El sábado 19 de enero finalmente pude entrar a Ciudad
Banesco, espacio de especial atractivo personal por el impacto que supuso en su momento el
trabajo de remodelación del edificio Sears de Bello Monte con el que crecimos
en el paisaje urbano de Caracas.
La oportunidad nos la brindó “El movimiento editorial en
Venezuela”, tertulia que se suma al
contexto de “Esto también es Venezuela”, conversatorios que en la sede de
Banesco, auspiciado por la comunidad de Bello Monte, se llevan a cabo financiado con fondos del
Presupuesto Participativo de proyectos aprobados por la Alcaldía de Baruta y
producido por Cyngular.
En el panel: Ediciones Punto Cero, en la persona de Ulises
Milla, Un escritor devenido en editor y ahora librero, Luis Yslas y Francisco
Suniaga en su condición de autor de las exitosas novelas, El pasajero de Truman y La
otra isla amén de Margarita Infanta y la reciente Esta gente.
Grato ambiente, pocas personas pero diversas, y anécdotas,
tips e ideas acerca del negocio de publicar (incluyendo números) y del oficio
de escribir.
Muy divertido escuchar de Suniaga el trato-trueque de
quedarse con 60 libros de su primera novela para así garantizar que por lo
menos sus 60 amigos la leerían y que luego del éxito de ventas, moderado pero
agotado, el editor le preguntó que cuántos libros quería a lo que el escritor
se apuró a responder que ahora sí lo prefería en metálico.
Inquietudes como la del estudiante universitario preocupado
por la calidad de los docentes “que no son como los de antes” y entonces la
literatura parecía no tener futuro, tuvieron respuestas tan acertadas como que
no se aprende a escribir en las universidades. Que hay diferencia entre un
texto mal escrito con errores ortográficos y sintácticos y otro bien escrito con
corrección gramatical absoluta. Pero tampoco es lo mismo un texto correctamente
escrito y la literatura, ésta tiene un más allá que el expositor llamó
intuición y yo me niego a mencionar como inspiración.
Pensaba desde mi silla de expectador que ciertamente en la
Universidad no se enseña a escribir pero sí se puede aprender a leer y es así
como se hace un escritor. En la Escuela de Letras de nuestra Universidad Central
de Venezuela queda para la historia la presencia icónica de María Fernanda Palacios
persona a quién no tuve la fortuna de tener como profesora pero que por amigos
cercanos y gente respetada y admirada, sé de su manera de enamorar a sus
alumnos de lecturas, autores, temas y letras en general… qué envidia.
En algún momento alguien hizo una pregunta general al panel
un poco en la línea de qué creen que piensan los lectores, qué esperan de
ustedes. La respuesta de Suniaga, cargada con algo de sorna fue: “ojalá lo
supiera, así tendría las ventas seguras”… luego de las risas agregó que su
condición de escritor que se estrena en el oficio a los 50 años ataca los temas
sin mayores prejuicios, sin hacerse mayores preguntas.
En la diversidad de público había desde escritores hasta
curiosos como el que me abordó luego de la tertulia que se confesó ex adicto a
drogas y alcohol, que allí no conocía a nadie y que leía poco pero que esas
reuniones, y lo dijo con honesto entusiasmo, lo hacía sentir parte de la
inteligencia nacional.
También en casi su
totalidad eran lectores y entre éstos el que dejó todo por escribir alrededor
de sus seis décadas y tiene “El Libro” listo. Lo describió (hablaba de abundancia y estar en ella en una suerte
de consejo generalizado pero individualizado y, muy importante, desde su
ejemplo) a mi me sonó a autoayuda. Que no tenía muy claro cómo categorizarlo,
pero que eso estaba listo y le pedía orientación a los editores presentes.
Supongo que la respuesta esperada era, mándame el manuscrito para evaluarlo,
pero no. La respuesta fue de una evasiva elegancia admirable: “mire en las
librerías algo similar a lo que usted está escribiendo, revise algunos autores
para ver cómo resolvieron los temas y problemas que usted crea que tenga,
porque, eso sí, por lo que dice creo que ese libro no está terminado”. Lo
dicho… elegantísimo.
Pedí la palabra, quería hacer a Francisco Suniaga un
comentario y un agradecimiento público. El comentario era que ojalá que nunca
supiera lo que los lectores esperaban, que siguiera escribiendo con esa
intuición “sinvergúenzona” como casi
dijo él, que nunca encontrara la fórmula.
Recordé y lo conté, una anécdota que le escuché a José Ignacio Cabrujas
en una reunión muy similar a la de ese día, a lo mejor con el doble del
auditorio, en la que decía que cuando terminó de escribir la pieza de teatro
acerca de Reverón se dio cuenta de que estaba repitendo la fórmula de Acto
Cultural y El día que me quieras y, acto seguido, destruyó todo el
material y comenzó de cero. Para mi fue una revelación muy fuerte y sólo se
entiende y hace aumentar la admiración cuando nos regala esa obra alucinante Autorretrato
de artista con barba y
pumpá, de planos y acciones simultáneas, delirante como el espíritu del
mismo Reverón. La actitud de Cabrujas es, definitivamente, la intuición y
reinvención del verdadero artista.
El agradecimiento se refería a Margarita Infanta. En ese
libro que decidí leer justo en la isla, descubrí el relato Los trajes del profesor Subero…
Mi padre también era sastre… y sí “todas
las sastrerías eran iguales”… Gracias Francisco.