Siempre creí
en la enfermedad del presidente Chávez, desde su aparición a mediados del año
2011 en la que, desde la Habana, leyó aquel comunicado que nos lo informaba,
desmejorado en su aspecto, vestido poco dignamente (digo, dada la acasión) y en
términos bastante sombríos, si no en lo textual, sí en lo gestual.
Cierto es,
hoy en febrero de 2013 lo sabemos, que le ha sacado buen provecho político a su
condición de salud con “desapariciones” necesarias por su tratamiento y
“reapariciones” que, aunque cortas, por la energía que mostraba, daban cabida a
la duda. Fue por eso que se comenzó a hablar de que la tal enfermedad no
existía, de que todo era mentira, incluso de la misión lástima según la cual se
armaba todo este tinglado para sumar solidaridades a su alrededor, muy
necesarias en los tiempos electorales que corrían.
Personalmente
me asaltaba la duda ante los testimonios de amigas muy cercanas (Nunca de
hombres, parece que ellas son más abiertas a contar sus experiencias) que
habiendo pasado y sobrevivido al cáncer y sus tratamientos “demoledores”,
argumentaban en contra de la veracidad de la historia del Presidente por sus
demostraciones súbitas de vigor.
En
conversaciones controversiales en torno al “sí, es cierto, y el no, no es
verdad” dejaba una idea que intentaba mediar entre ambas y decía: Creo que el
Presidente no está tan sano como él dice ni tan enfermo como muchos desearían.
Ante la
inminencia de la enfermedad pareciera que, ciertamente, se trató de armar una
estrategia comunicacional que produjera algún provecho. Creo que la aparición
en la Habana comentada al principio, fue premeditada. En ella el Presidente
lee, cosa a la que no nos tiene acostumbrado, con anteojos que no suele usar en
público y con aspecto derrotado, esto no surtió el efecto esperado de la
solidaridad piadosa sino todo lo contrario y, acto seguido, se cambió la
estrategia a la del súper humano que soporta eso y más. De allí, su aseveración,
siempre oportuna, de que ya estaba totalmente sano.
Pero el dato
más indicativo de la existencia de un padecimiento que podría ser severo era el
extremo miedo que Hugo Chávez mostró en su actitud a partir de ese momento. El pensamiento
mágico del Presidente, propio del llanero que es, lo llevó a hacer una suerte
de exorcismo público que comenzó con la inaudita eliminación de la palabra
muerte de su ya repetido hasta el hartazgo “Patria, socialismo o muerte”. Me
parece presenciar la conversación con sus “asesores” diciéndole: “Presidente es
que ha invocado tanto la muerte que quiere hacerse presente” y ante esa
revelación, como siempre, reaccionó negándola por omisión. Ya no se pronuncia
y, es más, siempre que se pueda, se sustituirá por la palabra vida hasta llegar
al lema pleonástico de Vivir viviendo.
Una persona
que se hace llamar “Revolucionaria” con todo lo que implica en la jerga
guerrera de este gobierno y que, a las primeras de cambio, elimina la palabreja
de su grito de guerra, me recuerda el chiste aquél de quien, ante el lecho del
moribundo, le ruega a la muerte “llévame a mi” y la muerte se presenta y
pregunta “a quién debo llevarme” y el personaje contesta con amuñuñamiento de labios que señalan al
enfermo.
Entonces ni
era grito de guerra ni conllevaba ninguna convicción, sólo era un slogan vacío y
propagandístico que lo hacía lucir resteado del tipo “Tenga este vehículo y sea
superior” (?).
Nunca más se
habló de esa muerte que entrega la vida por convicción, tampoco de magnicidios que, obviamente, no
son nada genéricos sino unipersonales. Pero también, amén de las tímidas expresiones de clemencia para con algunos de sus presos políticos, todas las manifestaciones
que lo mostraban aferrado a rituales de fe de cualquier índole con la esperanza
de exorcisar el padecimiento, eran evidencia de un natural y humano miedo a la
muerte pero que, y así lo creo, debería haber quedado en el ámbito estrictamente
privado.
No soy
partidario de esa conseja tonta de que “todo
lo malo se devuelve” y para muestra están Francisco Franco, Augusto
Pinochet, Juán Vicente Gómez; todos murieron en su cama relativamente
tranquilos y en el poder o con él (caso Pinochet). Pero si el reporte sobre la
salud del Presidente publicado hoy en el ABC de España fuera cierto (y hay
indicios de que pudiera serlo por lo que va sucediendo en Venezuela en los días
que corren), lo que sí creo es que una persona con el desarrollado pensamiento
mágico del presidente Chávez, en su lecho de enfermo, en sus espacios de
lucidez, sí debe estar pensando que la vida le está cobrando todo lo que, desde
su más que demostrado resentimiento, hizo en contra de tantas personas, a la
vista de todos en cadena nacional y desde la intimidad secreta y perversa del
poder totalitario, como comienza a develarse.
Así, mientras
lo que tenemos como Gobierno en Venezuela devalúa el bolívar de 4.30 a 6.30 por
cada dólar, el PSUV, partido del presidente Chávez, anuncia que pondrá buzones
en 335 municipios para enviarle "mensajes de amor, estímulo y
agradecimiento"…
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exorcismos.