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domingo, 19 de julio de 2020

El desengaño amoroso de los glaciares andinos.

A Nicole,                                 
Prueba de que el futuro está aquí.



De niño, urbano como fui, me parecía muy especial el que un país, el mío, sin tener muy claro lo que eso significara, tuviera todo lo que uno veía en la tele, esa novedad que nos traía toda la monocromía del mundo al hogar. infinitos que se movían entre Macuto y Los Caracas allende Naiguatá.

Películas de selvas   -así es Guayana-  decían en casa, de desiertos   -Mira, como los Médanos de Coro- escuchaba, o aquellos documentales de alpinistas, (como le decíamos hasta hace muy poco  a todo el que escalaba montañas) acotados por un “Nevados como en Mérida”. Pensaba que lo teníamos todo aquí adentro. Yo aún no lo había visto pero me bastaba con los testimonios de quienes me rodeaban. Sólo para las historias de piratas tenía una referencia tangible: mis inmensos mares

Poco a poco fui conociendo esas humedades, calores y fríos de los climas que nos guardaban los paisajes nuestros. Conocí los calores desérticos y las arenas de Falcón y así, los Médanos de Coro. Recuerdo una conversación con una señora ya de edad avanzada que nos hablaba de los médanos, en el zaguán de su casa, típica colonial del sitio, en términos humanizados.
-Hoy amanecieron alborotados – decía la señora refiriéndose a las arenas.
- Se comieron la vía y están ahí echa'os. -Y concluía- Ahora habrá  que llevar la máquina a que los empujen.
Los trataba como si fueran gente, como muchachos traviesos que así como cortaban la carretera podían mover o desaparecer un montículo, que si servía de referencia orientadora a los nuevos visitantes, lo efímero provocaba que se extraviaran. Así se llevaban ese recuerdo a manera de souvenir de la travesura de “los muchachos”.


De todos esos climas y sus naturalezas era, para mí, la nieve y el frío lo menos natural y por ello insólito. Que el agua de mares y ríos se moviera y se regara, al final era agua, era obvio. El calor de desierto bajo el sol era obra lógica de ese sol. Pero las cumbres nevadas donde el agua ya no era líquida sino que se hacía sólida. Donde a pleno sol las temperaturas dejaban los ceros altos, era demasiada magia absurda.

En la escuela me explicaron las imágenes de la tele con una leyenda que confirmaba mi sospecha: ese  frío era un sortilegio. Escuché allí, por primera vez, la leyenda de Las Cinco Águilas Blancas, recopilada de la tradición oral de los Mirripuyes y que hablaba específicamente de nuestras cumbres nevadas de Mérida.

La leyenda decía más o menos que Caribay, hija del Sol Zuhe y la Luna Chía, vio volar cinco águilas blancas y quiso adornarse con sus plumas. Las siguió tras el rastro de sus sombras por valles y montañas. Desde esas alturas logró verlas posarse en un risco.
Aprovechó su quietud y fue hacia ellas pero no pudo hacerse de sus deseadas plumas. Las águilas estaban congeladas, eran cinco enormes masas de hielo. Caribay, aterrorizada, huyó. A poco, su madre Chía, se oscureció y las cinco águilas despertaron. Enfurecidas, sacudieron sus alas y la montaña toda se cubrió con el plumaje deseado.

Formó parte de mis fantasías por algún tiempo hasta que me encontré con ese paisaje. Descubrí, como en Coro, que la gente establece relaciones entrañables con su entorno y especialmente con los fenómenos y formaciones naturales particulares de sus regiones y de hecho parte de su tránsito vital termina siendo orientado por ese entorno natural. Creo que una forma de propiciar esa fraternidad es asignándole un alma. Convertidos en seres animados hace natural el tutearse con ellos. Esa leyenda de las Cinco Águilas es una muestra de eso.

El recopilador de la leyenda fue Tulio Febres Cordero un merideño que se me hace un soñador pragmático, poliédrico dirían ahora, cuya vida giró en torno a su ciudad y desde muchos ángulos, de las letras a la ciencia. En mis visitas a la zona, ya por trabajo, ya por placer, las conversaciones acerca de los picos nevados se desarrollaban en pronombres de nosotros, vosotros, ellos que equiparaba cualquiera de los glaciares con un humano más.

En alguna oportunidad escuché decir que los glaciares “Tienen masas de hielo suficientes para prepararle sorbetes al mundo entero por centenares de años”. Los presentan como quienes comparten sus golosinas, sus meriendas, lo que nos habla de esa humanización.



Pero esto va más allá de sólo un decir. La verdad es que esos sorbetes se hicieron realidad y bajaron a la ciudad. A comienzos de los años ochenta Manuel Da Silva decide abrir una heladería, Coromoto la llamó. Aunque él confiesa que al retirarse de la fábrica de helados en la que trabajaba, decidió comercializar sus propios helados, yo creo que más bien decidió por la poesía.
Conocí a Don Manolo, como le llaman todos, en su heladería, modesta como la mayoría de los sitios en Mérida para esa época. Nos contó que llegó de Portugal  (tierra de nobel de literatura y grandes poetas) a Mérida, la que adoptó como su ciudad. Se deslumbró con la nieve de los glaciares, se impresionó con los colores de su agricultura y los sabores de la cría y la pesca del sitio y de allí obtuvo la materia prima para su obra: helados, en plural. Tan en plural que más de treinta años después, se conoce como "Heladería Coromoto, la de los mil sabores" la verdad es que eran algo más de 850 y por ello dos veces Record Guinness.

