Si algunas caracerísticas constantes tuvo el Gobierno del presidente
Chávez fueron la nostalgia, la improvisación y la desarticulación y todas desde
una atmósfera de capricho incontestable. Sólo el vértigo de la sucesión de
eventos políticos en estos quince años difuminaban rápidamente ante la vista (y
la memoria) esa condición.
Ver al Presidente en cadena nacional de radio y televisión trazando líneas
de colores sobre un mapa mientras decía algo como “Yo creo que desde aquí hasta aquí puede haber un desarrollo
habitacional que se apoye en este centro productivo que estará en este lado y
que se convertirá en un polo, mejor dicho, en un Gran Polo Industrial…”,y
eso se convertía de inmediato en un proyecto, no una idea, un proyecto, con
asignación de recursos económicos y todo, que a la vuelta de poco tiempo se
convertía en la famosa “Primera Piedra”y hasta allí llegaba. Fueron así las
historias de la improvisación y desarticulación tantas veces repetida “en vivo
y en directo” y otras contadas de su propia boca, aunque en diferido, como el
cuento del caballito del escudo nacional, éste más emparentado con el capricho.
O la historia de que mientras pasaba en su caravana presidencial al
lado de un gran edificio (ciertamenete una mole cerrada) por cierto a pocas
cuadras del palacio de gobierno, y quiso saber qué cosa era eso. La respuesta “Un Centro Comercial por inaugurar,
Comandante” le pareció terrible y lanzó su reiterado “Exprópiese” y el decreto tardó sólo horas en aparecer mientras los afectados aparecieron de
inmediato. Hoy, unos años después, la gran mole pasó de un imaginado centro de
estudios o alojamiento de economía popular informal hasta concretarse en
refugio militarizado de damnificados por las lluvias, testigo de historias
ciertamente abyectas de soterrados delitos. Si el Presidente en el momento de
ese descubrimiento hubiera girado el cuello al otro lado hubiera visto la Torre
David, ya en ese momento más peligrosa que la mole por expropiar. Pero eso
sería otra historia y definitivamente otro tema. De nuevo capricho e
improvisación pero además, desarticulación porque las últimas informaciones
hablan de la posible devolución de la mole a sus dueños legítimos… en fin.
Pero es la nostalgia a lo que yo más temía porque, además, podía
adivinarla cuando aparecía en su mente-verbo. Escucharlo en ese trance era como
ver Tiburón cuando la banda sonora anunciaba la aparición del animalito. En el
discurso del Presidente al aparecer la nostalgia le cambiaba las formas y el
ritmo de las palabras. En ese instante, el espectador sabía que venía el animalito. Abría el puño, desaparecía el índice acusador y se convertía en un dedo
gregario que junto a sus otros cuatro congéneres hacía una palma que se podía
mover con suavidad de izquierda a derecha, en plano o con ondulaciones pero
insisto, suavemente. Los pliegues de severidad del rostro ya no estaban, en su
lugar posiblemente una ceja levantada, una semi sonrisa indescifrable y, eso
sí, los ojos entrecerrados. Y entonces el cambio de ritmo del discurso, la
alteración de las palabras, el alargamiento de vocales se convertía en el
propio Tum, Tum, Tum, Tum… de su Tiburón particular, el sound track de su
nostalgia.
Decía por ejemplo, “imagínense
ese ríiiiiiioo, con casiiiitas a lado y laaaaaado con mi pueblo sembraaando… como
cuando yo me trepaba a las matas de topooooocho…” y la mano extendida que
virtualmente se desplazaba por encima del río. De ese trance nacieron, la Ruta
de la empanada, la Universidad en Miraflores, los gallineros verticales, los
sembradíos urbanos, el eje Orinoco-Apure y dejo aquí abierto para que usted coloque sus etcéteras.
Si alguna historia es, para mí, representativa de lo dicho arriba es la
del diseño del nuevo cono monetario venezolano necesario por el proyecto de
Reconversión Monetaria que a partir de enero de 2008 entró en vigencia y en el
que se trabajó desde varios años antes.
Recuerdo al Presidente en una de sus cadenas de radio y televisión
hablando del tema, cuando aún era una posibilidad apenas, y en evidente trance
nostálgico y decía: “Así podremos de
nuevo ir a la bodeeeega, ¿Recuerdan las bodegas?, y deciiir dame una locha de
café. Ah las loooochas, tendremos de nuevo las loooochas, ¿Se acuerdan de las
lochas?”.
Para los que nos sintonizaron tarde, la locha era una moneda fracción
de la unidad monetaria, heredada de finales de 1800. Aunque el nombre oficial
de la moneda pasó de peso venezolano a venezolano a secas hasta llegar a la unidad
bolívar decretada en 1879, también es verdad que popularmente se le llamaba a
la unidad “Real” cuyo valor era la mitad del bolívar decretado. Ese “Real”
estaba dividido en mitades llamadas, lógicamente, “Medios” y en cuartos llamados
“cuartillos”. Estos cuartillos eran las lochas de la nostalgia en el siglo XXI.
De allí esta cosa tan venezolana de llamar “Medio” y “mediecito” (por su
tamañito) a la fracción que realmente hoy es la cuarta parte. Al aparecer el
bolívar como unidad, presumo que por cuestiones
cambiarias en las que los
venezolanos de hoy somos casi expertos,
ese bolívar tenía el valor de dos
reales devaluados, la antigua unidad.
