viernes, 9 de marzo de 2012

Gasolina y opulencia


La escena es de un contraste socialmente absurdo: desde el bunker de vidrios ahumados se abre una pequeña rendija por la que salen sólo dos palabras “póngalo full” (aunque normalmente se tutea. Como por responsabilidad social, digo yo). Mientras la gasolina llega a tope salen cuatro palabras más en una pregunta: ¿Me lo revisa adelante? (ésta es casi siempre la voz de una dama). Cumplidos ambos requerimientos, ya full, ya revisado adelante donde ”todo está bien” se emite el tercer sonido desde la rendija de seguridad: ¿Cuánto es? Y acto seguido se pagan los 3 bolívares con 85 céntimos por unos cuarenta litros (perro!! Estaba seco!) con un flamante billete de 5 que equivale casi a un dólar americano y he aquí que se manifiestan dos actitudes posibles: la del que deja la mano extendida esperando su cambio o la del que entrega el billete y emite, el ahora sí, último sonido, “déjalo así, gracias” mientras se mira en el reflejo interno del vidrio ahumado en toda su magnánima generosidad, cierra la rendija y parte.

Si alguien me preguntara dónde se ven las caras los dos extremos dinámicos de la sociedad venezolana, yo diría, sin dudar, que es en la estación de servicio.

Aquella imagen de la gran señora que sale de la iglesia y mira en picado al mendigo al pie de la escalinata y le suelta unas monedas en la tradición de “Dios se lo pague” de Arturo de Córdoba, ha sido sustituida por la del islero que atiende el surtidor de gasolina frente al comprador que viene a poner “full de 95”.

El conductor de un vehículo de lujo, más aún si es rústico (que todos son de más lujo) pone combustible en el mismo sitio que lo hace la moto china y el Lada destartalado que va quedando por allí y tienen en común al islero o mal llamado “bombero”.
Esta persona que debe trabajar por algo más que el sueldo mínimo le suministra gasolina a un vehículo que puede costar unas 200 veces su paga mensual para llenar su tanque por un costo tan pero tan bajo que habría que poner más de 2 millones de litros para alcanzar el precio de mercado de ese vehículo. Esto es un tanque de 1Km. Por 1Km. de base por 2Km. de altura. (La represa del Guri desarrolla 1,3 Km. y tiene apenas 162 m. de alto)

Si la cacareada lucha de clases se llegase a dar en términos de confrontación cuerpo a cuerpo, la primera escaramuza se daría en la estación de servicio donde la opulencia y la miseria se ven las caras. Cuando una persona que no está en ninguno de los dos extremos llega a este sitio suele sentir como vergüenza ajena que lo coloca en la ridícula situación de no saber si dejar propina o no, porque la verdad sea dicha, el monto de la compra ya parece una propina y dejar el doble o más de lo que se consume suena como demasiado aunque no alcance, de hecho, para tomar café sentado.

El tema del costo de la gasolina en Venezuela es otro de nuestros absurdos emparentado con la tradición de mitos y leyendas. La historia oficial cree y cuenta que el Caracazo se dio por el aumento de la gasolina decretado en esa oportunidad y a casi 30 años de ese suceso la gasolina sigue costando casi lo mismo de aquel decreto.

Todo el que puede y algunos que casi no, tienen carro. Todos lo usan todos los días. Todos se miran las caras de un vehículo a otro desde la soledad de su cabina. Todos se quejan de las colas. Todos piensan: si hubiera un transporte colectivo digno, eficiente, limpio, la gente dejaría su carro en casa y habría mucho menos tráfico. Todos piensan lo mismo, que cuando eso suceda, ése de al lado dejará su carro en su casa y “yo podré circular más rápido y bajará mi stress”.

Yo estoy seguro de que si los precios de la gasolina alcanzaran la cota, no internacional, sino al menos el precio de la no pérdida, cuando ese costo deba ser considerado en el presupuesto familiar para decidir cuándo salimos de paseo y hasta dónde, descubrirán nuestros conductores solitarios que el transporte público no es tan indigno como ellos suponen que es.

Si el precio se nivelara junto con la tarifa de los estacionamientos, que por cierto, una hora se debe pagar con una moneda que no existe llamada locha, allí sí que no habría colas y al mismo tiempo la presión de tanta gente necesitada de transporte colectivo (El del Lada, el del otro, el islero) presionaría a autoridades y estimularía a particulares a proporcionarlo y carro nuevo es carro nuevo.

Yo creo que Venezuela es el único país en el que se convoca a marchas y jornadas de protesta y se proporciona una lista de estacionamientos donde los asistentes pueden dejar  sus autos.

Me recuerda un concierto de gran tralalá en Inglaterra donde John Lennon decía al público con ironía: "Los del gallinero pueden aplaudir, los de los palcos basta con que hagan sonar sus joyas."
… así las cosas.



Nicolás Baselice Wierman.
@nbaselice en twitter
Instagram @nbaselice
Marzo 2012.


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