viernes, 20 de enero de 2012

Buhonear


La buhonería, término de relativo reciente uso (e intensa mutación) dentro de la sociedad venezolana, es una actividad que hoy en día tiene tradición de generaciones. Digo de reciente uso porque aún en los años 60 hablábamos de “vendedores ambulantes” porque de hecho deambulaban con su mercancía a cuestas por lo que, aunque el término no se utilizaba, la definición de buhonero era exacta.
El diccionario Larousse 2010 dice: BUHONERO, A s. persona que tiene por oficio vender mercancía de poco valor de manera ambulante. Y más aún, define la Buhonería, no como la actividad sino como la mercancía de poco valor que comercializa el buhonero y, finalmente, denomina la actividad como Buhonear.
Despachemos de una vez esta última. Nadie, en esta tierra plagada de buhoneros utiliza el verbo buhonear. Creo que definitivamente es una decisión estética. ¡Qué palabra fea! Y esto es una opinión muy personal, como dicen por respeto, los elegantes al hablar. Pero haga usted el ejercicio de conjugarlo completo en todas las personas del plural y el singular y dígame hasta dónde llega sin sentir la sensación de que está tratando de expulsar de la garganta algo que no debería estar allí.
Recuerdo a mi madre hablando de los vendedores ambulantes en nuestra “Autóctona neoyorkina Quinta Avenida” que era la Urdaneta de Caracas a principio de los años 60, ciertamente desplazándose entre los transeúntes, preferiblemente en el sentido contrario al mayor flujo para así ver de frente a sus potenciales compradores. Con el tiempo estos ambulantes se hicieron un tanto estáticos  (no sé si por la edad) al colocar la mercancía en el pavimento sobre una tela que a la hora de escapar de la autoridad (Porque siempre ha sido ilegal) se convertía en un saco al unir sus cuatro vértices, por lo que, y entre ellos, se llamaban “cuatro esquinas” refiriéndose a la manera de transportar su mercancía. Esto podría marcar la transición de nómada a sedentario interruptus del buhonero originario.
Nuestra economía, que siempre ha sido como experimental, que cuando el modelo es claro no es sostenido y cuando es sostenido es probadamente fracasado, o sea una economía en formato beta, le ha dado a la Economía Informal (como se dice ahora) todos los insumos para institucionalizarse.
De nuestra formación académica salimos como el título de la novela de Javier Vidal “Todos eran de izquierda” pero nadie quiere recibir órdenes, todos queremos ser jefe. La expresión “negocio propio” está, si no en la boca de todos, sí en su imaginario. El histórico poco rendimiento del dinero hizo del “Rebusque” una actividad que, de alto o bajo perfil, multiplica esa plata a una velocidad mayor que una cuenta de ahorros con intereses, sin importar el monto que se maneje.
De la observación directa, sé de puestos de buhoneros que son atendidos “por sus propios dueños” por tres generaciones en el mismo sitio sin importar la precariedad de sus instalaciones. Son personas que no han vivido otro modelo que el de la “Independencia” que les permite su “Negocio Propio” de comenzar a la hora que quiera, mercadear lo que le plazca y hasta contratar un encargado, lo que le consagra como “el Jefe”.
A la fecha el significado original ha evolucionado, por lo menos en Venezuela. Ya ni los heladeros de carrito son ambulantes. La mayoría de ellos tienen su esquina o plaza propia tomada y allí se mantienen estáticos con clientela fija y cautiva. Quién puede hablar de “mercancía de poco valor” cuando se venden en esos puestos juguetes y electrónicos de hasta más de dos sueldos mínimos, calzados de “marca” a unos precios que justifica la seguridad de ese local informal porque lo depositado es una inversión de cierto calado, sin hablar de la colocación de lentes de contacto, implantes, tatuajes, en fin, “Nada de lo humano les es extraño”.
La demolición de los puestos de buhoneros en lo que algún día fue la plaza Diego Ibarra, hoy recuperada, demostró no sólo lo estable del lugar sino su trascendencia. Era un referente comercial latinoamericano conocido como “Saigón” que atraía clientes desde el cono sur.
Este sitio fue la máxima expresión de la evolución del sedentario interruptus a sedentario stativus.
Todos queremos ser buhoneros. Lo vemos en vísperas de la zafra navideña. En ese momento proliferan estos vendedores de toda cosa en cualquier espacio acondicionado o no, en el que se pasan los días que, eso sí, todos dicen, y cito: “Son días para compartir, estar con la familia, reflexionar sobre nuestra condición humana y hacer planes de futuro” ¡mentira cochina!


Claro si usted monta su puesto en el Cafetal y tiene un título universitario no querrá ser llamado buhonero e inventará su propio eufemismo. Alguna vez escuché uno muy sifrino en inglés que lamento no recordar pero el que sí recuerdo es en castellano y decía “Yo soy economista informal”
Se acaba el espacio y quedará para otra ocasión, pero el Buhonerismo, se ha convertido en un paradigma de país y lo podemos constatar desde las profundidades en los trenes del Metro con los vendedores, pedigüeños y artistas; un poco más arriba con los vendedores de tickets que compiten con las taquillas formales encima de ellas; al salir de allí encontrará una o dos carpas militares de campaña en el centro de una plaza, redoma o acera si da el ancho; y una avenida como la Bolívar convertida en mercado a cielo abierto (y paso cerrado) donde le pueden vender un pernil a bajo precio o despistar un cáncer de próstata gratis.
Pero lo dicho, se acaba el espacio y ahora el tiempo, voy rapidito a hacer la cola. Mi marchante, el del puesto de la esquina de mi edificio trajo leche y aceite de maíz. ¡Chau!

Nicolás Baselice Wierman.
@nbaselice en twitter
Instagram @nbaselice
Enero 2012.

Todos los PodCast de YdeashoyRadyo

Followme_230x40_white

Curiosea nuestras gavetas

Comentarios-Opiniones-Saludos

Lo más visto en 30