martes, 7 de junio de 2016

La herencia de El Gigante



A tres años del fallecimiento de Hugo Chávez tres meses después de pedirnos  elegir a Nicolás Maduro en caso de alguna eventualidad incapacitante, “sobrevenida”, está todavía en proceso la apertura de su testamento. Aunque en un primer momento sus albaceas parecían tener claro lo heredado, no dejaba de llamar la atención el hecho de que los haberes parecían solo de categoría intangible casi mística.

El hecho es que con el paso del tiempo vamos descubriendo que la ideología chavista no era más que las ideas de Hugo Chávez, vale decir, sus ocurrencias. Si revisamos en retrospectiva, solo las seguidas de cerca por él mismo llegaron medianamente a término. Hoy sin ideología, sin hoja de ruta, comienzan a verse las contradicciones en los actuares -que no actuaciones- de sus herederos. Si ya el esquema es probadamente fallido, la incapacidad para el cargo (Manifestada, por cierto, por el propio encargado cuando se estrena diciendo no haber deseado nunca semejante responsabilidad) lo ha convertido en un absoluto caos. Sucede que la acumulación de errores, y postergación de decisiones desde la óptica de que los presupuestos lucían infinitos, comienzan a mostrar sus consecuencias, digamos que post morten, muy convenientemente para el prestigio del Comandante desaparecido, no así para el de sus deudos.

 Ciertamente los problemas que encara Nicolás Maduro son consecuencia de las políticas, o más bien,  reactivas estrategias económicas del gobierno de Hugo Chávez, llevadas a cabo, casi siempre, con objetivos electorales puntuales.

En el año 2011 se aceleró un programa de gasto público con el fin de conseguir respaldo de los votantes que, viendo una cierta acción tangible de gobierno, no dudaran, en algunos casos, y en otros, defendieran sus propias prebendas con el voto en 2012.



El presidente Chávez no dudó en comprometer a futuro los ingresos del Estado. Qué otra cosa era, por ejemplo, el Fondo Chino sino la obtención y utilización inmediata de dinero fresco que pagaríamos a futuro con petróleo. Pues ese futuro llegó y henos aquí, endeudados, sin acceso a créditos nuevos, secuestrados económicamente por China que, como en el feudalismo, nos dan “tickets” para que gastemos en su patio. Ya no en metálico sino en “peroles” para, por ejemplo, “casas bien equipadas” o individualistas taxis                                                                                     para alimentar una colectivista Misión Transporte (?)

 
Las empresas productoras de lácteos, grasas, harinas, café, cementos, etc, están en un mínimo de producción o improductivas luego de las expropiaciones.
Los niveles de producción agrícola, pecuaria e industrial han convertido lo que era

autoabastecimiento y hasta exportación, en extrema dependencia de las importaciones. Todo como consecuencia del llamado programa de rescate de tierras y toma de empresas, pero sobre todo, por el gran negocio que supone la importación para quienes tienen acceso a ese dólar preferencialísimo que ha llegado a ser hasta 170 veces menor que el de la calle.

El ya decano mutante control de cambio ha distorsionado nuestro intercambio comercial internacional a un grado tal que hemos tenido hasta tres tipos de cambio oficial simultáneamente más el paralelo que es el único constante y siempre al alza, que si lo solapamos con esa suerte de decreto de prohibición de la inflación: la Ley de Precios Justos, nos muestra una colección de anaqueles vacíos o a medio surtir junto con unas persistentes y crecientes colas de consumidores  humillados.(Remember Zimbabwe).

La inseguridad se enseñorea y hace que el 2014 comience con un cruel asesinato, otro entre tantos, pero que convierte en dolientes a casi todos los venezolanos dada la popularidad, juventud, significado y belleza de la víctima. Y así amanecía el año, continuación de la primera quincena del diciembre previo que registraba el ingreso de más de 250 cadáveres en la morgue de Caracas.
Esa misma inseguridad que hizo razia en las aulas de varias de nuestras universidades en groseras acciones comando muchas de ellas, llevó a la calle al movimiento estudiantil en San Cristóbal y de allí a Caracas. Sumando a su paso otros sectores de la sociedad, cada uno con válidas razones para protestar, derivando al final en lo que se dio a llamar La Salida. La respuesta del gobierno de Nicolás Maduro, y esta sí es de su propia cosecha: represión pura y dura, oficial y paraoficial, sistemática y perversa y siempre ensalzada desde la presidencia. Resultado: más de 40 muertos, cientos de procesados, muchos de ellos torturados, muy jóvenes en su mayoría, que ponen en el currículo de Maduro su Tlatelolco particular.

