En el año 2007 me topé con un artículo del New York Times,
fechado en Bulawayo, Zimbawe que bajo la firma de Michael Wines titulaba “Precios tope aumentan desgracia y hambre en
Zimbabwe” En ese texto describía el autor, a manera de crónica, las
prácticas económicas con las que el presidente Robert Mugabe enfrentaba el
problema de la hiperinflación que azotaba a la Nación, vaya paradoja, como
consecuencia de sus mismas prácticas económicas.
En ese momento, hace ya un lustro, la coincidencia con el
proceso venezolano me pareció preocupante. Hoy, ante la aspiración continuista
de nuestro Presidente y su convicción de que va en una vía que promete (o
amenaza) profundizar, recuerdo el artículo de marras y más que preocupante se
me antoja premonitorio, no de gratis compartimos hoy con Zimbabwe el record de
las inflaciones más altas del mundo.
Tenemos en Venezuela un Presidente ya longevo en el cargo
(serán 14 años al terminar este período) y aspira, como lo ha dicho, a 33 años en
él. Creo que muchos de nuestros problemas son consecuencia de esa larga
permanencia de una misma persona a la cabeza del Poder Ejecutivo.
Ya Simón Bolívar lo decía en el Congreso de Angostura: "Nada es tan peligroso como dejar
permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra
a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y
la tiranía"
…y eso que no conoció a Robert Mugabe, Fidel Castro, o Juan Vicente Gómez.
Volvamos al artículo del New York Times, como decía, si en
su oportunidad me pareció preocupante, hoy me luce premonitorio por lo que retomo
la idea que me convocó en ese momento: la de transcribir el mismo artículo
cambiando sólo lugares y nombres, trayéndolos a Venezuela y retitulándolo:
Venezuela 2021, recuerdos del futuro
VALENCIA, Venezuela - Hugo Chavez tiene más de 22 años
gobernando esta golpeada nación, durante los cuales todos sus deseos han sido
aprobados por el Parlamento y puestos en vigor por la policiía y los soldados.
Pero ni siquiera un autócrata sin oposición puede revocar las leyes de la
oferta y la demanda.
Un mes después de que Chávez decretó precisamente eso y
ordenó a los comerciantes en todo el país que contrarrestaran una
hiperinflación del 10.000% al año, con un recorte de precios de 50% y más, la
economía se ha detenido por completo.
El pan, el azúcar y la harina de maíz, elementos básicos de
la dieta han desaparecido, tomados por turbas que saquearon las tiendas. La
carne es prácticamente inexistente, incluso para la clase media que tiene
dinero para comprarla en el mercado negro. Es casi imposible conseguir
gasolina. Los pacientes en los hospitales mueren por falta de provisiones
médicas básicas. Imperan los apagones y la interrupción en el suministro del
agua.
La manufactura ha reducido su ritmo al mínimo, porque pocas
compañías pueden producir bienes por menos de sus precios de venta impuestos
por el Gobierno. Se están acabando las materias primas porque los proveedores
se ven obligados a venderle a las fábricas con pérdidas. Las empresas despiden
a los trabajadores o reducen sus horas.
Pero el caos no socaba la autoridad de Chávez. Al contrario,
el Gobierno avanza resueltamente hacia la adquisición de sectores importantes
de la economía que aún no han sido nacionalizados.
Aunque la economía en Venezuela ha estado en proceso de
contraerse desde el 2000, castigada por la zozobra política, la fuga de
capitales y la mala administración, nunca se ha encontrado en peor estado que
ahora, afirman ejecutivos empresariales.
“No había sentido ningún pánico en los últimos siete años”,
expresó un fabricante de ropa, en Valencia, quien, como la mayoría de la gente,
habló a condicción del anonimato. “Ahora”, agregó, “no estoy tan seguro. Creo
que se avecina un verdadero colapso”.
Desde hace mucho tiempo, la inmensa clase marginada de
Venezuela, la mayoría de sus 35 o 37 millones de habitantes no ha podido
comprar la mayoría de los alimentos, así que los pobres rurales sobreviven con
lo que puedan cultivar. Los pobres urbanos y los rurales por igual se mantienen
a flote con dinero y comida enviados por los millones de venezolanos que han
huído al extranjero. Las remesas son tan vitales que, en algunas áreas rurales,
El Sucre latinoamericano ha reemplazado al bolívar fuerte esencialmente sin
valor de Venezuela como la moneda preferida.
Con las tiendas vacías, es la clase media, que había logrado
sobrevivir durante los últimos siete años de deterioro, la que probablemente
sentirá el mayor impacto. Hoy, la gente se alimenta con la comida que tuvo la
previsión o la posibilidad de guardar en despensas. En otras instancias, cruza
la frontera a Colombia y Brasil en auto para conseguir provisiones, cuando hay
gasolina disponible. Los despidos y las reducciones en la producción el las
fábricas llevan a una nueva pobreza al 15% o 20% de los venezolanos adultos que
aún tienen empleos. Los jubilados ahora descubren que ninguna cantidad de
dinero puede comprar siquiera algunos productos de primera necesidad.
Los médicos privados afirman que las enfermedades de la
pobreza, entre ellas la tuberculosis y la malnutrición, empiezan a aparecer
entre sus pacientes, entre ellos los grupos minoritarios que antes formaban
parte de la clase acaudalada.
Los pobres rurales también sufren: el Programa Mundial de
Alimentos eitió un llamado urgente por 118 millones de dólares en donativos
para alimentar a los venezolanos, al declarar que, sin más dinero, la sequía y
los trastornos políticos vaciarían las reservas de la organización para fines
del año.
Chávez ha representado los recortes de precios como un golpe
contra los negocios que cosechan ganancias sin escrúpulos que, afirma, son
parte de una conspiración del Imperio para volver a imponer el dominio
colonial. Desde esa óptica, las rerducciones de precios son la contramedida del
Gobierno.
Su decreto del 26 de junio, gran parte del cual fue
promulgado más tarde como ley, fue draconiano: se le ordenó a los negocios
bajar sus precios alrededor de 50%. Los propietarios de tiendas que se negaran
a cumplir serían encarcelados. Las tiendas que cerraran o se negaran a volver a
surtir bienes serán expropiadas por el Gobierno.
En semanas recientes, grupos de inspectores de precios han
patrullado tiendas y fábricas e impuesto recortes de precios, a veces de manera
arbitraria. Hasta 4.000 empresarios han sido arrestados, multados o
encarcelados, según la policía venezolana.
La industria del vestido en Valencia, la mayor fuente de
trabajos de la ciudad, ha absorvido un impacto directo con la drástica reducción
de precios. Un fabricante de Valencia que antes empleaba a 140 trabajadores ya
había reducido su nómina a 70 al tiempo que se hundía la economía de Venezuela.
Hasta aquí la
transcripción ficcionada.
Hoy titulaba uno de los periódicos más antiguos de Venezuela “Se
desacelera la inflación pero crece escasez de bienes básicos” esto
según datos al día del Banco Central de Venezuela.
Mientras escribo está en la radio el
Presidente en cadena nacional inaugurando un Abasto Bicentenario y se oyen
maravillas de productividad, abastecimiento y felicidad. Estoy a menos de 10
km. de ese sitio y aquí la leche pasteurizada (no la de larga duración que es
casi toda importada) llega una sola vez a la semana.
Estamos a 60 días de las elecciones y, aunque ya decretada la reducción de precios, aún no tenemos encarcelados … usted tiene la palabra.
Nicolás Baselice Wierman.
Caracas, Agosto 2012.