miércoles, 25 de abril de 2012

Lengua: memoria, costumbre y maña.


“Celebramos el 90 aniversario de nuestra organización…” Esta expresión la leemos y la escuchamos con la naturalidad con que deberíamos entonces aceptar algo como: ¿Cuándo vienes ti?
Así vemos en cualquier aviso del Ministerio de la Defensa “El 24 batallón…” ¿Será un problema matemático? A ver, si nos vamos por ese lado sabemos (?) que existen los números ordinales que ordenan lo que adjetivan. Por ejemplo el quinto batallón es el que está después del número cuatro. Reconozcamos que decir primero, quinto, décimo es sencillo pero leer el número ordinal correspondiente al 155 y decir a primera vista centésimo quincuagésimo quinto, podría comenzar a ser un poco más complicado. ¿No quiere aprender a leer números ordinales porque eso es como castellano antiguo? Muy bien, pero tampoco desbarate el castellano moderno. Invierta disléxicamente la expresión y diga “Celebramos el aniversario 90 de nuestra organización…” o “El batallón 24 de artillería” y listo ¿Ve qué fácil?

¿Más matemática literaria? Se la tengo. Doceavo por duodécimo. De nuevo la víctima es el número ordinal. Conocido como duodécimo o décimo segundo pareciera el bobo de la familia de quien nadie quiere acordarse, de quien nadie habla y nos empeñamos en desmembrar una posición número doce, en pedazos, porque doceavo (y sus “avos” similares) son frac-cio-nes o sea, pe-da-ci-tos. Y en este caso es uno de doce trozos.

Quería hablar de gramatisex (si existe el cyber sex)  tomando como ejemplo la confusión de género de algunos sustantivos y pretendía usar el caso de  Azúcar, sustantivo que siempre creí femenino y que se antecedía con el artículo en masculino para evitar la cacofonía y entonces decíamos: El Azúcar.
Por todo esto, cuando leo u oigo “Azúcar moreno” o “Azúcar oscuro o quemado” pienso en confusiones sexuales. Pero en este mismo instante estoy descubriendo que azúcar es  tan masculino como femenino y el diagnóstico técnico es “Ambigüedad en cuanto al género” o sea, a un paso de la bisexualidad… en fin!
En lo que no hay ambigüedad alguna es en la imagen de indudable feminidad que produce en nuestras mentes los términos actriz y emperatriz sin embargo los repuestos y los talleres nos gusta calificarlos de automotrices (Mi no entienda).

Pero sigamos con confusiones, la mayoría de las personas asumen cuando realmente presumen. Se oye: “yo asumo que ella debe llegar mañana” esta persona está haciendo una conjetura por lo que, entonces, realmente “presume que ella debe llegar mañana”. Cuando se asume algo, se toma responsabilidad sobre ello, mientras que cuando se presume se supone, se conjetura. Usted sabrá.
Acordarse y recordarse. Uno se acuerda de algo y se recuerda (reflexivo) cuando lo hace de sí mismo. Decir entonces, “Yo me recuerdo de ti” es, como decía Cervantes… CHIMBO!

Pero en materia de confusión, me da ternura la gente que usa biombo por bombo y dicen: ¡vuelta y vuelta al biombo! Cosa inaudita en un país con nuestra tradición de jugadores de lotería.
Aunque redundar es un valor literario, hacerlo sin darse cuenta suena divertido. Escuchar  decir “incluyendo incluso” o “incluye inclusive” es tan común que nadie voltea hacia los lados. Pero la reina aquí es: “Dirigirse directamente…” ya parece que fuera obligatorio que aparezcan ambas palabras en la misma oración.
Claro que cuidarse en exceso de redundar puede convertirse en una patología del tipo persecutoria que nos hace ver una en cualquier parte. Creo que de esto sufría un locutor de radio, y juro que esto es cierto, a quien escuché decir: “…dirigidos hacia Asia… valga la redundancia.”

Decía mi admirada Milagro Socorro que hay personas que parece que tuvieran un lenguaje de “salir” y otro para “andar en casa”. Son aquellos quienes dicen, por ejemplo, visualizar por ver, como si significaran lo mismo. En alguna tiendas se lee “Se visualizarán los bolsos de los clientes a la salida” aquí es peor porque, amén de la falta de respeto que supone, se usa como sinónimo de revisar.


