viernes, 30 de marzo de 2012

¿Neolengua?


¡Feliz fin!...  porfa…  tengo una reu…
¿Se han fijado como hemos ido sintetizando el lenguaje cotidiano?, ¿Han notado que la gente cada vez corta más las oraciones prescindiendo de algunos de sus elementos?
En algún momento, hace ya un buen tiempo, escuché a alguien dar la hora: “cinco pa´ocho”. Todavía me golpea ese modo.

Últimamente al pagar con algún medio electrónico el operador le dice al usuario: “Ingrese clave” sin siquiera un “por favor” amable, pero lo que más me llama la atención es la supresión del artículo, una sílaba, un simple y aglutinador “la”. ¿Que cuál es la razón? Ahorro, flojera, desprecio, superioridad, ignorancia… en fin ¿todas las anteriores?... no lo sé.
Pero si nos damos cuenta estamos rodeados de esa supresión del artículo. Sí, observe con cuidado y notará que forma parte de un argot seudotécnico que hace de cualquier frase una declaración de superioridad profesional, de una distancia del tipo usted allá y yo aquí, en definitiva segregador.

A ver, el odontólogo cuando se dispone a preparar una corona le dice al paciente “primero tallo en mano y luego en boca” sonaría muy poco profesional tallar en la mano o en la boca.
El administrador dice:  “Reviso en libros y te informo vía mail
El ingeniero ensambla en planta, el bioanalista verifica en laboratorio y el médico entra a quirófano.

Los operadores del Metro de Caracas, cuando algún tren se detiene más tiempo de lo normal, nos explican por el sonido interno “Dentro de pocos instantes continuaremos movimiento” no sólo se elimina el artículo sino que la expresión en sí parece dirigida a un grupo de operadores del Metro jubilados en viaje de verano. ¿No sería más ajustado y amable (y sí, menos técnico) decirnos a los mortales transportados: “Dentro de pocos instantes continuaremos el recorrido”?

En 1984, la famosa novela de ficción de George Orwell acerca del totalitarismo, el tema de la lengua es escalofriante. Se diseña un idioma nuevo que en la traducción al español  se llama neolengua, cuyo objetivo es “limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente” . En uno de sus diálogos se lee: ¿No sabes que la neolengua es el único idioma del mundo cuyo vocabulario disminuye cada día?

En el caso de 1984 la estrategia era eliminar primero verbos y adjetivos con la mira puesta en cientos de sustantivos. Esa era la ficción. Nosotros en contrario aumentamos absurdamente los verbos (aperturar y accesar) o engordamos textos con el femenino inclusivo "políticamente correcto".  Este es el método de la implosión de la lengua.

Otra manera es vaciar de contenido las palabras por repetición infinita mediante su aplicación a todo tipo de situaciones por absurdas y contradictorias que parezcan. Ejemplos sobran: Paz, democracia, libertad, socialismo y socialista, bolivariano y un largo etcétera. Este es el método del vaciado en frío.

Cuando el poder modelador cambia el significado de las palabras y las cultiva en la ignorancia (iba a decir popular pero no, es más generalizado que eso) por ejemplo pírrico, escuálido, oligarca…  está aplicando el método Torre de Babel, sólo que en este caso hablamos el mismo idioma pero no nos podemos entender.

En Venezuela todos estos métodos están en marcha pero si la manera de hablar sin el artículo se extiende  tendríamos automáticamente una voz imperativa, autoritaria. No es lo mismo bajar la cabeza ante la petición “baje la cabeza” que ante la voz ¡baje cabeza!.
Lo dicho, cuestión de estrategia. El Gran Hermano de la novela de Orwell perseguía el control total de la sociedad y sus ciudadanos a través del lenguaje entre otros elementos. Esta vía de la supresión del artículo es más corta y la ecuación es: el que habla es imperativo, el que escucha obedece y el que obedece al imperativo no piensa.

Si al hablar y escribir recortamos al grado de desnaturalizar lo dicho y por decir, hacemos el camino más fácil a todo surgimiento de experimentos adocenadores  que desdibujan el perfil del individuo soberano para convertirlo en los eternos pueblo y masas a los que, mire usted, los líderes les hablan a gritos en mítines y a través de medios multiplicadores de difusión.


Cuando reclamamos por una oración de sintaxis particular en la que además se incluyen palabras con significados erróneos, y la justificación es: “Bueno, pero tú me entendiste” al aceptarla, porque además es cierto, ya hemos caído en la trampa.

Lo dijo el poeta: El idioma es mi única Patria.