Me parece una hermosísima actividad íntimamente relacionada con su región que la identifica y lo identifica, además de entregar a locales y visitantes miles de pequeños glaciares de colores y sabores con los que, a lo mejor sin quererlo, hizo honor a esas cumbres nevadas que coronaban su mundo adoptado.

Es interesante conocer en sitio, para mejor comprenderlo, la íntima relación de los habitantes con su entorno. Por ejemplo cuando nos contaban de antepasados que mantuvieron una relación bien particular con sus glaciares que fueron proveedores…  de frío a domicilio.
Los hieleros eran intermediarios entre las nieves y los hogares. Trasladaban kilos, unos veinte por persona, que con logística rendidora de dos medios viajes con la mitad de la carga y un medio viaje con toda la carga, llevaban la encomienda de la montaña proveedora al pueblo que lo agradecía.
Los hieleros atendieron las encomiendas de los picos nevados para los lugareños hasta que hubo la primera planta productora de hielo y las primeras neveras. El frío domesticado. Me gustó ver la heladería de Don manolo como una herencia de los antiguos Hieleros.

Hace unos meses me topé con un trabajo editorial que hablaba de la desaparición acelerada de los glaciares. Esas formaciones que me fueron tan atractivas desde niño. Que de tan natural presencia y (ahora) cercanía dimos por dada, resulta que es una “especie en extinción”
Nicole: el futuro 









La visita reciente de dos generaciones de mi descendencia al páramo andino y el intercambio de lluvia de imágenes, que a la velocidad de hoy, produce un minuto a minuto de la visita desde la distancia, me confrontó con lo efímero de la vida (Otro concepto de la misma escuela que me contó lo de las Cinco Águilas).
Mientras yo de niño fantaseaba con imágenes nevadas en blanco y negro, esos glaciares o esas Cinco Águilas, si lo prefieren, invitaron, bienvinieron y alojaron a visitantes que, más allá de lo contemplativo, interactuaron deportivamente, hombre-natura, en actividades tan extremas como el descenso en esquí sobre nieve.
Hasta los años sesenta  sólo había cinco pistas de esquí consideradas como las más altas del mundo y una de ellas estaba en nuestra Sierra Nevada de Mérida. Era el Pico Espejo. Ciertamente no es una de las cinco Águilas Blancas, pero eso sería solo un detalle porque desde él podía verse la continuidad nívea  de las cinco aves legendarias.

Año 1956 - Fotografía cortesía de Venezuela Inmortal





A un lado, los Picos Bolívar, La Concha y, como uno, el Humboldt y el Bonpland, compartiendo una misma estructura. Al otro, los picos El Toro y El León.

Parece mentira  hoy a tan relativamente pocos años estemos presenciando la desaparición de esos glaciares al extremo de ser testigos de la agonía del último de ellos.
Otra evidencia de cómo el entorno puede inspirar la vida de sus habitantes es el que quizás fue el último testigo del proceso de deshielo de nuestros glaciares andinos. Se llamaba Francisco. Era otro enamorado de esas nieves. Les escribió canciones, poemas, contrapunteos y hasta chistes. A falta de fotografías, narraba imágenes que podían hacer sentir a quienes  bien escucháramos,  la nostalgia de un pasado que no habíamos vivido.

Ya el “creador de leyendas” como se le conoció a Tulio Febres Cordero, al tiempo de publicar “Las Cinco Águilas Blancas” escribía esto:

“(…) el deshielo es evidente. De ello no se da cuenta la nueva generación sino a medias; pero los que contemplamos los bellos nevados hace más de cincuenta años, vemos con tristeza que la gran maravilla de Mérida, su diadema de perpetuas nieves, va desapareciendo de un modo sensible.” 

Un hombre producto de la magia de los glaciares, me parece. Era años veinte del siglo pasado y esa suerte de predicción, para decirlo en términos de hoy, no llegó a ser trending topic.

          ................

Pues sí, el tiempo pasa. Desde mis fantasías infantiles con las cumbres heladas hasta hoy ya no hay pista para descenso en esquí, Francisco falleció hace unos meses en 2018. La heladería Coromoto vivió sus propias glaciaciones y cerró dos veces por escases de insumos y una tercera por duelo. Don Manuel también nos dejó. Y la leyenda de las Águilas Blancas perderá sentido al explicar algo que no existe.
Dicho en una sola oración: Hoy los glaciares andinos son una nostalgia, ya no más una esperanza.
Y vuelvo a fantasear aquí sentado ante este teclado, ya en clave nostálgica.
Sumo los años de contemporaneidad amorosa y registro acucioso de los glaciares de Tulio Febres Cordero y Francisco Castillo, también los más de sesenta de Don Manuel Da Silva entre nosotros y los proyecto en el  tiempo unos doscientos años hacia adelante. Gracias a la física cuántica pliego el tiempo y perforo. Así  traigo del futuro una minicrónica encontrada en el cofre de los libros perdidos al final de ese túnel de gusano o madriguera de conejo (para citar un clásico). Aunque creo que faltan algunas páginas miren lo que dice:

"En una cápsula que se desplaza en este sistema ya multicentenario de ascenso a la montaña y que, no obstante los avances tecnológicos y los cambios de diseño, seguimos llamando teleférico, nos hacen  un turisteo contemplativo a distancias de tiempo y de espacio.
Nuestra guía, con el acento del hablar de la zona, marcado por esa eterna amabilidad idiosincrática, nos decía:

-¿Ven aquellas elevaciones? Sí, esos seis picos que a ratos parecen cinco. Pues cuenta la historia que fueron llamados los de las nieves perpetuas. Vistos así, tan verdes o tan ocres, según la temporada, pareciera que estuviéramos hablando de nuestra Atlántida local. Para mí eso es toda una leyenda urbana -Remataba con aires de que era una ocurrencia del momento.