Desde la tecnología digital nos ataca el “accesar” y ya casi nadie accede, tanto es así que hay personas que accesan a la educación superior y salen de ella preparados para “aperturar” su empresa propia. A este paso en unos años tendremos “aperturamiento” y seguidamente con el verbo correspondiente, la posibilidad de aperturamentar el accesamiento. Si quiere ríase, pero no lo pare y terminará llorando e incomprendido. Hay que detener este derivatorio de sustantivos a verbos en cascada.




Hay frases que pasan de generación en generación y se mantiene aunque se desprendan de su fuente original perdiendo su lógica y casi su sentido y sin embargo comunican. Cosas de los organismos vivos como el idioma.
Cuando en Venezuela alguien dice: “Esa es la pregunta de las 50 mil lochas” todo el mundo entiende que ésa, no tiene respuesta, es un enigma, en fin, es difícil. Lo que la mayoría no acierta jamás es la cifra, en este caso 50 mil, pero siempre se oye millares de lochas diferentes.
La expresión viene de un programa de concursos de televisión de la época del pleistoceno temprano, si ustedes quieren, pero en todo caso antecesor del Quién quiere ser Millonario de hoy. En aquel programa se concursaba por un gran premio de 8 mil bolívares, que para que sonara gordo se traducía a lochas. Esa moneda, reeditada absurdamente con los bolívares fuertes, era como hoy, la octava parte de un bolívar. Y entonces 8 mil bolívares multiplicado por 8 lochas resultaba un premio de 64 mil lochas.
¡Por una cuestión de tradición, por la alpargata de mota y contra la globalización! Por favor digan “La pregunta de las 64 mil lochas.

Cuando se calificaba algo de ser “pico y pala” se hablaba de lo muy ordinario que era, supongo que por lo básico de esas herramientas.
Cuando alguien peleaba con otro, se decía: “Se guindaron de pico y pata” presumo  que haciendo alusión a la manera de los gallos de pelea que se dan con los picos y con las espuelas de las patas.
Como en la fusión musical tan en boga, se fusionan ambas expresiones y se oye decir de las peleas: “Esos están guindados de pico y pala”… Pero en esa pelea yo sí que no me meto.

Escuchamos en la radio cosas como: “… En el próximo negro seguiremos con nuestro invitado” cuando se habla del siguiente segmento luego del espacio de comerciales y música.
La expresión está invertida con respecto a su sentido original. Ella proviene de la televisión y se llamaba “negro” justo al espacio de los comerciales que no al segmento de programa al aire. Y era  porque el monitor del estudio, durante los comerciales se ponía en pantalla negra hasta el regreso del programa. Por eso se decía: “Después del próximo negro tendremos el segmento final de nuestro programa”. Pregunte usted a cualquier locutor porqué llama negro a ese segmento y no tendrá una respuesta convincente.
Y por último tenemos los eufemismos y lugares comunes pero creo que las condiciones objetivas necesarias para la concentración intelectual no están dadas en este momento histórico, o sea: ya tengo sueño… nos vemos.

Nicolás Baselice Wierman.
@nbaselice en twitter
Instagram @nbaselice
Abril de 2012.


viernes, 13 de abril de 2012

Teoría de colas

Hay colas q parecen (sic) q no tienen explicación! Decepcionan! Uno cree q va a encontrar un muerto o algo, y no hay nada!!
Extraído del Twitter de @LADILLAO

De todas las acepciones de la cola, a saber: pegamento, ensamblaje (cola de milano o de pato), rabo, aventón, peinado, es en su etcétera, significado de línea, fila y orden de turno el más asociado con la civilización.
¿Qué cosa más ordenada que el orden de llegada?

Me cuesta imaginar un escenario precivilizado en el que los comensales hicieran cola para tomar la pieza que más le gustara de lo que quedase de la presa porque los que llegaron primero escogieron antes. Todo lo contrario, es fácil visualizar el autorreparto tumultuoso, ¡todos a una!
Recuerdo haber cursado una asignatura llamada Investigación de operaciones. Allí descubrí la Teoría de Colas que, para decirlo rápido, es el estudio matemático de las líneas de espera. Fue fascinante saber que las matemáticas están en cualquier cotidianidad.


La cola, esa fila de orden resignado es definitivamente la expresión más civilizada del hombre ante la consecución de un servicio o bien.

