sábado, 7 de julio de 2012

La señora Barragán


Había llegado el día. Después de tanto imaginarlo, había llegado el día. Siempre supo que sólo una situación como ésta lo pondría todo al descubierto. Se desplazaba en taxi por la avenida sin dificultades de tránsito. La tarde de un sábado es así, engañosa. El destino es siempre el mismo, la muerte, y ella iba a encontrarse con la de Federico.

Había sucedido en la madrugada de una forma tan inexplicable como aparatosa. Todo fue muy rápido, tanto que casi se agradece. Luego de la difícil identificación legal y la decisión de no dejar ver más el cadáver por tanto deterioro, ahora tenía una sola ansiedad: finalmente iba a conocer a la otra. No sólo estaba convencida de que Federico tenía otra mujer sino que, aunque no se explicaba en qué momento la atendía, sabía que era una relación de muchos años. Tantos como los de su propio matrimonio por lo que le parecía que nunca tan bien aplicada lo de “relación paralela”.

Tan sólo 18 meses fueron necesarios para decidir vivir juntos luego de aquel encuentro de grupo  en el que casi por descarte terminaron conversando a la entrada del baño de hombres donde se tropezaron cuando ella pretendía entrar y él saliendo le indicó…

            -El de la izquierda.
            - ¡Ah claro! –le respondió ella sin darle importancia.

Recordaba que al salir del servicio él estaba aún allí y le extendió la mano…
            -Federico, me llamo Federico.
            -Andreína, le dijo ella aceptando su mano.

            Desde ese día, hacía ya doce años, habían hablado todos los días y dormido juntos el resto de las noches después de tres semanas del encuentro en la puerta del baño.

Para Andreína era la historia de amor perfecta, a primera vista, sin besar muchos sapos, cariñoso sin exageraciones, responsable dentro de lo creíble y aseado. Cuánto había rogado de joven por esa característica y agradecido en la temprana madurez. Además Federico contaba con algunas habilidades que permitían una clara distribución de roles: ella podía con los fogones y él con los destornilladores.

“La verdad es que nunca dejaste gotear un grifo por más de dos días –decía Andreína para sí- y los cortocircuitos no nos produjeron nocturnidades fuera de horas…  pero seguro que allá, con ella, contratabas al técnico y te hacías el héroe con las manos limpias, eras un bicho Federico”.

            Estaba por llegar al sitio, miró el brazo del reloj, se orientó, y le indicó al taxista
 -Aquí a la derecha y por la derecha. En la puerta del estacionamiento por favor.

            Había dolor, claro que había dolor, pero el inminente encuentro con su paralelismo generaba en ella una zona de analgesia que no daba cabida sino para el pensamiento frío.

Caía ya la tarde. Pasó directamente a las oficinas de la funeraria por las escaleras. Era un pequeño cuarto con mobiliario muy básico y a decir verdad no parecía haber sido renovado en años. Se sentó al frente del escritorio. La expresión facial de la persona que la atendió parecía parte de la decoración. Más que sobriedad, todo era de una tristeza pareja.

            - El cuerpo del señor Barragán está por llegar –le informó el encargado.
            - ¿Cuánto tiempo cree usted que tarde? Preguntó Andreína con interés.
            - No creo que más de dos horas. Ya el traslado está coordinado.
            - ¿Será que me da tiempo de hacer algunas diligencias mientras eso sucede? Tengo algunos trámites pendientes aún.
            - ¡Claro!... pierda cuidado. Tómese el tiempo necesario que nosotros nos encargaremos de todo.
La voz del empleado era baja  y neutra, de ritmo lento y con un aire de solidaridad que rayaba en la simulación.
            - En todo caso, señora Barragán, la capilla ya se le adjudicó. Es la del corredor de entrada a la derecha –Le advirtió el encargado.
            - Muy bien, gracias –respondió Andreína ya incorporándose.

Se despidió sin entusiasmo, salió, bajó las escaleras y antes de tomar la calle volteó hacia las capillas del corredor. Estaba un poco confundida. Entró con la última luz del día y al salir ya la penumbra nocturna tomaba los espacios y los transformaba a su vista. Retomó su ruta. Caminó hasta un conjunto de comercios cercanos para hacerse de algunas cosas de última hora para luego tomar un nuevo taxi.
            - Señor, ¿Le importaría quitar la música y bajar un poco el aire acondicionado? Si fuera tan amable. Estoy de duelo y he dormido poco.
            - No hay problema señora.
            - Gracias. –Concluyó ella.