-Ante la leyenda prefiero el mito de las Cinco Águilas Blancas -Dijo la muy joven guía de muy colorados pómulos.
Y continuó:
-Dice el mito que estas cinco águilas, eran muy pero que muy blancas, tanto que solo podían verse contra cielos despejados de ese azul que no sé por qué los padres de mis abuelos llamaban decembrino; mientras que contra cielos nublados solo sus ojos eran perceptibles. Redondos, negros, brillantes. Las águilas eran enormes, eran hermosas, y en su vejez, cargadas de belleza, de valores ancestrales y del poder del frío, se posaron en esas cumbres con la esperanza de eternizarse en ellas y esa ilusión se cumplió.


Blanquearon las cimas, bajaron sus temperaturas, variaron su vegetación, revalorizaron el oxígeno. Y así pasó el tiempo y se hicieron tiempo, hasta que el amor, también con alas, ya no de águila, pero muy amplias, se hizo presente y volando en círculos supo de aquella ilusión de las veneradas águilas blancas.

Entonces el Amor ascendió en espiral y desde un centro cenital, asumiéndose como el único eterno y erudito, en tono arrogante sentenció:


"Toda eternidad, como el amor eterno, es eterna mientras dura"...

                                Y las nieves se derritieron.




Nota:
Este texto fue producido para el taller de Crónica de la Fundación Biggot
en el primer semestre del año 2019 y rescatado ahora en julio de 2020
a propósito de una generosa nevada, cada vez menos comunes
y muy noticiosas, en las  montañas merideñas a las que alude su contenido.

Nicolás Baselice Wierman.
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Instagram @nbaselice
Julio 2020.

miércoles, 22 de abril de 2020

Lalo, el hielo y Europa. In Memoriam





"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo..."

García Márquez, Cien años de soledad.

Este párrafo tan conocido siempre me recuerda a mi compadre.

Eladio era estudiante de la facultad de Ciencias, Química para ser exactos. Yo de la Escuela de Arquitectura y vecino de los laboratorios. Coincidimos una tarde en los pasillos de la UCV y me invitó a conocer el suyo, "su laboratorio". Él no lo sabía, pero siempre me han maravillado esos sitios.

Luego de un pequeño tour, una demostración:

Tomó una manguerilla de goma flexible, la introdujo con cierta precaución en un bote de aluminio humeante, como si contuviera hielo seco. Inmediatamente la sacó y la golpeó contra el mesón de trabajo y la manguerilla se quebró en pedacitos... se había cristalizado en un segundo... magia pura. Era nitrógeno líquido. 

Me explicó entonces que los gases se licúan a bajísima temperatura y ese frío extremo había cristalizado la goma en cuestión. Fascinante.

Muchos años después, nos recibió en su casa en Pushheim, Alemania, un pueblo a 20km de Múnich donde Eladio hacia un postgrado en año sabático.
Lalo y yo ya éramos familia, su mujer y la mía, Tere y Maritza son hermanas y mi hijo menor su ahijado. Allá estuvimos durante un mes. Era verano y rodamos por varios pueblos de varios países, por tierra, alternándonos el volante.

Cómo dije, ya éramos familia dentro de otra más grande y sumábamos catorce. Tres generaciones bajo un mismo techo. Fue nuestro hermano mayor, padre sustituto de mis hijos, nuestro catedrático doméstico, y nos hicimos grandes todos juntos y digo grandes como en el sur, porque viejos, solo algunos de nosotros.

Conocí su laboratorio en Múnich, me hizo el tour (yo en un laboratorio alemán. Disney world pues) y de nuevo...

La cristalización de la goma flexible.

-Lalo <le dije> tantos años y tantos kilómetros y me vienes con el mismo acto de magia del nitrógeno... y reímos.

Pues resulta que Hollywood lo descubrió después y utilizó el nitrógeno líquido para destruir todo tipo de enemigos implacables como en Terminator. No me sorprendieron. Para mí, el truco ya era un clásico y mi compadre Eladio un visionario.

Lalo me enseñó "el hielo" y, a la inversa de Colón en su tercer viaje, me llevó a descubrir Europa en el primero de los míos.

Este lunes, Lalo partió con la mayoría, al decir de Sabater. Lo hizo en silencio con la discreción que fue su marca. Era temprana la noche, seguramente fresca, como suelen ser en ese cerro donde, desde muy joven, decidió pasar la vida con su inseparable ElmeTere.
      

Al vacío por tu partida antepongo la certeza de que viviste la vida que quisiste, la que desde muy temprano diseñaste con Tere. Con altas y bajas, claro, es la vida. Pero también con hijos brillantes, nietos hermosos, cariños, vinos, buen café y mucho de reír... soy testigo.

Hablando de la muerte decías a Tere:

"yo primero y de un solo golpe"

y así fue.
Qué más se le puede pedir a la vida.