Si la mención de Tlatelolco le parece exagerada piense en el desarrollo de la normativa universal de defensa de los Derechos Humanos desde 1968 hasta hoy y se dará cuenta de que esos más de cuarenta fallecidos durante la represión es  hoy una barbaridad equivalente. Pero podríamos sumar más adelante -2015- las víctimas de una Operación de Liberación del Pueblo (OLP) que como elefante en cristalería entrará en los barrios populares en busca de delincuentes puntuales, pero arrastrando en ello, en cantidades de records históricos, a inocentes y viviendas con abusos al extremo de pérdida de vidas inocentes. Cosa que, en justicia, hablando de herencias, Hugo Chávez nunca hizo, ni de lejos, afincado en sus convicciones.

Al cierre de 2014 éramos muchos y la abuela nos trajo la noticia de la caída de los precios del petróleo. En su anciana sabiduría nos dijo: “de tanto invocar la muerte, se hizo presente” y de tanto presupuestar a 60 llegó el precio justo. A esta fecha el precio del barril ronda los 40 dólares. Viene en ascenso fluctuante luego de haber tocado los límites del costo de producción.  Esto como consecuencia del desarrollo de técnicas de explotación de ciertos crudos en Estados Unidos principalmente, gracias, justamente, a los altos precios de los últimos años. El gobierno venezolano entiende esto como una conspiración internacional contra Venezuela lo que demuestra un gran ego solo comparable con la gran estupidez que supone si, como sabemos, Venezuela aporta apenas el 7% de la producción mundial de petróleo pero además durante el mismo período podría haber aprovechado para los tiempos de baja que no es nada extraño en el mercado petrolero.
Este descalabro administrativo llamado por el Gobierno “Guerra económica”, es una confrontación, por cierto, de un solo ejército que además controla todos los pertrechos y paradójicamente pierde, según lo evidencia  las declaraciones del Ejecutivo, las colas en los comercios y la ausencia de productos.

El inquilino de Miraflores solo ha mostrado talento para atacar las consecuencias pero parece no entender las causas.

Así llega el 2015, con los indicadores de inseguridad en número de homicidios y económicos, en términos de inflación sin ninguna mejoría, por el contrario, en franco ascenso y el agravante de la situación política. Así tenemos acusaciones, ya algunas internacionales, de violaciones de Derechos Humanos, denuncias en primera persona de torturas en sitios de confinamiento tales como la llamada “Tumba” que no de gratis lleva su nombre dado que está  a unos cuantos metros por debajo de la céntrica avenida caraqueña donde se encuentra.





En el horizonte de ese año aparecen las elecciones para la Asamblea Nacional, oportunidad de medir fuerzas, evento trocado en válvula de escape para las tensiones sociales. Solo eso explicaría la inmovilidad de los ciudadanos ante tanta humillación al momento de adquirir los artículos y alimentos de primera necesidad. En ese sentido se dictan normas de permitir la compra de esos  rubros en día (sí, singular) específico de la semana según el número del carnet de identidad, control biométrico del consumidor a través de dispositivos captadores de huellas digitales según base de datos del Consejo Electoral contrastando con el marcaje de personas en los brazos con marcadores indelebles mientras hacen colas.



La deriva autoritaria del gobierno se va haciendo cada vez más evidente en actos como juicios sin derecho a defensa de líderes de la oposición política, encarcelamiento de líderes en cargos de elección popular, cierre de fronteras sin justificación ni consulta, encarcelamiento de encargados de establecimientos comerciales en los que se formaban colas para compra de alimentos, la  obligatoriedad de vender productos a unos precios que ni las cooperativas financiadas por el gobierno podían soportar.

Alcanzamos el 6 de diciembre de ese 2015, fecha de las esperadas elecciones legislativas, por una Asamblea que estará dos años más que el actual Poder Ejecutivo y el descalabro del gobierno es total. No solo las pierde sino que lo hace quedando en minoría por debajo de las dos terceras partes que alcanzan sus adversarios, lo que les permitiría, a éstos, legislar con gran capacidad de producir cambios en otra dirección… pero el tema no es legal, es político.