Nicolás Baselice Wierman.
@nbaselice en twitter
Instagram @nbaselice
Marzo 2012.







viernes, 9 de marzo de 2012

Gasolina y opulencia


La escena es de un contraste socialmente absurdo: desde el bunker de vidrios ahumados se abre una pequeña rendija por la que salen sólo dos palabras “póngalo full” (aunque normalmente se tutea. Como por responsabilidad social, digo yo). Mientras la gasolina llega a tope salen cuatro palabras más en una pregunta: ¿Me lo revisa adelante? (ésta es casi siempre la voz de una dama). Cumplidos ambos requerimientos, ya full, ya revisado adelante donde ”todo está bien” se emite el tercer sonido desde la rendija de seguridad: ¿Cuánto es? Y acto seguido se pagan los 3 bolívares con 85 céntimos por unos cuarenta litros (perro!! Estaba seco!) con un flamante billete de 5 que equivale casi a un dólar americano y he aquí que se manifiestan dos actitudes posibles: la del que deja la mano extendida esperando su cambio o la del que entrega el billete y emite, el ahora sí, último sonido, “déjalo así, gracias” mientras se mira en el reflejo interno del vidrio ahumado en toda su magnánima generosidad, cierra la rendija y parte.

Si alguien me preguntara dónde se ven las caras los dos extremos dinámicos de la sociedad venezolana, yo diría, sin dudar, que es en la estación de servicio.

Aquella imagen de la gran señora que sale de la iglesia y mira en picado al mendigo al pie de la escalinata y le suelta unas monedas en la tradición de “Dios se lo pague” de Arturo de Córdoba, ha sido sustituida por la del islero que atiende el surtidor de gasolina frente al comprador que viene a poner “full de 95”.

El conductor de un vehículo de lujo, más aún si es rústico (que todos son de más lujo) pone combustible en el mismo sitio que lo hace la moto china y el Lada destartalado que va quedando por allí y tienen en común al islero o mal llamado “bombero”.
Esta persona que debe trabajar por algo más que el sueldo mínimo le suministra gasolina a un vehículo que puede costar unas 200 veces su paga mensual para llenar su tanque por un costo tan pero tan bajo que habría que poner más de 2 millones de litros para alcanzar el precio de mercado de ese vehículo. Esto es un tanque de 1Km. Por 1Km. de base por 2Km. de altura. (La represa del Guri desarrolla 1,3 Km. y tiene apenas 162 m. de alto)

Si la cacareada lucha de clases se llegase a dar en términos de confrontación cuerpo a cuerpo, la primera escaramuza se daría en la estación de servicio donde la opulencia y la miseria se ven las caras. Cuando una persona que no está en ninguno de los dos extremos llega a este sitio suele sentir como vergüenza ajena que lo coloca en la ridícula situación de no saber si dejar propina o no, porque la verdad sea dicha, el monto de la compra ya parece una propina y dejar el doble o más de lo que se consume suena como demasiado aunque no alcance, de hecho, para tomar café sentado.

El tema del costo de la gasolina en Venezuela es otro de nuestros absurdos emparentado con la tradición de mitos y leyendas. La historia oficial cree y cuenta que el Caracazo se dio por el aumento de la gasolina decretado en esa oportunidad y a casi 30 años de ese suceso la gasolina sigue costando casi lo mismo de aquel decreto.

Todo el que puede y algunos que casi no, tienen carro. Todos lo usan todos los días. Todos se miran las caras de un vehículo a otro desde la soledad de su cabina. Todos se quejan de las colas. Todos piensan: si hubiera un transporte colectivo digno, eficiente, limpio, la gente dejaría su carro en casa y habría mucho menos tráfico. Todos piensan lo mismo, que cuando eso suceda, ése de al lado dejará su carro en su casa y “yo podré circular más rápido y bajará mi stress”.

Yo estoy seguro de que si los precios de la gasolina alcanzaran la cota, no internacional, sino al menos el precio de la no pérdida, cuando ese costo deba ser considerado en el presupuesto familiar para decidir cuándo salimos de paseo y hasta dónde, descubrirán nuestros conductores solitarios que el transporte público no es tan indigno como ellos suponen que es.

Si el precio se nivelara junto con la tarifa de los estacionamientos, que por cierto, una hora se debe pagar con una moneda que no existe llamada locha, allí sí que no habría colas y al mismo tiempo la presión de tanta gente necesitada de transporte colectivo (El del Lada, el del otro, el islero) presionaría a autoridades y estimularía a particulares a proporcionarlo y carro nuevo es carro nuevo.

Yo creo que Venezuela es el único país en el que se convoca a marchas y jornadas de protesta y se proporciona una lista de estacionamientos donde los asistentes pueden dejar  sus autos.

Me recuerda un concierto de gran tralalá en Inglaterra donde John Lennon decía al público con ironía: "Los del gallinero pueden aplaudir, los de los palcos basta con que hagan sonar sus joyas."
… así las cosas.



Nicolás Baselice Wierman.
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Marzo 2012.


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