lunes, 28 de mayo de 2012

Condones con Viagra… ¿No es como mucho?


Leí una noticia en twitter de la que no pude ver el desarrollo porque el link no abría desde mi teléfono. Yo quiero creer que era el link, pero mi nieta insiste en que es mi teléfono y que se dice celu. En fin, la noticia en cuestión informaba que estaban por aparecer unos condones con viagra.
Mirando fijamente (como bobo, más bien) a la pantallita del celu mientras abría el link, (cosa que nunca sucedió) cayeron en cascada imágenes asociadas: viagra-droga-condón-dediles… y digo yo, eso no sólo está inventado sino que además creo que penado y perseguido, ¡así que mosca muchachos!
El viagra, en tanto droga, debe ser capaz de provocar la muerte bien sea por automedicación, mala praxis, sesión de prueba y error en el más puro estilo Dr. House, sobredosis, mala leche, en fin… lo que sí, es que definitivamente sería una muerte muy particular. En principio, el tema esotérico del paso hacia la luz blanca encandilante ahora se trocaría en azul pastilla pero eso sí, la cara del “beneficiado” seguiría siendo de bobo aletargado en el más puro estilo Ghost Wishperer.

Laureano Márquez en un alarde de ingenio dice que las mujeres siempre han fingido los orgasmos y que ahora con el Viagra los hombres podemos fingir las erecciones. Pero ante la muerte sobrevenida en estas circunstancias, de lo que se trata no es de fingir sino de disimular. Es más, habría que tomarse un tiempo para la entrega del cadáver al velatorio, digo, podría haber problemas para el cierre del féretro dado el “rigor mortis localizado”. Pero, en caso de cremación bajaría el riesgo de accidentes porque siempre una mecha más larga es más segura, según recomiendan los bomberos.

La gente está como desatada. Al momento de escribir esto llega por twitter otra noticia originada por @COOLCHANNELTV que anuncia  “Hacen música con condones”. ¿Qué clase de noticia es ésta? Digo yo, amén de la incomodidad que supone.   
En estos tiempos de destape asumo como una bendición mi condición de adulto mayor amante de los libros y la literatura, apasionado de la música, seductor de aves urbanas que comen en mi balcón, es decir, de anciano.

En uno de mis cada vez más frecuentes paseos por Locatel (Esa suerte de Corte Inglés de las medicinas al que ya me afilié y todo) observaba a un hombre de unos 55 años en el trance de comprar preservativos. Y digo trance, porque el pobre hombre que había llevado un feliz matrimonio desde muy joven, por cuestiones médicas y de retiro temporal del “aparato” de su mujer, se veía en la necesidad de adquirir algunos de estos profilácticos. En un arrebato de confidencia (Las canas y la espalda doblada generan esa confianza) me contaba que la última vez que compró uno de éstos, fue en la época en la que uno entraba en la farmacia como mirando a las gradas y en el mejor momento: sin clientes y con un dependiente hombre entre señas y eufemismos se pedía el producto. Además, decía él, la única marca que se conocía era el Sultán, imagínese.

Parado ante aquel stand exhibidor de colores de intensos a pasteles, en cajas, paquetes y sobres, con diagramas e instrucciones, el hombre estaba perplejo. Y es que más allá de las instrucciones básicas, algunos traen como las sopas maggi, una especie de receta recomendada.
El mismo stand contiene lo que llamaríamos “mercancía temática”. Lubricantes de todos los colores, sabores, composiciones: base agua, no derivado de petróleo; temperaturas... Sí, había uno de llamas rojas desde la base hacia arriba, que para evitar dudas se llama HOT. 

Prometía calentar al contacto. Al leer “al contacto” ya da un escalofrío, en mi caso, evocativo y nostálgico. Más arriba y en una fila horizontal estaban unos adminículos que entre la mala traducción, la intuición y la memoria, supusimos que eran unos anillos para colocar en “Dios me cuide el lugar” y otros para el dedo que, según, poseen una batería con duración de tres horas. Apretamos uno al descuido y juro que temblaba. Cuando le conté a mi nieta me dijo que el que temblaba era yo, que el aparatito vibraba. Supongo que alguien se lo habrá explicado.

Qué maravilla es el desarrollo tecnológico que hace las baterías cada vez más pequeñas. Creo recordar, ahora que lo pienso, que Da Vinci tenía un diseño para uno de estos aparatitos (él siempre tan adelantado) sólo que ése era a pedales.
Volviendo a mi confidente ante el stand, me decía: “la verdad es que de los Sultán a este despliegue, la distancia es como de los Parques de bolsillo de Doña Alicia de Caldera al Disney World de Walt Disney”.
Descubrimos que compartíamos una duda existencial. Por qué el paquete mínimo de preservativos contiene siempre 3  piezas. Llegamos a la conclusión de que uno siempre falla, se rompe o sale disparado como liguita y nunca hay tiempo ni luz para buscarlo, el segundo que acierta y el tercero, para que crean. Cuando uno va a un hotel de alta rotación deja los tres empaques rotos descuidadamente a la vista a manera de alarde, digo yo.
Mi circunstancial amigo, este muchacho de 55 años, finalmente se decidió por unos bajo el criterio de los colores sin mayores extravagancias. En efecto desechó los que venían en caja con tres dibujos que parecían esculturas de vanguardia. Yo le advertí, vaya con cuidado con éstos, que si calza, aprieta y marca y si no calza deprime.
No se atrevió mi amigo con los adminículos esos que tiemblan, perdón, que vibran. A lo que sí se animó fue a colocar en su cesta un tubo del HOT lubricante, dijo que si calentaba demasiado podría usarlo en las cerraduras y bisagras que siempre hace falta.
Nos despedimos y se dirigió a las cajas de pago pero sin que lo abandonara la sensación evocativa de la vergüenza que suponía una compra como ésa en su juventud. Decidió entonces sumar a la cesta unos chocolates, pan de sándwich y mermeladas para untar, un poco para disimular lo que sentía como una gran sinvergüenzura.
Se paró ante la caja número 7, al llegar entregó su cesta y en ese mismo instante la señorita le dice que la caja cierra, “Pero no se preocupe que se la paso a la caja 2 y no hace cola” y le informa a la cajera de la 2 en un grito:“EL SEÑOR DE LOS CONDONES ES EL DE LENTES Y BIGOTES” mientras le apuntaba con su índice izquierdo y un amuñuñamiento de labios señalizadores.
Ante la descripción voceada, volteé y en efecto era mi amigo. Había bajado la cabeza con lentes y bigotes mientras alzaba la mano y la vergüenza para que lo identificara la cajera de la 2.

-¿Afiliado?
-No señorita, no todavía.
-¿Desea afiliarse?
-No por ahora. Temió quedar marcado en el plástico identificador como el cliente de los condones y la cremita HOT.
Ella pasó el lector óptico por cada uno de los productos con destreza y los colocó, por categorías, en diferentes bolsas no sin antes hacer comentarios y recomendaciones que nunca sabremos si eran irónicas o de buena voluntad.

“Los chocolates separaditos del HOT, no sea que se le derritan”
“El pan con las mermeladas para que a la hora de untar no se me confunda”

La verdad es que no puedo decir que pasear por Locatel sea aburrido…


Nicolás Baselice Wierman.
@nbaselice en twitter
Instagram @nbaselice
Mayo 2012.





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