De inmediato el gobierno empieza a operar echando mano de los recursos que tiene o que le van quedando, que no son pocos. Arbitrariedades en los últimos días de la legislatura que culmina, amén del uso desembozado del resto de los poderes públicos que controla, como se verá en 2016.
Es apenas junio de 2016 y el choque institucional entre la Asamblea Nacional y el resto de los poderes bajo el control gubernamental, no solo copa el centimetraje de la prensa impresa que va quedando, sino que hace parecer de segunda importancia el desabastecimiento, ya en casi en el 90%, de rubros básicos, la continua caída del poder adquisitivo de un sueldo nunca mejor llamado mínimo, compuesto en un 65% por bonos que no dejan ninguna huella en la historia laboral del trabajador. Sueldo que queda largo por debajo de la compra de carne, pollo, legumbres, verduras y lácteos para 30 días en caso de conseguirlos. Dicho de otra manera: con el billete de más alta denominación en Venezuela hoy solo se compra un huevo de gallina.


Pero el régimen se sabe con fecha de caducidad. Está la figura del Referéndum Revocatorio, posibilidad establecida en la Constitución para retirar del cargo a un Presidente en la mitad de su ejercicio. Están las elecciones de gobernadores a final de 2016 que significará un seguro deslave de la fuerza regional del gobierno, y así lo percibe hasta el mismo partido oficialista, por lo que pone trabas al referéndum revocatorio que tampoco ganaría. Y por último están las elecciones presidenciales en 2019 en las que Nicolás Maduro seguro no irá a la reelección aunque la ley se lo permite. ¿Muy lejos? Después de 17 años no parece tanto si no fuera por lo apremiante que se hace la situación de penuria a la que se suman cada día mayor número de venezolanos y a los muertos irrecuperables por la falta de medicinas de todo tipo. La reciente muerte de un niño de ocho años que pocos días antes manifestaba en la calle pidiendo medicina para su tratamiento contra el cáncer con un cartel y acompañado de su abuela, será una carga muy pesada sobre la historia de Maduro en tanto “hijo de Chávez” como le gusta decirse.

Dicho en términos de herencias y emulaciones, si Hugo Chávez tuvo su Franklin Brito, Nicolás Maduro tiene hoy su Oliver Sánchez.

Últimamente el régimen luce arrinconado. Una muestra es el Decreto de emergencia económica prorrogado ilegalmente de una vez hasta fin de año. Absurdo, a no ser por la posibilidad que da de  desconocer la constitución en su totalidad y los procesos de control de gastos y licitaciones en particular. Que no sorprendió a nadie, es verdad, pero tampoco atemorizó –aparente objetivo inicial- a los diarios reclamos de calle en manifestaciones convocadas o espontáneas y pasó en una semana a amenazar con decretar el Estado de Conmoción Interna, estadio superior del Estado de Excepción, ¿Último recurso ante la imposibilidad de la gobernanza?

Hoy el gobierno de Nicolás Maduro no tiene dinero, ni alimentos, ni medicinas, ni servicio de electricidad constante, ni ideas. Huye hacia adelante a una velocidad tal que se encuentra con sus propios mitos: saqueos a diario como aquellos "fundacionales de la revolución" del caracazo de 1989. Lo que sí tiene es un partido lleno de muchos detractores que lo acusan de derrochar el legado del Comandante Supremo. Las noticias internacionales tampoco lo consuelan. Tradicionales socios políticos tan importantes como Brasil y Argentina cambian de signo político, en Bolivia se comienza a perder elecciones, en Ecuador parece que se desecha la posibilidad de una reelección, el CARICOM que parece apostar a la ética, Cuba de amores con los Estados Unidos con la “penetración imperial” de los Rolling Stones hasta Coco Chanel, el Papa que le escribe al presidente y el gobierno venezolano que no le responde y no recibe a su Canciller, hasta rematar en la carta del Secretario General de la OEA al presidente de Venezuela, donde se ahorran todas las formas de la diplomacia tradicional. Si fuera poco, está lo de la doble nacionalidad del presidente, hecho que no puede resolver con su poder interno porque depende de tribunales en el extranjero y cuando todo termine, sabe que tendrá que dar la cara por esa circunstancia.

Hace unos días Nicolás Maduro en una transmisión televisiva durante una reunión con su partido, regañó a un militante que, aparentemente, pretendía hacerle llegar un “papelito”. La reacción del presidente fue tan desmesurada en tono de voz y groserías mediante que solo puso en evidencia a un sujeto con los nervios muy alterados, fuera de control y, ¿por qué no? asustado. El devenir de sus años de gobierno podría explicarlo.



Lo dicho, a tres años del fallecimiento de Hugo Chávez, parece que a los herederos de El Gigante le están creciendo los enanos.

Nicolás Baselice Wierman.

@nbaselice en twitter
Instagram @nbaselice
Caracas, Junio 2016.


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