Compadre, auf wiedersehen .



Nicolás Baselice Wierman.
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Abril 2020.

miércoles, 3 de abril de 2019

El apagón, la oscuridad primitiva.

Es marzo, es once, es Venezuela. A las siete de la mañana de este día todavía un porcentaje del país se mantiene a oscuras, tanto, que se han suspendido las actividades académicas y laborales en todo el territorio nacional.
Todo, consecuencia de la interrupción del servicio eléctrico desde el jueves anterior a poco menos de las cinco de la tarde, momento desde el cual muchas de las zonas apagadas no han recibido ni un minuto de servicio, como el estado Zulia, durante un intento de restitución del servicio que ha resultado espasmódico a lapsos promedio de unas diez horas de sí contra otras tantas de no.
Si bien es cierto que este ha sido un apagón record, también es verdad que este evento es solo un escalón más en las ya consuetudinarias fallas del servicio.







En Venezuela tenemos un generador de energía hidroeléctrica de los más importantes del mundo, lo llamamos Guri. Fue proyectado en el extremo sudoriental del territorio y destinado a proveer de electricidad a las llamadas empresas básicas de Guayana, que en la transformación del hierro (minería) en aluminio y acero (industria suderúrgica) requieren de un inmenso, y digo inmenso, consumo de energía eléctrica. Si de esa generación, luego de su consumo primordial, quedaba algún excedente, se transmitiría al resto del país y hasta se exportaría, a Brasil por ejemplo, como de hecho sucedía en los tiempos en que, tanto Guri como la siderúrgica, funcionaban a plenitud.

Con el correr del tiempo, por razones objeto de otro artículo, la siderúrgica bajó su producción casi a cero y Guri por su parte fue perdiendo la operatividad de varias de sus turbinas.
Por otra parte, el resto del país se alimentaba de energía eléctrica desde generadores de sistemas termoeléctricos algunos e hidroeléctricos otros, según la geografía, y en conjunto constituían el Sistema Eléctrico Nacional. Sistema este que contaba con reservas de contingencia, que en casos extremos de fallas como la presente, recuperaban el servicio en un máximo de dos horas llevando a cabo trabajos con protocolos establecidos para emergencias y ni de lejos consideradas como acciones heroicas.

Pues de la misma manera en que Guri perdió la operatividad de sus turbinas, el Sistema Eléctrico Nacional perdió paulatinamente operatividad y se fue "acostumbrando" a depender del suministro de Guri, que ahora, sin la solicitud de las empresas básicas y aun trabajando a bajo porcentaje de su capacidad, era puro excedente.

Esquema grosso de nuestra expresión
"Un solo cable desde Guri"
Es así como se estableció, digámoslo coloquialmente, un solo cable desde Guri, en el extremo sudoriental del país, hasta Táchira o Zulia en el extremo occidental opuesto. Eso trajo como consecuencia que cualquier alteración en la generación o en la distribución produjera interrupciones de cierta duración en regiones determinadas, particularmente en las más alejadas del origen en Guri, en caso de generación, o en las más cercanas a la perturbación en caso de distribución.
Decíamos que es un escalón más en los ya consuetudinarios fallos eléctricos en todo el país. En el año 2010 ya se decretó una emergencia eléctrica, tan lejos como que Hugo Chávez vivía, y esa circunstancia permitió que el dinero asignado, que en tanto emergencia se adjudicó sin licitaciones y, por lo visto, sin seguimiento y control, se consumiera en plantas termoeléctricas y otras modalidades (se habló de barcos generadores para hacer, supongo, cabotaje itinerante de suministro) que luego supimos que eran equipos de segunda mano, facturados como nuevas y con sobreprecios considerables. Y allí están, solo que no funcionan, o no se instalaron, o sí, pero se abandonaron y muchos etcéteras.

Para los responsables de este servicio, para su imagen y sustentabilidad de su discurso quiero decir, no es lo mismo que no haya electricidad en una región, o dos de ellas, que solo afecta directamente a sus habitantes mientras el resto de la población le parecerá muy malo pero lo percibe, inevitablemente, como lejano, no es lo mismo, decía, que un apagón en más del 90 por ciento del país que hace inocultable y pone en conciencia de los ciudadanos en pleno y en simultáneo, la tragedia que supone no contar este servicio como consecuencia de la mala gestión sin atención de presente ni previsión de futuro.

Y es aquí donde estamos, perdiendo vidas siempre valiosas, perdiendo medicamentos que no sobran por cierto, perdiendo comida que tanto cuesta adquirir...

Las respuestas de Nicolás Maduro y su gente se circunscriben a un discurso épico-romántico de "venceremos el ataque hartero a nuestro sistema en esta guerra eléctrica del imperio" mientras que el ciudadano está esperando, ya no razones, ya poco importa, sino información técnica de logística y tiempos para certidumbre y comprensión de la situación. Por el contrario lo que se percibe es un auténtico desconocimiento de la magnitud del problema que tienen entre manos cuando en un primer momento el ministro a cargo ofreció solución en tres horas y ya estamos en el cuarto día... y el ministro por cierto, no ha vuelto a hablar.
La situación real es que, en vista de que la alteración, producto de un incendio muy cerca de Guri (generación) dejó fuera de servicio a la totalidad del país, cada estado o región deberá tratar de solventar con las subestaciones mal mantenidas o abandonadas, como ya dijimos, y "repartir" lo que haya de generación local, con criterio de prioridades que ojalá sean sensatas. Así hasta la reparación definitiva del accidente en Guri.
Termoeléctricas de Mérida. Inauguradas en 2010.
Abandonadas en 2012. Desmanteladas en 2016.
Imágenes actuales.