Los tiempos modernos han hecho que se virtualice esta cola con métodos electrónicos inteligentes que asignan un número en una categoría y el sistema toma la decisión de cuál categoría avanza más rápido (que por cierto, nunca es la nuestra) y las pantallas diseminadas en el espacio indican el turno y así uno no está obligado a seguir a su antecesor cuerpo a cuerpo de la manera más comprometedora: pecho-espalda. La nota autóctona de esta cola virtual la pone el vigilante que en su aburrimiento se dedica a decir de viva voz y con movimientos de policía de tránsito, el número en la pantalla y señalar la taquilla de destino


En Venezuela, la cola, es una expresión que está en la boca u oídos de todos al menos una vez al día, y cito: “Espérame que agarro la cola contigo”, “Esa cola es así todos los días”, “Disculpa, pero es que la cola no me permitió llegar a tiempo” y en el ámbito que nos interesa están: “Me voy tempranito a hacer la cola”, “Esta cola no camina”, “Estoy en la cola desde las cinco y todavía nada”
Son variados nuestros personajes coleros autóctonos.

El adulto mayor útil. Tengo un amigo que llegó a la tercera edad y de ser el dueño de su oficina de proyectos se ha convertido en el mensajero porque él ahora no hace cola en el banco. Ahora es útil e importante.
El cuida cola. Es usual ir en pareja a los bancos y a donde se espere en cola. Aquí una persona es capaz de cuidar un puesto en una cola de tres personas y lo verá de primero y dejando pasar los turnos, con cara de que se siente ridículo y no sabe porqué, y no pasar a la taquilla mientras no llegue su acompañante.
El colero penitente. Acá uno puede llegar a una cola muy larga y preguntar a la última persona si esta es la de depósitos, por ejemplo, y ella le dirá “no sé”. Este hace las colas por penitencia "para torturar la carne".
En nuestro país una cola, como dicen los economistas en otro ámbito, “genera empleo directo a un número igual a la cantidad de personas que la conforma y empleo indirecto a otros como el que la atiende, los que alquilan sillitas, los hidratadores”… en fin.

Las colas usualmente son ámbito de bipolaridad. Coinciden en ellas los dos extremos del humor: el que lo pierde apenas se incorpora y pregunta ¿Quién es el último? porque nunca falta un bromista, siempre de buen humor, que le responda: “usted”.

Alejándonos del rigor histórico y sociológico, creo recordar que fue a partir del llamado Caracazo del año 1989, cuando los saqueos, vandalismos y miedos produjeron diversas escaseces y nos obligamos a hacer colas varias, por razones varias y en sitios varios en un mismo día; que la cola se convirtió en patrimonio nacional y por ende comenzamos a darle perfil de producto autóctono y en un futuro "Patrimonio Cultural de la Inhumanidad".

El gobierno se enorgullece de pagar a tiempo las pensiones a los viejitos, pero eso sí, el mismo día a todos y en persona, y entonces los vemos ordenaditos con sus bastones, andaderas, sillas de rueda, acompañantes y hasta enfermeras en las afueras de los bancos.

Hacemos un tipo de cola sentados, en algún conjunto de sillas dispuestas para ese fin que se diferencia de la sala de espera en que a medida que se consumen turnos los abonados se van levantando de manera coreográfica, se desplazan y se sientan de nuevo. Me gusta creer que somos los pioneros de la OLA animadora en los estadios de fútbol.

La cola de sentados tiene una versión tragicómica, la que se produce durante las votaciones cuando a uno le toca sufragar en un preescolar y debe sentarse en pupitres que suelen ser de dimensiones inversamente proporcional a la edad y elasticidad del votante.

La del cajero automático un sábado en la mañana, banco de Venezuela, centro de Caracas. La urgencia absurda ”es que lo necesito ya” y pierde el “ya” y toda una mañana en una cola, que además, se desarrolla en escaleras que ascienden, de manera que la posición pecho-espalda ya no es tal... (Ahora varía la anatomía)



Los únicos que aquí no hacen cola son los desertores del gobierno. Imagine usted dos bandos: progobierno y oposición frente a frente. En la primera fila de los progobierno está un dirigente que de pronto cae en cuenta de que el gobierno es absurdo y decide cambiar de bando. En una sociedad seria este señor argumentaría su disconformidad, renunciaría a su posición progobierno, se saldría del bando colocándose a la cola de los opositores, que entre nosotros son muchos y de larga data.


Aquí no, en Venezuela ese convertido solamente da media vuelta, queda de frente al gobierno, ahora en campo opositor pero en la primera línea y en las siguientes elecciones aparecerá en puesto salidor en la lista que le corresponda… y saldrá, y se mantendrá en su curul, de la que nunca se separó.

-¡CERO 38 a la 15!...

-Ah, yo… gracias. (Hay que ver que uno si habla tonterías mientras hace cola)



Nicolás Baselice Wierman.

@nbaselice en twitter
Instagram @nbaselice
Enero 2019.
Caracas abril 2012.

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