jueves, 23 de agosto de 2012

La ficción y la fricción.


La escena es como sigue: 10 de la noche, están en el lecho matrimonial viendo una peli escogida del segmento 3D en pantalla de no menos de 40 pulgadas y aparece el sujeto. Ni más ni menos que Thor. La toma en contrapicado a la altura de las rodillas hace aparecer en primer plano parte de la anatomía que  hoy en día parece no ser más importante que “Los Abdominales”. Y esos sí, al ecercársele a uno (Casi literalmente por causa del 3D) tras el paneo vertical de cámara… Ella suspira.

Es en ese momento en el que uno mira de soslayo y piensa “A mi que no me venga a tocar”. Porque, vamos a estar claros, no importa la barriga que uno exhiba, siempre queremos ser su Apolo.
A las mujeres también les pasa y hasta hablan de infidelidad si suponen que uno está pensando (sí, pensando) en, por ejemplo, Scarlett Johansson durante la faena amatoria. Pero hoy me interesa la visión del hombre.


En alguna oportunidad me encontré en esta situación y decidí dejarla fluir. La conversación ante la pantalla transcurrió (Siempre a instancias de mi mujer) desde la calidad de actor que tenía el sujeto hasta el buen ver del que era poseedor. Todo muy civilizado y socialmente aceptable hasta que el sujeto no sólo despojó de la ropa a la protagonista (cosa que siempre agradecí) sino que hizo lo propio con la suya, momento a partir del cual el trayecto de la conversación se aderezó con términos un poco más tibios. Desde un “¡coño!” de oes alargadas hasta un ¡Macho! exclamativo y contundente acompañado por una serie de guturalidades que no sería capaz de reproducir aquí con letras, no por pudor sino por mera incapacidad.

Para el momento de las guturalidades y con mi dignidad fuera de la cama, ella estaba tan pegada a mí que sobraba espacio para una cantidad de muchachos que no teníamos. Yo, prácticamente apenado por la inevitable comparación, pero ella tan bella, absolutamente conforme con lo que iba encontrando. Hoy ya hace mucho tiempo que no estoy con ella y nunca supo que ésa había sido la noche de amor más maravillosa de todo nuestro tiempo juntos.


En esa misma época, tuvimos un vecino de piso actor de televisión y del cine nacional, que si viviéramos en Los Angeles, podría haber sido un Matt Damon cualquiera. A mí me saludaba con confianza y debo reconocer la admiración básica que me producía su trabajo, amén de la posibilidad de decir… “Matt Damon, ah sí, nosotros somos vecinos”. A mi mujer, sin embargo la saludaba de otra manera, digamos que “galanescamente”, siempre llamando la atención sobre algún detalle y haciendo gala, sobre todo, de su tamaño. Al menos eso era lo que ella contaba porque cuando estábamos juntos el saludo se estandarizaba hacia  un “nosotros”. No dejaba de producirme una cierta incomodidad y me mantenía alerta ante cualquier, digamos, amenaza. En nuestras conversaciones de pareja si podía minimizar al tipo, lo hacía. Era mi pequeña venganza por la territorialidad.
En una oportunidad nuestro Matt Damon del piso tocó a nuestra puerta. Era sábado, media mañana, ella preguntó al intercomunicador y me dijo que era “Matt”. Mi reacción inmediata fue decirle, ¿Y tú piensas abrirle con esa batica?, por favor ponte algo más decente. En realidad pensé “ponte bonita” porque si uno supone ser su Apolo, quiere alardear ante “Matt” con su Dafne mientras ésta no se convierte en matica.

Es a partir de estas experiencias que he comenzado a militar en la teoría de la ficción y la fricción según la cual toda estimulación o excitación de la imaginación de mi mujer siempre bien canalizada troca de energía potencial en energía cinético-calórica que deriva en fricción, roces y toques que, en tanto destinatario más a la mano, disfruto en primera persona y lo peor que podría hacer es ponerme tontamente digno y celoso, y desaprovechar ese envión erótico que siempre se agradece y que al final, por si fuera poco, es nuestra gran venganza contra todos esos Matt Damon que conocemos.

Nicolás Baselice Wierman.

Caracas, agosto 2012.



P.S. Por cierto, a cuarenta y tantos días de las elecciones presidenciales en Venezuela estamos en medio de una campaña electoral muy polarizada y hoy descubrí unos dibujos del Presidente-candidato donde pretende generar una ficción de sí mismo. Se promociona así como una suerte de superhéroe ubicuo y omnipresente a través de inflables, cadenas de radio y televisión, y comics del personaje travestido. Por otra parte la fricción la pone el otro candidato con su presencia en la calle, tocando y dejándose tocar por la gente, los electores de carne, hueso y sudor.
Les dejo estas imágenes que ilustrarán lo que digo.





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