Un ejemplo, Caracas logra producir, con estos sistemas alternos en funcionamiento algo como 700 unidades (Mega Vatios, creo) mientras que el requerimiento es el triple, por lo cual esos 700 se van racionando y poniendo y quitando alternativamente en unas zonas u otras. Las malas lenguas dicen que priorizan los barrios populares, más por miedo a revueltas que por consideración de los desfavorecidos eternos, matando dos pájaros de un tiro al dejar así urbanizaciones tradicionalmente opositoras sin el servicio por tiempos mayores. Bueno, esto es Caracas que en ese sentido es la consentida. Siempre se ha temido a las reacciones de la capital. En estados del interior del país, donde los accesos a subestaciones son más intrincados y los abandonos más evidentes, obviamente la situación es mucho más apremiante.

Recuerdo en los primeros compases de esta tragedia al presidente Chávez, en el mismo plan épico pero desde el paternalismo populista, que aún hoy no sé si era cinismo o ignorancia pero, al final, definitivamente demagógico, declarar que si había que parar la siderúrgica y traer toda la energía de Guri a Caracas y al resto del país, pues "yo paro la siderúrgica. Primero está el pueblo" Digo que ignorancia o cinismo porque lo que realmente estaba detrás de semejante declaración era el ocultamiento de la necesidad de utilizar un recurso concebido para otro fin (Guri-Siderúrgica) por falta de planificación del recurso correspondiente. Además de que creo recordar que la siderúrgica ya estaba técnicamente parada en ese momento, en cuyo caso era definitivamente cinismo.

Parafraseando el dicho aquél: De aquellos apagones vienen estas oscuranas.

Tenemos la capacidad técnica, pero está del lado que no le gusta a Maduro y su gente, tenemos la capacidad instalada con unos jugueticos, que si bien están abandonados, visto lo visto, serían de relativa fácil recuperación. Eso es dinero, que también se puede obtener, solo que habría que ponerlo en manos diferentes a las que acabaron con las asignaciones referidas a la "otra emergencia" que es esta misma.
Escuchaba a un locutor de radio en "operativo especial por la emergencia eléctrica" muy condescendiente para mi gusto, decir: "Oremos para que el servicio eléctrico se restablezca pronto". Que me disculpe la gente de fe, pero se ora ante un desastre natural, ante una enfermedad. Esto de la electricidad entra en el ámbito del libre albedrío. Esto ha sido una decisión de humanos y es aquí, con los pies en la tierra que hay que solucionarlo.

De no ser así, nuestra oscuridad ya no será una metáfora.


Nicolás Baselice Wierman.
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Marzo 2019.

martes, 19 de marzo de 2019

Chacaíto - Buenos Aires


Mismo andén, diferentes puertas. Coincidieron en un vagón del subterráneo. Sucedía usualmente aunque con poca frecuencia para el gusto de él. Ella, como siempre, con cara de agradada por la sorpresa a juzgar por su sonrisa perfecta y en contrapicado con la que invadía, inexorablemente, de abajo hacia arriba.

Era jueves pero la “sensación térmica” era de martes en virtud de un absurdo decreto de feriado que hizo del miércoles anterior un “como lunes”. Él no se sentaba nunca mientras viajaba, era su forma de conservar su cortesía aprendida para con las damas. Ahora ese gesto podría ofender. Eran tiempos de feminazzismo. Ella viajaba sentada siempre que hubiera oportunidad. Así que iban, él de pie, ella sentada y hablaban como en una cápsula en medio de aquel ruido natural del ambiente cerrado. Realmente se leían los labios.

Desde que se conocieron, ya casi veinte años, sintieron una conexión de la que nunca hablaron. De lo que sí hablaron era de política, de lo paranormal, de sus planes, algunas frustraciones, así como de alegrías y orgullos. Allí en el orgullo aparecían los hijos y entre los hijos las consentidas, esas mujercitas maravillosas que adornan nuestras vidas y llenan de historia nuestros futuros. Él llamaba a la suya de una manera muy cursi, - al decir de los envidiosos – solía decir. Ella llamaba a la suya con una cacofonía que tartamudeaba una sílaba de su nombre.

En veinte años eran muchos los episodios intercambiados acerca de ellas. Ambos sentían (imaginaban) que habían visto crecer a la del otro. Él asociaba su primer deseo de tener una hija con cierto suceso en el subterráneo, el mismo en el que viajaba ese día. Coincidía en eso con ella que alguna vez le comentó que había descubierto su embarazo al abrir el sobre que lo certificaba durante un viaje en ese tren. Bromeaban, él le decía, allí me embaracé. Ella le respondía, así supe que te preñé.
En veinte años, no solo los muchachos crecen, las sociedades evolucionan o involucionan. Así llegaron los tiempos de la emigración y ahora, como ese día, hablaban de las distancias. Ahora se leían los labios pero también los ojos. El dolor por la circunstancia y el pudor por la lágrima pública impedía los detalles de esas distancias obligadas. Ambas estaban en el sur hacía casi el mismo tiempo, les iba bien… hasta allí los detalles. Era el límite del llanto.

