En el imaginario venezolano existe una serie de mitos y
leyendas de los que mucho se ha hablado y escrito. Con la globaliación
descubrimos que muchas de esas historias son compartidas por nuestros pares
latinoamericanos y algunas hasta tienen carácter universal. Las del silbón y la
sayona, si bien hubo épocas en las que se reportaban con frecuencia, aún hoy se
recuerdan con curiosidad. A más de uno, accidentado en una carretera oscura en
pleno siglo XXI, le corre un friíto por la espalda cuando le vienen a la mente
esas historias, cosa muy posible una vez que el escenario es propicio. Aún nos
gusta oír la historia del sujeto que recoge a una dama en el camino, la lleva
hasta su casa según ella le indica la dirección. La deja en su calle y entra a
la casa. Cuando al siguiente día el hombre encuentra que la dama dejó algo olvidado
en su carro y decide devolverlo, descubre que la muchacha que llevó hasta el
sitio la noche anterior, es la hija del matrimonio que allí habita pero que ella
ha muerto hace ya algunos años. Y, como el viejo dicho, si no son ciertos
importa que estén bien contados.
Pero lo que me mueve hoy son los mitos, que si no son
todos de nuevo cuño, siguen influyendo en el imaginario social y por ende
perfilan la personalidad de la sociedad, si es que semejante cosa existe.
La siguiente lista no tiene ningún orden especial y
sólo pretende generar una idea de cómo sería nuestra personalidad social si
nuestros referentes no fueran tan engañosos.
Mito
Nº 1… Somos un País rico.
La creencia sostenida de que Venezuela es un País rico
por el solo hecho de estar posado circunstancialmente sobre inmensas minas de
recursos naturales (que nadie cultivó) es una idea que se nos inoculó en la
escuela y aún hoy se repite con el agravante de que los maestros en su mayoría
lo creen así. Nuestros gobernantes de hoy pertenecen a una generación que
maneja esa tesis y repite como un mantra salvador y orgulloso “Somos un País rico”.
Consecuencia: en el imaginario popular la riqueza está
allí, el Estado es dueño del subsuelo, el Gobierno que la extraiga y aquí
espero por el reparto.
Es tan absurdo el modelo, que lo que hoy ganamos con el
esfuerzo de extraer petróleo podría incrementarse mañana en términos absolutos, por puras
razones de geopolítica ajenas a nosotros y nuestro esfuerzo, aunque la
industria se maneje con ineficiencia, desidia e irresponsabilidad.
No hay riqueza sostenible que no deba ser producida, y
si no se produce… ¿qué se reparte?
Mito
Nº 2… Los pobres son pobres por culpa de los ricos.
Consecuencia en alguna medida del mito 1 pero sobre
todo del discurso político que en nuestro país ha sido siempre desde la
perspectiva de la izquierda, la revancha y la conveniencia, aunque con sus
particulares matices.
La coincidencia de la aparición del petróleo en
Venezuela, el auge de las ideas modernas de sociedades más justas y la utopía
del comunismo internacional parece el caldo de cultivo ideal para el desarrollo
de la explicación que responsabiliza a la conchupancia entre el imperialismo y
las oligarquías de la “depauperación de los pueblos”. Acto seguido, el paternalismo eterno de la
izquierda eterna siembra el concepto de la lucha de clases y asume el tutelaje
de la clase que, en esa lucha, es la más débil.
Se siembra así en esa clase la idea del robo y la
explotación que ni aún con los más avanzados sistemas de representación
sindical, se logra erradicar la idea del enfrentamiento que siempre presenta al
patrono como un personaje perverso y al obrero (generalizando) como un guerrero
que, no obstante la opresión, lo mueve el motor de la dignidad.
Son historias en clave de epopeya romántica que hoy no
tienen mayor sentido porque, de ser así, estaríamos diciendo
que desde la
esclavitud del siglo XVI no ha sucedido
absolutamente nada.
Mito
Nº 3… Que el precio de la gasolina es sagrado.
Este es particularmente interesante. El estallido de
violencia social generalizada que se detonó en febrero de 1989 a
partir de un aumento de pasaje, no sólo tan repentino como un lunes por la mañana
sino no autorizado, luego de vueltas y vueltas a la reconstrucción de los hechos, se instaló en el imaginario nacional
que la causa había sido el aumento de la gasolina (Que a su vez provocó el
aumento del pasaje).
