miércoles, 29 de febrero de 2012


El Ghetto como política de inclusión

“Se le recuerda a los usuarios que los asientos azules están reservados para los adultos mayores, mujeres embarazadas y personas con movilidad limitada” 


Este es el mensaje que en el Metro de Caracas se oye cada cierto tiempo durante el viaje, que por ser en vivo, o sea, dicho por el operador supongo que será a su aire y cuando lo crea conveniente. A decir verdad no he notado nunca un patrón reconocible de frecuencia de emisión en esos mensajes.


“El vagón de la dignidad” que es como se le denomina oficialmente, amén de ser en rigor sólo un tercio de vagón, es además un espacio en el que se aglomera este grupo de usuarios especiales y la verdad es que hay veces en las que los puestos no son suficientes. Pero hay más, en el resto de los vagones (Que por contraste suponemos que son los de la indignidad) las personas no sólo no ceden el puesto a estos pasajeros con condiciones especiales, sino que se molestan si se les demanda y hemos oído decir en voz baja y a veces no tanto, cosas como ¡Que se vayan a los asientos azules!

En fin, “el ghetto de los leprosos y los deformes”. Con razón se dice que el camino del infierno está pavimentado con buenas intenciones.

No sería más conveniente una campaña del tipo: “Ceda el asiento a quien más lo necesita” que además de hacer de la totalidad el tren de la dignidad, educa en la cortesía, consideración y otros etcéteras.

En el mismo sistema Metro hay un llamado para registrarse como minusválido. Esto con el fin de dar un trato preferencial a las personas con esa condición. Los trámites no se hacen en la estación que más utilice el interesado, sino que hay que trasladarse a la torre (este u oeste, no recuerdo) de Parque Central para consignar los papeles y obtener el carnet de reconocimiento. Por puro prejuicio supongo que no existen en ese sitio ni rampas ni condiciones especiales para el acceso y circulación de las personas con algún problema de movilidad.
Yo me pregunto, qué clase de minusvalía se debe tener para que sea necesario el burocratismo de un carnet para ser atendido preferencialmente por personal del Metro, cuál es el impedimento para que no se pueda solicitar ese trato en nombre de la cortesía, la solidaridad y la consideración del que lo necesite.
Por ejemplo, si yo sufriera de disfunción eréctil seguro que me sentiría minusválido. Acaso califico para registrarme como tal y recibir un trato compasivo en ese sentido. Y digo más, cómo sería la foto de ese carnet, ¿acaso de cuerpo completo?… digo yo.
El concepto de incluir al excluido tiende a pasar por el hecho legal y paradójicamente produce una nueva condición de injusticia. Por ejemplo, cuando se legisla para que un porcentaje predeterminado de mujeres deban ser postuladas a cargos de elección popular se está diciendo que la condición de mujer es suficiente para esos cargos y en la misma línea de razonamiento debería ordenarse la alternancia de géneros en la Presidencia de la República en los sucesivos períodos presidenciales. Tendríamos así la postulación a la presidencia sólo de hombres para un período y para el siguiente, la postulación exclusiva de damas.
La inclusión, el reconocimiento del otro, las solidaridad con el accidentado, son temas que en la sociedad actual deberían ser ya naturales y de sentido común.
Legislar para grupos específicos, es como reglamentar el sentido común. Aademás de reconocer la exclusión hace de esos grupos, en muchos casos, los mismos excluidos pero con derechos, es decir, una suerte de ciudadanos especiales.
Trocamos un ghetto por otro.

Nicolás Baselice Wierman.
@nbaselice en twitter
Instagram @nbaselice


Caracas, febrero 2012.

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