Al filo de las 17 horas de ese jueves “casi martes”, el vagón se fue a negro. Un extraño silencio ronco que murmuraba en baja frecuencia los rodeó y así mismo, una sensación corpórea que nunca supieron si fue mental o física, pero que los hizo sentir como ingrávidos aunque sin despegarse del piso él, ni de su asiento ella.
No sabrían decir si fue de inmediato o no, pero a la vuelta de las luces ya habían recobrado la sensación 
                                                             de la gravedad que da tanta seguridad.
El sonido interno anunció “Estación Chacaíto” con un
extraño acento sureño. Era su destino, salieron con cierto desconcierto pero a prisa. Se cerraron las puertas y se encontraron en un andén solitario –El salto de energía- pensaron.
Pasaron los torniquetes pero tuvieron que salir por una puerta que bien podría ser de emergencia –El salto de energía- reiteraron…

Atravesaron esa puerta y encontraron muchas mesas, muchas personas comían cosas ligeras. Se miraron con desasosiego. No entendían nada.

Su mayor sorpresa: Allí estaba la niña del apelativo cursi y la niña de la sílaba tartamudeada, con los brazos extendidos, la felicidad en el rostro y los labios listos para derramar besos…  era una sola, era la misma, era de ambos, eran sus padres y estaban en Buenos Aires…

Era el día del gran apagón de Caracas en marzo de 2019. Un salto en la Matrix.

Y decidieron no regresar nunca más.

Nicolás Baselice Wierman.
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Marzo 2019.








Este cuento se disparó al ver la fotografía de este local de comida rápida en Buenos Aires junto a un comentario que rezaba:  ¿Si me monto en Sabana Grande puedo salir allí?

lunes, 28 de enero de 2019

Un amor eterno.

Él cortaba. Ella cosía. Ya eran complementarios. Pero tuvieron que pasar otras cosas para que se encontraran.
Me gusta pensar que el estallido de la segunda guerra mundial impidió al padre de él, zarpar a su Italia natal, con su esposa de la tribu Guanire del oriente venezolano y sus diez muchachos de los que, él, Héctor, era el menor.
Interrumpido el itinerario Anzoátegui, Caracas, La Guaira, Italia, la vuelta atrás no era una opción. Esperaban que el conflicto fuera temporal. Pero no, se hizo tiempo y se hizo historia.
Así, esperaron en Caracas... y fue para siempre.
Desde siempre y en Caracas estaba ella. De familia muy caraqueña y ascendencia alemana un tanto lejana.

Lo dicho, ella cosía y él, hijo de sastre, cortaba. Hechos el uno para el otro. Con intereses comunes, jóvenes y bellos, como obliga la edad, se conocieron en la sastrería donde prestaban sus artes. Él en planta. Ella, itinerante, entregaba allí sus labores.
Él supo su nombre y fantaseaba, en plan seductor:

-Oí que te llamas Luisa
- Así es. Luisa Teresa -respondía-
- Me gusta mucho. Es un nombre con carácter, con personalidad. Habla muy bien de quien lo     lleve. Lo digo por  el "Luisa".
- No le veo nada de especial. Es solo un nombre.
- Que te lo digo yo que lo sé por experiencia -ripostó-
- ¿Y tú quién eres?
- Encantado de conocerte Luisa. Soy tu versión varón, mi nombre es Luis... Héctor Luis.
   Y se sintió como unos años después lo harían todos los James Bond al presentarse. 
Todo un pionero pues.














Él solía contar que al verla por primera vez dijo, "Es con ella que me voy a casar". Ella aún no lo sabía. De haberlo sabido le habría dicho: "Sí, frase hecha. Ayer la escuché en el cine". Porque así era ella, rápida de respuestas y referencias.

Pero no fue ficción de cine. De hecho parece que una de las respuestas rápidas de ella fue " Si, acepto".
Y en tiempos de guerra, siempre la guerra. Si la segunda mundial los había juntado dos veces: a su inicio en la ciudad y a su término en la sastrería, otra, la Árabe-Israelí, coincidía con su cita en el altar. Se casaron en 1948 y seguramente, como siempre pasa, allí se juraron amor "hasta que la muerte nos separe".


 Los conocí unos años después. Recuerdo que fue en 1952. Aunque habíamos coincidido en los carnavales de ese año, fue en noviembre cuando caímos en cuenta real de nuestra coincidencia. Para esa fecha ya tenían su primer hijo de cuatro. Era una bebita de poco más de un año.

Su vida no era cómoda. La economía no generaba mayores solvencias. Pero se amaban a no dudarlo. Reían juntos, conversaban de política y se complementaban en las tareas del hogar. La salud de Luisa no fue solidaria con esa particular felicidad. Desde el primer alumbramiento su vida no fue la misma. Dependía de medicamentos constantes pero nunca perdió su buen humor ni su agilidad mental que volcaba en el trabajo escolar diario de sus hijos.

Héctor asumía la cocina como un deber y dejaba todo preparado para aliviar las cargas de la cotidianidad a Luisa. Salía en las mañanas a su sastrería, regresaba en la noche, los sábados iba al mercado y pasaban juntos el fin de semana, casi siempre solos. Se desentendían de los muchachitos dejándolos con su abuela y su tía... y ellas encantadas.
Se quisieron con inteligencia dándose la oportunidad de amarse.
Cinco meses después de tener su cuarto hijo, una niña, la salud traicionó de súbito su cuerpo y ahora sin piedad. La muerte hizo que Luisa cumpliera aquel juramento en el altar. Tenía apenas 35 años.

