Venezuela se ha convertido en el cuarto país del mundo en
homicidios y, según la UNICEF, en el segundo en tasa de homicidios en
adolescentes en Latinoamérica. Las proyecciones dicen que podríamos cerrar el
presente año con entre 16 mil y 20 mil fallecidos por causa de la violencia
criminal. El no tan velado razonamiento de que actos de represión
del delito común en las áreas deprimidas de las ciudades más grandes sería entrar
en contradicción con los principios de un gobierno que se hace llamar “de los
pobres”, ha dado como consecuencia la impunidad e inacción del ejecutivo en más
de diez años.
Forzado por la contundencia de los hechos y las cifras,
desde hace algo más de un año se formó una “Comisión presidencial para el
desarme” que en su expresión más pública, parece sólo un rocío de buenas
intenciones. En los vagones del metro de Caracas aparecieron una serie de
afiches protagonizados por personajes públicos identificados (justificadamente
o no) con uno u otro lado de la polarización política que, entre los
venezolanos, todo lo envuelve. Estos personajes dejan constancia de su adhesión
a la buena voluntad a través del lema: “Desarma la violencia, anótate a la paz”,
concluyendo luego de un testimonial en primera persona del singular o plural,
según sea el caso, “Yo me anoto”.
Estos carteles tuvieron su versión radial y de video que
supongo fueron transmitidos por televisión. Hasta ahora, todo muy bien. El
asunto se me antoja poco efectivo cuando cada mensaje de los mencionados invitan
al espectador a sumarse (¡Anótate a la paz!). ¿Cómo se hace efectiva esa incorporación?.
Veamos.
Revisando en la página web de la Comisión encontramos que
hay una suerte de voluntariado que deberá difundir la cultura de paz en su
comunidad y el requisito previo es “creer
en una convivencia sin armas, en la paz y la solidaridad”.
Creo que es
obvio que la gran mayoría comulga con estos principios.
Desde hace unos días, la campaña por el desarme entró en
otra fase y aparecieron en radio varias piezas publicitarias y en una de ellas
se dramatiza una conversación de pareja: ella le pregunta que a dónde va con
esa pistola, a lo que él le responde, “es
para defenderme” y ella da un ultimatum, “En esta casa o el arma o yo” y a continuación suena un balazo.
Cada quién imaginará cómo es la escena final, pero en ese momento entendí
porqué es mucha buena intención y poca efectividad.
Pareciera que la hipótesis de arranque hubiera sido que
somos una sociedad que ha ido perdiendo el buen talante, el buen humor, la
cortesía, los buenos modales y como hay tanta gente armada, cualquier
desencuentro callejero termina en balazos y muertos.
Pues no, nuestra violencia es delincuencial, no es una
violencia malhumorada, es una violencia perversa y desalmada. Violencia de 60 tiros en el cuerpo y balazos a la cara.
La gente no sale a
disparar porque se levantó con el pie equivocado, sale a disparar porque ése es
su día a día, es su manera de vivir y en muchos casos de sobrevivir. Es una
cultura, con sus códigos y su escala aspiracional y jerarquía de ascenso. Los mensajes de los afiches y spots radiales de marras no
le llegan, es decir, no les importa a los delincuentes que nos azotan. Esos
mensajes están concebidos para ser captados por personas fuera del mundo del
delito y con armas legales y, posiblemente, hasta entrenados para su uso.
Para
decirlo en el ámbito del “plomo”,
creo que se está disparando, por mala puntería, a la periferia de
la diana.
¿Es ésto casual o está calculado de esa manera?... estas
tres situaciones podrían orientar la respuesta:
1- La obligatoriedad de colocación de un inocuo cartel de
80 cm por 50 cm en todos los sitios de reunión pública y transportes colectivos (que todos ven y nadie acata) que prohibe el ingreso con armas de fuego, bajo los cuales imagino al “malandro calzado con el hiero en la cintura”
riéndose cínicamente.
2- Un acto de calle transmitido por televisión en el que las
autoridades asociadas con la mencionada Comisión hablan de miles de armas
destruidas y otro tanto por destruir pero allí, se estaban inutilizando nueve
armas… sí, sólo nueve armas… en medio de una parafernalia que lucía exagerada
para sólo nueve armas. No entendí nada.
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Colectivo armado de la parroquia 23 de Enero |
Y 3- la noticia que titula la última página del diario de
hoy en la que se informa sobre un Colectivo, suerte de cuerpo paramilitar
organizado y establecido en una de nuestras parroquias más populosas en
Caracas, la parroquia 23 de Enero. Este Colectivo asaltó una subdelegación de
la policía científica y de investigación para rescatar a un detenido de 19
años, perteneciente a su grupo e implicado en el asesinato del escolta de un
alto funcionario del Gobierno. Este grupo que atacó con armas de fuego y en número de
unas 60 personas, al no lograr su cometido, tomó todos los accesos a la
parroquia y “decretó” la prohibición de paso a las autoridades policiales. Todo
esto sucede a una distancia a tiro de visión desde las oficinas del presidente
Chávez en el palacio de gobierno venezolano… y no pasa nada.
Todo esto, amén del alarde que hace el Presidente por la compra de armas que presenta y manipula en cadena nacional de televisión. Que si la compra es necesaria como él argumenta, exhibirlas y manipularlas en público es un contrasentido en el marco de ésta, su Comisión Presidencial.
Contrastando, podríamos pensar entonces que tanto la Comisión
Presidencial para el Desarme como la superestructura que la contiene, la Misión
a Toda Vida, son productos para la galería, para que parezca que algo está
sucediendo, como para que podamos morir desprevenidos en la calle pensando que en
verdad las autoridades hacen su trabajo.
Nicolás Baselice Wierman
Caracas, diciembre 2012