Desde ese año y a lo largo de los años se repite como un mantra nacional de
advertencia cada vez que se asoma la necesidad de ajustar los precios del
combustible, dado el ridículo costo que pagamos los venezolanos para llenar los
tanques de los vehículos.
Es tan mito que desde 1989 hasta hoy 2012, 23 años
después, sólo un gobierno (corto de los de antes) se atrevió a aumentar el
precio del combustible para vehículos en una operación política que hoy luce
magistral al tiempo que, en realidad, era sólo eso, una decisión necesaria de
gobierno. Al final de ella el alza fue del doble y, aunque afectó los precios
de muchos productos, no se cumplió la profecía del saqueo inminente y la
quiebra de la paz social.
Desde esa oportunidad en 1996, parecía inesquivable
otro aumento en 2007. Se abrió una campaña que justificaría la decisión pero,
como decimos aquí, el Gobierno “arrugó” y todo quedó como muchas de sus obras: en
una gigantografía y la primera piedra.
Este mito se constata si uno pregunta en la calle sobre
el alza de la gasolina. Todos responderán: “Cuidado con un Caracazo”, esto,
aunque la persona que responde no lo hubiera vivido por razones de edad. Y si
la pregunta es ¿Cuándo fue el último aumento de la gasolina? Nadie sabrá responderla.
Mito
Nº 4… El Caracazo fue el despertar del
pueblo.
Este es consecuencia del mito 3. Sacarle
partido político a una situación que fue a todas luces espontánea y anárquica,
haciéndole en el tiempo un ropaje de epopeya popular. Se ha pretendido hacer
creer, sobre todo en estos tiempos de “Revolución”, que el Caracazo fue el momento
épico del pueblo oprimido contra la política y políticos en el poder.
Al decir del sociólogo Tulio Hernández es muy
evidenciador el hecho de que los actos vandálicos no iban dirigidos a las casas
de los partidos precisamente. Es más, si bien es cierto que en un primer
momento fueron saqueados los automercados y expendios de víveres también es
verdad que los establecimientos de artículos menos básicos como equipos
electrónicos y de sonido o ropa de marca fueron los siguientes en la lista.
Recuerdo en esos días un piquete de choque de la policía política compuesto por
unos veinte fucionarios ubicados en una esquina de San Bernardino protegiendo
un centro comercial y especialmente una tienda de sonido de las grandes de la
época. En la esquina opuesta en la diagonal, una cincuentena de personas de
variada extracción social. Ambos grupos como equipos de de fútbol americano
esperando por la patada inicial.
La siguiente anécdota fue escuchada
directamente de boca de su protagonista. El día de los disturbios de febrero de
1989, el intelectual Arturo Uslar Pietri se dirigía al Congreso Nacional y topó
en la avenida Bolívar con obstáculos, algunos focos de fuego provocado y mucha
gente que corría en varios sentidos. Alguna de las personas en el sitio llegó a
reconocer a Uslar Pietri y le dijo: “Dr. Devuélvase que esto se va a poner muy
feo” cosa que terminó haciendo. Luego reflexionando sobre el hecho decía: “Esa
tarde no vi personas hambrientas en busca de comida. Lo que vi fue una turba de
consumidores frustrados”.
Mito
Nº 5… Hugo Chávez se proyectó por asumir
la
responsabilidad del intento de golpe de estado.
Nuestro César Miguel Rondón, hombre de
radio y medios de comunicación en general sostiene que Hugo Chávez no se
proyectó en lo nacional por los segundos de televisión que, en vivo, le
permitieron pedir la rendición de sus secuaces. Rondón cree que fue su debate,
muy posteriormente, con el político Claudio Fermín lo que lo catapultó en popularidad
dado que en ese evento, Fermín lucía acartonado mietras el discurso de Chávez
era de un lenguaje directo, irreverente y guardaba poco las formas. En esta
comparación era fácil determinar quién representaba el pasado y quién lo nuevo.
Y lo nuevo siempre es esperanzador. Pero más aún, personalmente creo que era
inevitable. En medio del hastío político se vio un hombre que a la fuerza
irrumpe contra el poder constituido y eso genera la ilusión de un acceso por la
vía rápida a la felicidad social soñada. Es el imaginario venezolano el que lo
potencia a la presidencia. Era la representación más reciente del eterno
“gendarme necesario”.