Acompañé a Héctor en ese trance y puedo dar fe de que la única vez en mi vida que lo vi con lágrimas en los ojos, fue al pie de la tumba de su mujer.
Construyó una metáfora sencilla pero contundente para describir su vida a partir de su vacío sin dar mayores detalles: "Todo pasó del color al blanco y negro"
La precariedad económica fue una constante en su vida. No obstante, se mantuvo siempre al lado de sus hijos.
Su otra constante fue la fidelidad del amor por Luisa.
Como buen ateo que era, y muy molesto con ese Dios que, según todos decían, "había llamado a Luisa  a su reino" rompió su juramento y para ponerse por encima de Él, entonces le juró su amor, ahora, "Aunque la muerte nos separe".

La sobrevivió casi sesenta años. Jamás llenó ese espacio con ningún otro amor. Ni siquiera físicamente. Vivió para sus hijos, su oficio de sastre, su cocina, sus amigos y cada vez que podía, en una franja de arena entre mar y río que le daba tanto sosiego que estoy seguro de que secretamente lo hacía creer en Dios. Allí quedaron sus cenizas.

La sobrevivió todos esos años para honrar su juramento de amor por encima de la muerte. Un amor que, a mis casi setenta años, es el más eterno que he conocido.

Lo sé, porque Héctor y Luisa fueron mis padres y yo su segundo hijo.




Nicolás Baselice Wierman.
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Enero 2019.

martes, 11 de diciembre de 2018

De la bitácora de tu nombre


…Tú piensas en palabras, para ti el lenguaje es un hilo inagotable que tejes como si la vida se hiciera al contarla. (…) Cada vez que pienso en ti, así te veo, así nos veo, detenidos para siempre en ese lienzo, invulnerables al deterioro de la mala memoria. Puedo recrearme largamente en esa escena, hasta que siento que entro en el espacio del cuadro y ya no soy el que observa, sino el hombre que yace junto a esa mujer. Entonces se rompe la simétrica quietud de la pintura y escucho nuestras voces muy cercanas.
                   -Cuéntame un cuento - te digo.
                   -¿Cómo lo quieres?
                   -Cuéntame un cuento que no le hayas contado a nadie.

(Isabel Allende – Cuentos de Eva Luna)


Hoy que sé que puedes oírme te traigo ese cuento que nunca le conté a nadie.

De la bitácora de tu nombre.


Dormir a tu lado con tu cabello regado en la cama es uno de mis sueños-recuerdos recurrentes de ti. Pero en vigilia y en verano había que recogerlo en virtud del calor.
Era verano, era de tarde y tu cabello recogido allá arriba, aunque era con un lápiz, me gusta imaginarlo con un hashi, ese palillo japonés para comer, como el que tengo ahora en la mano, de buena madera y fino acabado en barniz. 

El contraste de tus ondas, legítimamente rubias , auténticamente rebeldes contenidas por esa pequeña varilla de madera, me hizo acercarme con cuidado para constatar de cerca el aroma del huracán de tu cabello que traía conmigo desde la noche anterior. Te sorprendí, volteaste de pronto y casi enganchas mi ojo con tu hashi…

La reacción de sorpresa, risa y advertencia amorosa mas no romántica fue:

“Después del ojo afuera, no hay Santa Lucía que valga”

Ahora entiendo porqué desechaste ese nombre…

por inútil.

Nicolás Baselice Wierman.
Diciembre 2018.

jueves, 18 de octubre de 2018

Porque ser como tú eres, sólo tú lo puedes ser.

Junta de Gobierno - Octubre de 1945










A los que llegaron tarde:

En 1945 en Venezuela fue derrocado el Gobierno del momento el 18 de octubre, tal día como hoy.

 A decir de Rafael Arraiz Lucca, escritor e investigador de nuestra historia “comenzó un cambio decisivo en Venezuela. Un gobierno de facto instituyó constitucionalmente la democracia, y las mujeres votaron por primera vez para elegir diputados, y luego al Presidente de la República. Es la fecha axial de nuestro siglo XX.”…

Afiche de campaña de
Eduardo Fernández
Era 1990. Mi amiga Marisabel oriunda de Bolivia y (Según se oía en su casa) descendiente de la sangre azul de ese país, cumplía años en esa misma fecha. Casualmente era la fecha de nacimiento de un político de centro derecha , copeyano para más señas (Del partido COPEI) Eduardo Fernández quien se hacía llamar el tigre




Presidente Rómulo Gallegos
derrocado el 24 de noviembre de 1948


Yo bromeaba con mi amiga a propósito de esa coincidencia de fechas desde el conocimiento de causa. Yo había nacido un 24 de noviembre que era la fecha de otro golpe de Estado en el que se derrocó el primer gobierno  elegido en las urnas, resultado de los hechos descritos arriba. 


Octavio Lepage 1923 - 2017
Pero además era el cumpleaños de un adeco (del partido Ación Democrática) que el estar en el Gobierno lo hacía antipático y de mala prensa. Razón suficiente para ello en estos lados del mundo. En fin, que la raya de cumplir años el mismo día que el Tigre, quien por lo menos era simpático, podía ser peor, y lo era, al compartir fecha de nacimiento con Octavio Lepage el adeco-Ministro mala uva.

