, pero a la vuelta de las luces ya habían recobrado la sensación 
                                                             de la gravedad que da tanta seguridad.
El sonido interno anunció “Estación Chacaíto” con un
extraño acento sureño. Era su destino, salieron con cierto desconcierto pero a prisa. Se cerraron las puertas y se encontraron en un andén solitario –El salto de energía- pensaron.
Pasaron los torniquetes pero tuvieron que salir por una puerta que bien podría ser de emergencia –El salto de energía- reiteraron…

Atravesaron esa puerta y encontraron muchas mesas, muchas personas comían cosas ligeras. Se miraron con desasosiego. No entendían nada.

Su mayor sorpresa: Allí estaba la niña del apelativo cursi y la niña de la sílaba tartamudeada, con los brazos extendidos, la felicidad en el rostro y los labios listos para derramar besos…  era una sola, era la misma, era de ambos, eran sus padres y estaban en Buenos Aires…

Era el día del gran apagón de Caracas en marzo de 2019. Un salto en la Matrix.

Y decidieron no regresar nunca más.

Nicolás Baselice Wierman.
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Marzo 2019.








Este cuento se disparó al ver la fotografía de este local de comida rápida en Buenos Aires junto a un comentario que rezaba:  ¿Si me monto en Sabana Grande puedo salir allí?

martes, 19 de febrero de 2019

...Y yo le respondo a Silvio



Resumido en Twitter

Lo voy a decir fácil.
Cuando el artista supera al hombre. Las letras de Silvio que hablan de libertad, justicia y sueños, se pueden cantar hoy contra @NicolasMaduro y su gente...
Las de amor no. Esas me las reservo para ella de noche y mis guitarra
s.



El 31 de enero de este 2019 Rubén Blades escribió un artículo a manera de carta abierta a Nicolás Maduro a propósito de la situación política venezolana.
También está una Carta de Silvio a Rubén que siendo una respuesta a las posiciones de Rubén con relación a Venezuela, en rigor cronológico, no es respuesta a la de enero del panameño. Esta corresponde al año 2014. No obstante, son posiciones de actualidad y me voy a tomar la licencia de responder a Silvio contrastándola con la de Blades.
Esto solo será una excusa para tomar posición ante ese radicalismo, que a partir de la decepción y desastre final de los intentos de imponer las ideas de izquierda, se pretende acabar con, no solo la historia universal, sino con las historias personales y particularmente las "bandas sonoras" de nuestras vidas.

                                                         -------- * ---------

El autor, su obra y la persona, son entidades separadas. La buena obra artística no se debe dejar de admirar porque la persona-autor piense de una u otra manera. A Silvio su obra lo supera. Quiero decir que el artista supera a la persona. Suele suceder con los grandes artistas. Dos extremos: Así Borges, así Picasso. Podriamos decir lo mismo de Rubén.
Vivo en Venezuela. Voy a cumplir 70 años en cualquier momento. De padres humildes me hice arquitecto con mucho esfuerzo y mis hijos también son universitarios y de nivel superior al mío. Eso se llama ascenso social y sucedía en esa Venezuela, la que Silvio cree que                                                                         necesitaba esta revolución.
Solo te invitaría a vivir entre nosotros, sin los privilegios de Maduro y su gente, un par de años y luego me dirás.
Entre Silvio y Ruben que no viven aquí, les digo que el segundo está más en la realidad.

Silvio, todo lo que dices del opresor le calza exactamente a Maduro y su gente. Tus referencias históricas son correctas, pero las particulares de Venezuela te las vendió tu gobierno, que es parte interesada. Ni lo de las elecciones es cierto, tampoco lo de Barrio Adentro ni mucho menos lo de las mayorías. Y así con toda la épica chavista.

En fin, que en veinte años estamos peor que Cuba en sesenta, allí vemos nuestro futuro. No creo que sea justo ni tenga sentido sacrificar al "no futuro" a una sociedad por el sueño de cien revolucionarios románticos trasnochados y muy, pero que muy corruptos.

Por lo pronto seguiré admirando la obra del artista, la de ambos. Al fin y al cabo, lo expresado es la opinión de la persona, Silvio o Rubén y yo un seguidor de su arte pero al mismo tiempo, un ciudadano-víctima de este régimen. Sigan pensando igual, la polémica es buena, interesante, pero no dejen de hacer Música por favor.
Mientras, nosotros aquí resolveremos esto, se los aseguro y la historia arrojará el saldo y lo hará muy pronto.

Saludos Silvio y gracias por las armonías y a ambos por pensarnos.


Nicolás Baselice Wierman.
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Febrero 2019.

lunes, 28 de enero de 2019

Un amor eterno.