Se escuchó y le pareció oír a Federico:
            "Pareces un GPS, apenas te montas y empiezas a girar instrucciones: baja el seguro, cierra el vidrio, ponte el cinturón… pero eso sí, una dirección jamás”
<<Porque a mí y que no se me podía creer ni la derecha ni la izquierda, que no sabía de direcciones. Siempre me reí, pero la verdad es que siempre me sentí comparada. Seguro que la bicha esa hasta zurda será y tiene la izquierda clarísima>>
"…y cuando no hablas murmuras," Continuabas- como para que no haya duda de que el GPS sigue prendido”
<<Pues entérate Federico, eso era lo que murmuraba>>

En su abstracción, Andreína mezclaba esos pensamientos con el diseño de la logística.

<<Un toque y despegue por la casa. Ya no regreso hasta mañana después del entierro>>


Ya de regreso, pasó directamente a la sala velatoria y la encontró, estaba allí, <<es ella, tiene que ser ella>> se dijo. La mujer no estaba sola, pero quien la acompañaba no calificaba, no era del tipo de Federico, en cambio ésta sí que lo era. Había llorado y mucho. Se le notaba, sin embargo, había que admitirlo, era guapa. <<Como le gustamos a Federico>> pensó. Estaba en la esquina de la sala a la cabecera del féretro. Andreína, predispuesta y recelosa, tomó la otra esquina de la cabecera, no sólo para nivelar la jerarquía, sino para evitar el rincón opuesto en la diagonal de la sala que haría todo aquello más semejante a un ring de boxeo.

<<Cuánto lamento tu muerte Federico… me habría encantado asesinarte>> fue su primer pensamiento mientras se dirigía al sitio seleccionado.

            Las mujeres de la otra esquina hacían silencios y conversaciones en intermitencias dispares donde los primeros eran más largos que las segundas.

            - ¿Podrás sola con todo esto? Preguntó la acompañante.
            - Tengo que poder, es un hecho sin reversa  -Respondió con resignación- creo que lo peor es la costumbre. La ruptura de la rutina.
            -¿Sabes? Creo que no llegué a conocer a tu marido del todo.
<<tu marido, ¡Qué bolas!, -le pensó en su cara el otro yo de Andreína saltando dentro del cuerpo que la contenía-claro que no lo conocías, Era mi marido, marica>>
            - ¿Quién conoce a alguien completamente? –Respondió preguntando la otra viuda- Pretenderlo es una ficción. Todos estos años y aún me sorprendía…
            - ¿Por qué nunca se casaron? Preguntó con curiosidad.
            - Cosas… -respondió la viuda resignada.

Andreína escuchaba desde el extremo opuesto. Respiraba lentamente para poder oír un poco mejor. Intervenía en la conversación abruptamente pero en su pensamiento o por lo menos eso creía. En algún momento le pareció oírse a sí misma hablando.

<<Dile, caradura, que ese hombre tenía dueño… que sólo eras la barragana, que era a lo más Barragán que podías aspirar>>
             - ¡Descarada! –se escuchó decir Andreína.
Traen café y la mujer guapa de la otra esquina  toma la taza diestramente con la mano izquierda.
- ¡Coño es zurda! lo sabía,-dijo Andreína con poco disimulo- y además pensó           << ¡Sí era una burla, maldito!>>


            Entra el encargado de la funeraria, se inclina y le susurra muy respetuosamente:

-Señora Barragán, el cadáver de su esposo acaba de llegar.
            Andreína abre los ojos con algo de exageración, voltea y mira el movimiento en la capilla de enfrente, se mira los brazos, el reloj a la izquierda y dice para sí…
- ¡Ay coño Federico, me volví a equivocar!



Gracias Milagros por este milagro.
Ateneo de caracas 3 de julio de 2012… siete semanas después.

Nicolás Baselice Wierman.
@nbaselice en twitter
Instagram @nbaselice
Caracas, julio 2012

Tuiteratura, relatos en 140 caracteres.