Pero lo que conforma el verdadero cuerpo
del mito es pretender que Hugo Chávez generó una gran admiración por haber
asumido la responsabilidad del Golpe de Estado. No sólo porque ya de suyo el
golpe era una gran irresponsabilidad, sino que en el fondo, era esa
característica lo más admirado del hecho. Visto a la distancia, veinte años
después, en los que el personaje no ha vuelto a asumir la responsabilidad por
hechos que dependen estrictamente de él, al tiempo que sigue manteniendo una
relativa alta tasa de seguidores, dice que ése no es un valor prioritario entre
nosotros los venezolanos.
Mito
Nº 6… La asombrosa vigencia e infalibilidad de Bolívar.
Sin renegar de la importancia histórica de
Simón Bolívar, pretender sacar a los personajes de su circunstancia histórica y
colocarlos en un presente a través de una suerte de sortilegio criogénico,
haría de ellos un especie de bobos queridos a los que comprenderíamos con
ternura como a nuestros abuelos e incluso a nuestros padres cuando intentan
hacer el paso de baile de moda.
Entender la importancia del discurso de
Bolívar en cada uno de sus momentos, por contradictorio que fuese, no nos autoriza
a disfrazarlo de reguetonero con bermudas a media pantorrilla, zapatos sin
trenzas y cachucha a 45 grados.
Mito
Nº 7… Bolívar murió en la indigencia.
Una de las primeras acciones de María
Antonia Bolívar a la muerte de su hermano Simón fue proceder con los trámites
de reparto de la herencia, lo cual indica que ciertamente había bienes a
repartir. De hecho en La Criolla Principal, libro de la historiadora Inés
Quintero se hace un cálculo que se compara a la época actual para dar una idea
del volumen de esos bienes. Si bien es cierto que el Libertador dio muchas
señales de desprendimiento material en su paso vital dedicado como estaba en
sus tareas militares y políticas, también es verdad que su ascendencia era pudiente
y él en consecuencia, aún después de la guerra de independencia, conservaba
buena parte de sus bienes, especialmente gracias al empeño de María Antonia en
protegerlos.
Alguna veces me pregunto cómo sería nuestra
personalidad social si Simón Bolívar se nos hubiera presentado como el exitoso
emprendedor que fue con sus aciertos y sus errores, asimilar la herencia
político-social que nos dejó sin minimizar su procedencia española, blanca,
mantuana, en fin… es que acaso no hizo todo lo que hizo por ser quien era y
tener el origen que tenía.
Mito
Nº 8… La mayoría tiene la razón, el pueblo no se equivoca.
La historia ha
demostrado que cuando una mayoría por esa condición pretende aplastar a la
minoría, nunca ha tenido razón y por otra parte en la Venezuela de 2012 sabemos
que “el Pueblo” no sólo se equivoca sino
que puede hacerlo reiteradamente y en mayoría.
Mito
Nº 9… Estamos en Revolución.
Si hoy se habla de la revolución
informática que a todos, absolutamente a todos, nos ha tocado aunque sea muy
tangencialmente; si Steve Jobs se reconoce como el paradigma del revolucionario
de hoy y es conocido de una u otra manera cómo ejerció su liderazgo y con qué
óptica… Lo lamento por mis amigos que creen en la “Revolución Bolivariana” contrasentido nominal amén de la
antigualla histórica que supone su planteamiento en pleno Siglo XXI.
Me recuerda otro absurdo nominal latinoamericano:
El PRI mexicano: Partido Revolucionario
Institucional.
Mito
Nº 10… Vivimos en Democracia.
La Democracia entendida esencialmente como
equidad no es posible cuando la separación de los poderes públicos no existe.
Los tradicionales Ejecutivo, Legislativo y Judicial y en el caso venezolano,
los revolucionariamente agregados Poder Electoral y el Poder Ciudadano donde
están el Defensor del Pueblo, el Fiscal general y el Contralor, están en
nuestro país bajo el control del Poder Ejecutivo en la mano del Presidente
Chávez. Con excepción del Legislativo, por razones electorales obvias, la
totalidad de los Poderes responden, la mayoría de ellos sin pudor, a las
órdenes y deseos del Presidente de la República.
La verdad es que de creer en el silbón a
creer en que vivimos en democracia mucho tiempo ha pasado pero hemos avanzado
poco.
Nicolás Baselice Wierman.
Noviembre 2012