Los abuelos que vivieron casi todo el siglo XX hablaban aún de dos
reales y medio para decir un bolívar con 25 céntimos, decían cinco reales
cuando algo costaba dos bolívares con 50 céntimos.
He aquí que entonces las fracciones “medio” pasaron a ser 0.25 es decir
cuartos de la unidad y el “cuartillo” era ahora 0.125 o sea un octavo de la
unidad. De esto sale un refrán muy elocuente que se refiere a lo inacabado,
incompleto, a medio hacer que reza “Déjalo
así en real y medio y cuartillo” o sea, a un cuartillo de completar el
bolívar, dicho de otra manera a una locha del bolívar.
Volvamos entonces a la Reconversión Monetaria decretada en marzo de 2007,
que consistía en dividir entre mil los valores existentes. Dicho fácil, eliminar
tres ceros de la derecha a las cifras en dinero para obtener el nuevo valor. Parece
fácil pero trajo confusiones como la del joven que lanzaba a la autopista las
monedas de 5 bolívares viejos de sus propinas porque él creía que no servían o
la de mi padre que le coincidió la senilidad con la transición monetaria y de
allí en adelante perdió otro tema de conversación.
Una suerte de leyenda urbana se desarrolló puertas adentro del Banco
Central de Venezuela según la cual, la persona encargada de firmar la
aprobación del cono monetario, se negaba a hacerlo mientras mantuvieran la
locha incorporada. La locha, esa octava parte de la unidad, no tenía en la
actualidad mayor sentido ni matemático, ni cambiario, ni de valor… Ah, pero el Presidente
en aquel trance nostálgico la había mencionado y así se hizo “decreto”. Cuenta
esa leyenda que el hombre renunció a su cargo… llegó otro que firmó… y he allí
la locha, flamante y evocadora hasta en su clásico diseño, como vintage de
siglo XXI.
Créalo o no, pero como los cuentos de mi hijo, “Si non e vero e bien trovato”.
Era esa locha de la Reconversión tan complaciente como absurda.
Complaciente ya sabemos porqué. Y absurda por lo siguiente. En las piezas de
divulgación educativa en los medios en general decían así: “Tome la cifra a
considerar en valores de la vieja moneda, divídala entre mil y el resultado
será el valor en bolívares fuertes” (que así se le llamó temporalmente la nueva
denominación mientras la transición) y seguía “…si el resultado le arroja más
de dos decimales, elimine el tercero y redondee el segundo, hacia arriba si es
5 o mayor que 5 o no lo altere si es menor que 5. Un ejemplo, si tiene 2mil 625
bolívares viejos y los divide entre mil obtendrá 2 bolívares fuertes con 625
céntimos. El tercer decimal 5 desaparece y convierte el 2 en 3 al redondear
hacia arriba y la cifra final en bolívares fuertes será Bf 2 con 63 céntimos."
(Bs. 2.625/1.000=Bf. 2,625 y redondeando Bf. 2,63 listo)
Bueno, ya el instructivo desechaba las cifras con tres decimales,
indicaba un artificio para salir del tercer decimal incómodo, pero nos entregaba
una moneda de tres decimales en el nuevo cono, con el valor de Bf. 0,125… ¿Es o
no absurdo?, ¿Está o no bien renunciado si así lo hubiere hecho?
Cuando era pequeño, había un panadero de motocicleta con caja lateral
de tres ruedas, que en las tardes pasaba por casa y llevaba entre otras cosas,
pan dulce pequeño y caliente. Las llamaba tunjitas y las vendía a centavo, es
decir, a cinco por medio. El hombre aquél, generoso, hoy lo sé, nos daba tres
tunjitas si lo que teníamos era un locha. Nos correspondería dos y media y hoy
nos darían sólo dos. Él, portugués y generoso, nosotros niños, pícaros y venezolanos,
lo esperábamos con lochas y cada dos lochas (por separado) conseguíamos seis
tunjitas… Así éramos, así somos.
Si con la locha nueva, octava parte del bolívar fuerte, hacemos un
depósito cada vez, cada ocho depósitos tendremos en nuestra cuenta, no 1
bolívar, sino 1,04 bolívares. Esto es así porque el 0,125 del depósito deberá
redondearse a 0,13 y eso multiplicado por 8 será Bf. 1,04. Una ganancia del 4%
inmediato. Estoy seguro de que un buen capitalista perverso podría haberle
encontrado la vuelta a esta condición generada por la complaciente y aduladora reaparición
de nuestra caprichosa y nostálgica locha.
Antes de ayer decidieron prolongar el velatorio del presidente Chávez
por siete días más, también, de pronto, decidieron embalsamar su cuerpo para su exhibición
permanente. Ayer se juramentó su heredero político Nicolás Maduro como
Presidente Encargado entre apoyos y rechazos, y esa condición será tan temporal
como determine el Consejo Nacional Electoral. No tenemos mucho para prever en
la Constitución. Sólo pasará lo que pase. Los funerales han sido un exceso de nostalgia,
improvisación y capricho. ¿Es acaso éste el último delirio del Presidente?
¿Quién toma el testigo?
Nicolás Baselice Wierman.
Caracas, marzo 2013.