Con el fin de fomentar la creatividad en torno a la lectura y sus lugares, la Fundación Germán Sánchez Ruipérez convocó un concurso de microrrelatos en Twitter, dentro del proyecto ¿Dónde lees tú?, que se enmarca en el Programa Territorio Ebook.


Durante cuatro semanas, a partir del lunes, 23 de abril de 2012, Día del Libro y hasta el lunes 28 de mayo, los participantes escribieron en Twitter el relato que les inspiró la fotografía semanal de  José P. Gegúndez  . No debían exceder los 140 caracteres incluido la denominación  @dondeleestu  que dirigía el tuit a su destino. Tampoco se permitía utilizar aplicaciones para alargar los tuits. Los autores podrían presentar cuantos tuits desearan, pero siempre y únicamente vía tuiter.
Por otra parte, el tuit debía estar escrito en lengua castellana, ser original e inédito (no estar publicado en ningún medio o soporte) y no debía haber recibido ningún premio o accésit en otro certamen nacional o internacional.

FOTO 1
Realizada por José P. Gegúndez para la exposición de ¿Dónde lees tú? -18, tenía supropia historia: Gegúndez quiso homenajear a la portada original de El guardián entre el centeno, de Salinger. Un homenaje para una de sus novelas imprescindibles, pues la leyó siendo muy joven y la ha vuelto a leer y a releer muchas veces. Esta foto, además, fue elegida para la portada del Catálogo de la muestra. Una imagen vibrante, llena de fuerza. Por eso, fue la encargada de abrir el Concurso en Twitter de ¿Dónde lees tú?







Ganador de la primera semana entre 140 tuits.
Escrito por @rrsire:


El destino te fijó quieto y mudo en un mundo giratorio donde los sueños duran un viaje

Como finalistas:
“Léeme otra vez el cuento del caballito prisionero en el tiovivo”. La madre mira la sillita de ruedas y disimula una lágrima. De @HornoMar
Debí haber corrido una eternidad, debí haber dado ya la vuelta al mundo, pero ese cerdo sigue a mis espaldas, perseverante. De @GerFraChavezH
Él cree que está quieto, pero gira. Él cree que está vivo, pero es de madera. Él cree que está viejo, pero allí está su belleza. De @twiliri
Vuela sobre nubes y montañas cuando el niño lo monta. Que esté anclado al tiovivo es un detalle sin importancia. De @HornoMar
Giraba la noche. Él era sólo un vértigo aferrado a sus crines azules, hasta que recobró, intactas, las luces de la infancia. De @BookReviews7
Feroz como la trampa de Troya, alado como Pegaso, parlante como el de Aquiles, pues cada infante le otorgaba una identidad. De @Astianacte7

Nuestra participación @nbaselice

El movimiento siempre aparente ¿Te alejas, me acerco? no lo sé. La prisa afecta el foco y la distancia el espíritu. Calma.
Giro a giro se difumina, desaparece, se va. Comienza a color, pasa a sepia, termina en gris. La vida. ¿y si girara al revés?
Arriba el corcel con su montura vacía, trae un recado y saluda con las patas en alto. Deben ser buenas noticias.
¿Pasó el caballo? / Sí  / ¿Qué trajo? / Tristeza / Espera la otra vuelta.

FOTO 2
Esta imagen evoca la novela de Kerouac: En el camino. Gegúndez la atrapó en un viaje: una carretera cualquiera (en este caso, de Burgos) que, de pronto apareció, inadvertida. En el camino es otra de esas novelas imprescindibles para Gegúndez y, por eso, y porque leer y escribir, necesariamente, son viajes, fue elegida para la segunda semana del Concurso de Tuiteratura. 









Ganador de la segunda semana entre 164 tuits.
Escrito por @Tiotore:


Observando la línea recta que dibujaba aquella carretera concluyó que su vida sería distinta si tuviese las curvas de una mujer

Como finalistas:
Aún con grietas y mal pintada, ofrezco mis encantos. De @brujijulia
–– ¿Por qué no te pierdes conmigo? ––susurró. / ––Imposible; esa carretera ya me la conozco. De @eRomanMe

Nuestra participación @nbaselice

Necesito hacer pis/Espera a que encontremos un parador… Tenían 50 años casados y eran tan conservadores.
Y a la distancia constato lo dicho en aquel viaje: ni el pasado era ancho como lo recordaba ni el futuro estrecho como lucía.
Y al despertar el horizonte ya no era vertical y las paredes se habían convertido en caminos.
Recuerdo cuando vine, creí que era para siempre y aquí voy… camino de regreso. Un inverso Dejavu que hago futuro en ti.


