A comienzos de
este ya largo gobierno de Venezuela se llevó a cabo un acto oficial, en el que,
por invitación expresa de la Presidencia de la República, se hicieron presentes
personajes de relevancia en el ámbito cultural nacional.
Por el sector
teatro estuvo allí el actor y director Héctor Manrique. Hace pocos años
escuchaba de Manrique el relato, ya no desde la perspectiva del televidente (el
régimen hace todo en televisión y cada vez más en cadena nacional) sino del
punto de visión del protagonista, es decir, viendo a cámara.
Contaba Manrique
que, sentado en el presídium con sus colegas culturales, recibe del asistente
de protocolo, en el momento cúspide del acto, el de la firma de acuerdos, una
carpeta de muy bonito aspecto y que, al abrirla, oh sorpresa, contenía hojas en
blanco. Ante el súbito estupor, voltea hacia el asistente con cara de
interrogación a la que éste responde en voz muy baja: “El documento aún se está
redactando. Es solo para el acto. Ya le haremos llegar el definitivo.” Recuerdo
que Manrique dijo haber hecho, por lo menos, como que firmaba, lo que no
recuerdo es si finalmente le hicieron llegar el documento, pero esto es
irrelevante.
A decir del
actor, palabras más, palabras menos, ésa era la pieza teatral más inaudita en
la que había participado.
Con inicios de
este tipo no es de extrañar que episodios similares (y nunca mejor utilizado el
término episodio) se hayan venido sucediendo a lo largo de estos tres lustros,
para el consumo, ya casi natural, de la ciudadanía, y, vaya casualidad,
desarrollándose en paralelo con la industria del Reality Show televisivo en el mundo.
En el transcurso
de la primera parte de este año 2015 se supo, por declaraciones de un
colaborador cercano al equipo de producción de los largos programas Aló Presidente del fallecido Hugo Chávez, que para esas transmisiones desde
haciendas en el llano o fábricas de cualquier índole, se preparaba el set, bien fuera a cielo abierto con
ganado trasladado para ese fin (de semana) o bajo techo con vehículos en
supuestas líneas de producción que jamás vieron una pieza atornillada en esta
patria.
A tenor de esa
revelación, una periodista de radio se preguntaba que cómo era posible que el
presidente se dejara engañar de esa manera o si es que el presidente era parte
del engaño a los televidentes. Dilema que se me antoja intrascendente porque
desde el poder suele suceder que para que alguien pueda engañar necesita
alguien que quiera ser engañado… dicho en corto: no hay inocentes.
Puntualmente
recuerdo (y esto de primera mano) que para la inauguración de un hipermercado
de la cadena del gobierno en Plaza
Venezuela en el centro de la ciudad de Caracas, fueron vaciados los otros
mercados de menor tamaño de la cadena y trasladada la mercancía al nuevo a
inaugurar. En televisión se veía un ambiente de prosperidad y abundancia que
allí sigue en video para quien quiera recordar al día de hoy en que la escasez nos
abruma. Ahora imagínense la sorpresa para los consumidores asiduos a los
locales desalojados que fueron a hacer sus compras ese fin de semana. La
sensación de vacío, en ese momento no lo sabían, venía de un futuro próximo… es
el paisaje de hoy.
Desaparecido el gran histrión, el histrión eterno, nuestro
histrión padre, el barajo del elenco hace que la protagonización se atomice,
mas la suma de talentos no alcanza al histrión galáctico. Lo que pudo haber
sido una nueva historia “coral” medianamente exitosa se mantuvo con el libreto desgastado, con actores de segunda
en un teatro de arrabal que es en lo que han convertido a Venezuela.
A la derecha el Defensor de Pueblo |
Vayamos al
elenco. Tenemos ministros de diferentes carteras que declaran sobre cualquier
cosa, excepto sobre su despacho. Los mejores son los que hacen de mimos, que si
aparecen, no emiten ni una sola declaración. Un Defensor del Pueblo que
interpreta el papel de independiente porque renunció al partido de gobierno un
día antes de postularse al cargo. Este tiene dos papeles porque, una vez que se
encienden los reflectores, actúa como Procurador General de la Nación… vaya
talento.