Ese día salíamos de casa a la celebración de mi amiga pero antes le escribí este divertimento y hoy, a propósito de la fecha patria y de una cierta nostalgia que me rodea por estos tiempos, quería recordarla y de nuevo dedicárselo, esta vez en singular y en primera persona: a la Marisabel donde quiera que esté.

(La dedicatoria original iba en plural porque todavía había quien me soportara 24 por 7 los años que pudiera. Hoy no hay.)



Ser como eres
sólo tú lo puedes ser.

                                               Para nuestra amiga Marisabel  18101990.

Hoy hace 45 de aquél del 45
cuando los adecos ya eran
y Hitler ya no podía,
ni aun queriendo, ser lo que era.

El que no siendo y fue tigre
sólo comenzaba a ser
hacía cinco años apenas.

Tú aún ni pensabas en ser
cuando en el 45
ya todos eran lo que eran,
y lo que es peor, hoy día,
muchos de ellos son aun
peor de lo que antes eran.

Después de 45 de aquél del 45
el 18 es el 18
pero si es del 10 es más.
Es el golpe del 18 del 10 del 45
Llamado Revolución
por eso de que quien gana
escribe lo que recuerda
como mejor le convenga.

Es el cumpleaños de Eduardo
que hoy es de medio cupón.
También el de Manuelito
que son poquitos, poquitos.

Pero también es el tuyo
Infanta Marisabel
que aunque le falte el otrora
tú igual lo podrías ser
porque ser como tú eres
sólo tú lo puedes ser.

Infanta ya no eres tanto.
Tal vez es cierto. Tal vez.
Pero en cuanto a las virtudes
Intactas o casi intactas,
dependiendo de cuál sea,
sólo es una virtud más,
sólo es una virtud menos.
Pero eso sí que no sea
una virtud más o menos.

Los años no son 50
como los del tigre Eduardo.
Tampoco 45 como los del golpe aquél.
Son bastante menos, sí,
lo cual dice que te queda
una vida por delante.

Pero cuidado mi niña
que aunque no quiero decir,
como el eufemismo aquél,
que eres, con el perdón,
“una mujer con pasado”
Tienes que reconocer,
Y esto es cierto, ya verás,
Que aunque no quieras ya tienes
Una vida por detrás.


Caracas-Venezuela, octubre 2018.
(texto original de 1990)


Nicolás Baselice Wierman.

lunes, 26 de marzo de 2018

La tentación del exilio


No era pobre, es decir, no era objeto de estadísticas que lo hicieran merecedor de la atención y el cariño del régimen de Gobierno. Vivía con modestia y dignidad. Tampoco era rico como dictaría el maniqueísmo de la literatura de folletín. Estaba ubicado en el mero pasillo de la invisibilidad pero lo angustiaba la torpe ejecutoria de la camarilla gobernante.
La esperanza de cambiarlo todo en aquel referéndum de un plumazo fue lo que lo terminó de arrinconar. Tenía la certeza de que era el momento y compró, muy barata, la especie de que había sido robado el triunfo con fraude.

Pensar en irse afuera no era una opción, y no era arraigo, es que en ese momento la franquicia de exportación del experimento político nacional hacía ver aquello, más allá de la frontera, como la utopía hecha realidad, y si algo no quería, era ser víctima de la política exterior de su país. Sería el colmo, decía. Aunque era una broma sonaba bien. La verdad era que entre sus limitadísimos recursos de jubilado y el secuestro económico que suponía el experimento político, esa no era una posibilidad.
Era creyente decía, pero no de religiones. Creyó que la política se podía hacer sin políticos, conoció así la palabra outsider, los apoyó para más tarde o muy tarde descubrir que eran embrión de caudillos. En ese camino acuñó la frase: Las ideologías con nombre de gente viva son la maldición de los pueblos. Desde aquí, creyó ahora en las fuerzas que se oponían que con argumentos no solo hilados sino con mucha difusión lo convencieron de que la capital era el país y su barrio la vanguardia renovadora. Pero perdió y la depresión lo invitaba a taparse los oídos como los niños, vivir hacia adentro y aunque ya sabía que no era verdad repetía como un mantra: Me importa un carajo lo que hagan, si no trabajo no como.

Quiso entonces vivir una vida hacia su interior, espiritual la llamaban en la época. No encontraba cómo. Nunca tuvo mayor afición por la música, no sabía qué cosa era comprar discos. La lectura siempre le dio sueño y, aunque hubo libros, nunca hubo lecturas. El cine, eso sí, pero era caro y la verdad no había un círculo en el que se pudiera comentar ese género o al menos él no lo conocía.

Esta semana se cumple un año más del fallecimiento del abuelo y conocer ese país que mamá les ha contado tanto será divertido. Además, ella estará muy feliz de ver de nuevo esa ciudad donde creció y que hoy está irreconocible.
Les juro que se van a divertir. Conocer el país del abuelo o, al menos, su ciudad y su barrio será interesante hasta para mí que nunca lo vi sino a través de los ojos de mamá...

Sí claro, verán muchas personas mayores, viejitos y viejitas. Seguramente fastidiosos, pero les aseguro que estarán encantados de verlos y eso siempre es grato…

…¿Vamos a por las maletas?


Nicolás Baselice Wierman.
@nbaselice en twitter
Instagram @nbaselice
Caracas, enero 2014
Publicado en marzo 2018.

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