FOTO 3

Gegúndez persiguió el azul del cielo… hasta que lo consiguió. Casi tuvo que llamar a la gaviota para que volase sobre el faro, ocupado en avistar océanos cercanos. La fotografía es una recreación de la portada Luces de septiembre de Ruiz Zafón, en la que aparece uno de estos faros. Jose P. Gegúndez consiguió el suyo en A Coruña.







Ganador de la tercera semana entre 236 tuits.
Escrito por @albertomarcos:



Ignota. Iluminada. Inverosímil. Imaginada. Independiente. Una “I” solitaria, desnuda, al cabo de la Isla de Ítaca.

Como finalistas:
En la soledad del faro, observaba a las gaviotas. Era tan grande su deseo de volar que olvidó que no tenía alas. De @brujijulia
MONOTONÍA. Cuando estaba perdida en la tormenta, la luz de tu faro me salvó. Ahora, echo de menos algún pequeño naufragio. De @HornoMar


Nuestra participación @nbaselice

Y despertó con un cielo tan azul que creyó no necesitar una guía, un faro, una luz. Pero la noche acechaba.
Como el faro que penetra al infinito sin cuestionamiento y la lengua de tierra que lo sostiene sin condiciones. Así se amaron.
Dormía de día para cuidarla en la noche. Iluminaba de noche el camino de sus sueños. Siguió su luz lo alto de su vuelo. La amó.
Encallaban, zozobraban de súbito. No era buen farolero, sólo recorría la costa de su cuerpo, su silueta de memoria. Esperaba.


FOTO 4
Esta imagen tiene mucha Tuiteratura. Gegúndez quiso atrapar la luna en el Monte del Gozo, y, al recrear la obra de Javier Ruescas (Encantamiento de Luna, de sus Cuentos de Bereth, I ) supo que ya lo había conseguido. 






Ganador, no sólo de la cuarta semana entre 405 tuits sino de la gran final. Su nombre:
Eliseo Carranza G. Nacido en Monterrey, México de 54 años de formación magisterial y escritor intermitente. Lector, cinéfilo y tallerista. Felicitaciones.

Escrito por @Elizeus58:


En el bosque, un conejo halló un sombrero. Apenas entró en él, alguien lo tomó de las orejas. Le asustaron mucho los aplausos.

Como finalistas:
Esa noche, el sombrero del mago, en vez de un conejo, hizo salir una noche azul, un bosque entero sin hojas y una luna llena. De @Elizeus58
–Luna, no te muevas. Nos están haciendo una foto. / –Tranquilo, que hoy nadie me podría hacer menguar. De @eRomanMe


Nuestra participación @nbaselice

Sólo el recuerdo podía mejorar la escena ya de suyo perfecta. Ella, fuera de cuadro, la hizo inolvidable, inmortal, suya.
Mi sombrero nos miraba cómplice y al perderte, fue mi compañero de recuerdos. Él era la prueba de que fuimos uno.
Y pensar que fue tan solo un instante, como la luna llena antes de la mengua y sin embargo cíclico y eterno como ella.
Ni la luna era pequeña, ni las siluetas recortadas. Todo era aparente, hasta tú lo eras. Pero yo te creí. Ese fue mi error.
Y en el ocaso inevitable, ¿Quién usará mi sombrero?, ¿Quién te habitará?
Bajo ese cielo satinado de luna llena fue imposible no creer en el rumor de aire y ramas. Hablaba de ti. Todo era cierto.
Halló el cuerpo y ya no había nada que hacer, pero el rastro era inequívoco. Debía ser condenado. Sería culpable y descansaría.
Ya lo sabían, era serial y cínico. Esta vez dejó un sombrero. La cabeza nunca aparecería.



Caracas, junio 2012.
















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