martes, 30 de abril de 2013

La prestidigitación del CNE


El ilusionista toma una pequeña pelotita, la muestra al público, la frota entre sus manos al tiempo que la oculta de la vista general, las cierra ambas en puño pero la izquierda deja el índice extendido y señalando la otra mano. Nos hace creer (literalmente conduce nuestra visión a la mano señalada) que en la cerrada está la pelotita y amenaza con hacerla desaparecer tras la aplicación de los “polvos mágicos” que están en su bolsillo y que los extrae con la otra mano. Así lo hace, espolvorea y abre la mano donde no hay nada… La pelotita, efectivamente, desapareció.

Se llama prestidigitación, habla de velocidad de dedos, de rápido movimiento de manos pero en el caso del ilusionista es apoyado con la distracción de la vista. De hecho al señalar con el índice esconde en esa misma mano el objeto a desaparecer y es al sacar los polvos mágicos cuando deja en su bolsillo la mentada pelotita. Nos engañó, nos divertimos, de hecho vamos a él para que nos divierta con sus engaños a menos de que creamos en magias y brujerías,  y eso sería otra historia.

En Venezuela luego de las elecciones del 14 de abril el Consejo Nacional Electoral (CNE) se nos ha revelado como un gran prestidigitador. Siempre se nos ha proclamado como los administradores del “Sistema Más Confiable De Mundo” y ciertamente una parte no despreciable del electorado no confía en ese sistema y, participando o no, termina hablando de fraude introspectivamente o a viva voz. Desafortunadamente nunca se ha podido llevar adelante un proceso legal en ese sentido fundamentalmente por falta de pruebas y no es que no existan sino que no contamos con la capacidad logística para recopilarlas.

Nuestro CNE siempre nos ha hecho ver que la votación manifestada en la máquina y validada con la emisión de un boleto de papel que hemos de introducir el la urna, caja o cofre, está “blindada” que es inviolable, inmodificable y que la auditoría parcial que se hace por sorteo posteriormente del 46% de esas cajas, no dará otro resultado que la concordancia de boletos introducidos con el conteo electrónico.


Hasta aquí todo eso es cierto. Aunque sé que la cibernética es la magia negra del siglo XXI y que resultados numéricos electrónicamente caculados serían de muy fácil alteración accediendo a la cadena del proceso de manera inalámbrica por caminos verdes virtuales (Pregúntele al Pentágono de las visitas inesperadas de polizones cibernéticos indeseables) también sé que la emisión del boleto de papel hace la garantía de la coherencia entre actas electrónicas y boletos contados.
Lo que pasa es que nuestro CNE en la tradición del ilusionismo descrito al principio nos pone a ver la máquina electoral que tiene en la mano derecha mientras en la otra mano tiene los polvos mágicos. La diferencia es que en este caso no vamos el día de las elecciones para que nos engañen y nos diviertan sino para expresarnos y a que nos respeten.

Para no hablar de los abusos que desde hace mucho tiempo hacen imposible una campaña electoral equilibrada en Venezuela gracias a la maldita reeleción que pone al gobernante de turno a competir contra la minusvalía de recursos y derechos de cualquier ciudadano que pretenda el poder, decía que para no hablar de eso ya trillado enfoquémonos en el momento de la votación.

El método de los fallecidos y la suplantación de identidad, sobre todo de abstencionistas consuetudinarios, cuya arma “homicida” son los cuadernos electorales se ejecuta justo inmediatamente antes de la “máquina inviolable”. La información de los fallecidos que el CNE y por ende Gobierno y partido, que son una y la misma cosa, conocen, les permite producir documentos a partidarios que les haga posible votar por esos fallecidos y al propio tiempo hacerlo con los “cupos” de los abstencionistas consuetudinarios que por esa misma condición, nunca se enterarán de que hay personas que usurpan sus identidades y votan por ellos.

También están las llamadas Mesas de Migración, que es algo así como Mesas de Votación por nómina. En estas mesas el Gobierno siempre alcanza votaciones de más del 90% en zonas de estadísticas diferentes.

Pero el llamado “Voto Asistido” da ternura. Es el acompañamiento de votantes por alguien que lo ayude a votar (¿decidir?) por alguna supuesta minusvalía. Esta se convirtió, a través de varios procesos, en una práctica descaradamente perversa mediante la cual hubo mesas en las que una misma persona “asistía” a más de veinte electores. Insisto, todo esto sucede justo antes de la inviolable máquina electrónica.


Y por último están las acciones que yo llamo desesperadas porque son de obvia exposición pública que configuran, más que delitos electorales, actos de delincuencia común. Estas aparecen en las dos últimas horas del proceso de votación. Esa ampliación del horario decidida por el CNE hace dos elecciones que, sin mayor explicación, alargó de las 4:00 hasta las 6:00 de la tarde el horario hábil, permite que, sabiendo el estado de los resultados en tiempo real por cualquier método normal como las encuestas a boca de urna y, en nuestro caso, por esa suerte de lista-nómina, se busque y traslade aún contra su voluntad, a electores que a esa hora podrían haber decidido no votar.
También en esas dos horas (en esta oportunidad) se produjeron, más que amedrentamientos, el despojo de documentos de identidad a punta de pistola en colas para votar en mesas de tradición opositora. Además del desalojo, también a mano armada, de testigos opositores en mesas donde los resultados podrían resultar adversos al Gobierno, en la lógica de que si no hay testigos de un lado se puede reeditar el cuartorrepublicanismo tan manido por el Gobierno del Acta Mata Votos (ahora electrónicos).

Con diferencias de votación muy altas resulta poco efectivo hacer reclamos de transparencia porque la cantidad (votos) siempre podrán menospreciar y hasta ignorar la calidad (fraude). Por eso la inmediatez, que a mi parecer es sensatez, del reconocimiento temprano de la derrota de los candidatos Rosales y Capriles en su momento. Pero con una diferencia de menos de 2% el reclamo, no sólo es posible, sino que prosperando o no, siempre será ganancia política. En la auditoría solicitada, que no reconteo, donde se incluyeran los cuadernos electorales, se pondrían al descubierto con nombres y números los polvos mágicos que el CNE riega sobre la máquina en el proceso de votación que diseñaron para la reelección perfecta.

Sabemos hoy que no habrá auditoría que incluya los cuadernitos, ya el CNE sabe que quedará en entredicho. El paso siguiente será la impugnación ante el Tribunal Supremo de Justicia. ¿Se arriesgará el TSJ a caer en el mismo plano de CNE ante los ojos de propios y extraños? Particularmente creo que sí. Están allí y creen que impunemente para toda la vida… allá ellos.
Queda demostrado que una avalancha de votos, es decir el voto masivo de la opción que en la realidad sea la mayoría, impide al final y pone en evidencia al principio, cualquier intento de voltear la decisión de esa mayoría.

Actitudes derrotistas del tipo: "para qué votar si se van a robar la elección", sólo hacen posible que el CNE pueda mantener su acto de prestidigitación con las máquinas en la mano derecha y sus polvos mágicos en la izquierda. 

La participación masiva permitirá, como hoy se ve posible, que nos levantemos de entre el público y le gritemos que abra las dos manos y descubrirle así el truco al ya viejo prestidigitador que por no retirarse a tiempo muestra su decadencia.

Nicolás Baselice Wierman.
Caracas, abril 2013.

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