Él cortaba. Ella cosía. Ya eran complementarios. Pero tuvieron que pasar otras cosas para que se encontraran.
Me gusta pensar que el estallido de la segunda guerra mundial impidió al padre de él, zarpar a su Italia natal, con su esposa de la tribu Guanire del oriente venezolano y sus diez muchachos de los que, él, Héctor, era el menor.
Interrumpido el itinerario Anzoátegui, Caracas, La Guaira, Italia, la vuelta atrás no era una opción. Esperaban que el conflicto fuera temporal. Pero no, se hizo tiempo y se hizo historia.
Así, esperaron en Caracas... y fue para siempre.
Desde siempre y en Caracas estaba ella. De familia muy caraqueña y ascendencia alemana un tanto lejana.

Lo dicho, ella cosía y él, hijo de sastre, cortaba. Hechos el uno para el otro. Con intereses comunes, jóvenes y bellos, como obliga la edad, se conocieron en la sastrería donde prestaban sus artes. Él en planta. Ella, itinerante, entregaba allí sus labores.
Él supo su nombre y fantaseaba, en plan seductor:

-Oí que te llamas Luisa
- Así es. Luisa Teresa -respondía-
- Me gusta mucho. Es un nombre con carácter, con personalidad. Habla muy bien de quien lo     lleve. Lo digo por  el "Luisa".
- No le veo nada de especial. Es solo un nombre.
- Que te lo digo yo que lo sé por experiencia -ripostó-
- ¿Y tú quién eres?
- Encantado de conocerte Luisa. Soy tu versión varón, mi nombre es Luis... Héctor Luis.
   Y se sintió como unos años después lo harían todos los James Bond al presentarse. 
Todo un pionero pues.














Él solía contar que al verla por primera vez dijo, "Es con ella que me voy a casar". Ella aún no lo sabía. De haberlo sabido le habría dicho: "Sí, frase hecha. Ayer la escuché en el cine". Porque así era ella, rápida de respuestas y referencias.

Pero no fue ficción de cine. De hecho parece que una de las respuestas rápidas de ella fue " Si, acepto".
Y en tiempos de guerra, siempre la guerra. Si la segunda mundial los había juntado dos veces: a su inicio en la ciudad y a su término en la sastrería, otra, la Árabe-Israelí, coincidía con su cita en el altar. Se casaron en 1948 y seguramente, como siempre pasa, allí se juraron amor "hasta que la muerte nos separe".


 Los conocí unos años después. Recuerdo que fue en 1952. Aunque habíamos coincidido en los carnavales de ese año, fue en noviembre cuando caímos en cuenta real de nuestra coincidencia. Para esa fecha ya tenían su primer hijo de cuatro. Era una bebita de poco más de un año.

Su vida no era cómoda. La economía no generaba mayores solvencias. Pero se amaban a no dudarlo. Reían juntos, conversaban de política y se complementaban en las tareas del hogar. La salud de Luisa no fue solidaria con esa particular felicidad. Desde el primer alumbramiento su vida no fue la misma. Dependía de medicamentos constantes pero nunca perdió su buen humor ni su agilidad mental que volcaba en el trabajo escolar diario de sus hijos.

Héctor asumía la cocina como un deber y dejaba todo preparado para aliviar las cargas de la cotidianidad a Luisa. Salía en las mañanas a su sastrería, regresaba en la noche, los sábados iba al mercado y pasaban juntos el fin de semana, casi siempre solos. Se desentendían de los muchachitos dejándolos con su abuela y su tía... y ellas encantadas.
Se quisieron con inteligencia dándose la oportunidad de amarse.
Cinco meses después de tener su cuarto hijo, una niña, la salud traicionó de súbito su cuerpo y ahora sin piedad. La muerte hizo que Luisa cumpliera aquel juramento en el altar. Tenía apenas 35 años.

Acompañé a Héctor en ese trance y puedo dar fe de que la única vez en mi vida que lo vi con lágrimas en los ojos, fue al pie de la tumba de su mujer.
Construyó una metáfora sencilla pero contundente para describir su vida a partir de su vacío sin dar mayores detalles: "Todo pasó del color al blanco y negro"
La precariedad económica fue una constante en su vida. No obstante, se mantuvo siempre al lado de sus hijos.
Su otra constante fue la fidelidad del amor por Luisa.
Como buen ateo que era, y muy molesto con ese Dios que, según todos decían, "había llamado a Luisa  a su reino" rompió su juramento y para ponerse por encima de Él, entonces le juró su amor, ahora, "Aunque la muerte nos separe".

La sobrevivió casi sesenta años. Jamás llenó ese espacio con ningún otro amor. Ni siquiera físicamente. Vivió para sus hijos, su oficio de sastre, su cocina, sus amigos y cada vez que podía, en una franja de arena entre mar y río que le daba tanto sosiego que estoy seguro de que secretamente lo hacía creer en Dios. Allí quedaron sus cenizas.

La sobrevivió todos esos años para honrar su juramento de amor por encima de la muerte. Un amor que, a mis casi setenta años, es el más eterno que he conocido.

Lo sé, porque Héctor y Luisa fueron mis padres y yo su segundo hijo.




Nicolás Baselice Wierman.
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Enero 2019.

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