El curioso caso del “saltador de
talanqueras” quien, no pudiendo ser alcalde, se postuló a diputado y ganó
con votos de oposición. Al rato se cambió al oficialismo y sin entregar la
curul ahora se postula como virgen a la reelección, como si fuera su primera vez, como si
fuera oposición y con una campaña como si fuera para ser alcalde… competiría con
el Defensor pero la interpretación del diputado está, como dicen, fuera de ritmo.
El propio
presidente asume el papel de rebelde cuando declara que de ganar la oposición
las elecciones de la Asamblea, él será el primero en tomar la calle y horas
después en papel de institucionalista llama a firmar un pacto de reconocimiento
de los resultados electorales siendo que es el gobierno quien pone presos,
inhabilita y destituye a alcaldes y representantes electos por sufragio popular. Si me
pregunta cuál de los dos es el verdadero, le respondo: ninguno, es buche y
pluma, ya verán.
El Ministro del Poder Popular para Interior
Justicia y Paz declara en un episodio acerca de cifras de criminalidad con
los números en la mente, perdió la letra y fue tan lastimoso su parlamento que
está optando por ser mimo. A su vez, los funcionarios de Seguridad Ciudadana
declaran desde sus despachos ataviados con chalecos antibala… y así nos
quieren transmitir confianza.
Si del atuendo
hablamos, retorna el presidente de un viaje a la Cumbre de los Pueblos
Indígenas en Bolivia donde lo vimos disfrazado de algo en la tarima principal,
en clave de comparsa porque tanto Correa como Morales compartían el mismo
modelo. Uno de los protocolos establecidos por el difunto presidente para el
Socialismo del Siglo XXI es, a pruebas vistas, el “vestirse para la ocasión en
ánimo de fiesta temática”.
La más reciente
puesta en escena contó con locación, vestuario, utilería, set o plató como
dicen los españoles y libreto, a saber:
Locación: Siderúrgica del Orinoco (SIDOR) en Ciudad Guayana, Venezuela.
Vestuario: Simulación de sidorista como corresponde al
presidente obrero. Tocado de casco rojo con logotipo corporativo y camisa kaki (pero de marca) con logo y RIF, supongo.
Plató: El mismo espacio que en su momento ocupó el propio Hugo Chávez para,
entre aplausos y vítores, decretar la nacionalización de esa empresa, acto que
devino en la vergüenza productiva en que se ha convertido SIDOR. Paradójicamente
se toma ese espacio para conmemorar aquel momento.
En un arrebato de
sinceridad equivalente al actor que aún maquillado y vestido de época habla de
sus problemas domésticos en los pasillos del teatro, Maduro declaró, días antes,
que las elecciones parlamentarias de diciembre próximo serán las más difíciles
para su partido desde el año 1998 y agregó que habiendo perdido al Comandante
Eterno, todo se hacía más cuesta arriba. Tardó Maduro dos años en darse cuenta
de que ganó la presidencia de vainita y de que Hugo Chávez está muerto… por lo
menos ya sabemos que lo sabe.
Casualmente escuchaba ayer una de las magníficas entrevistas de la serie Los Imposibles del escritor y poeta Leonardo Padrón. Esta vez tenía a Luis Miquilena,
anciano político venezolano que fungió de mentor de Hugo Chávez quien, mientras
se quisieron, lo llamó su padre político. Miquilena, que lo conoció muy de
cerca, define a Chávez como un farsante, adjetivo que utilizó en varias
oportunidades durante la entrevista.
Y ciertamente,
todo ha sido una gran farsa, abarcando todas las acepciones de la palabra, desde
la teatralidad hasta el engaño. Pero creo que el telón está cayendo,
poco a poco, es
verdad…
pero está cayendo.
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