Lo nuestro ha sido como los matrimonios arreglados desde la
infancia que aún hoy persisten en algunas culturas. Mi abuela se jactaba de
haberme enseñado a leer desde los cinco años y mostraba un papelito donde yo le
había copiado la letra completa de El Relicario, canción que cantaba, según
ella, Pedrito Rico, una suerte de Boy George español de la época del blanco y
negro. No tengo conciencia en la memoria de ello pero hay un documento que lo
certifica… el papelito. Y desde entonces supe que, de solo oirte, podía
dibujarte.
Lo cierto es que, como todo enamoramiento serio, creció desde la admiración y se expresa con respeto y complicidad.
A través de los años y desde la irrupción de las hormonas te
utilicé para atraer o despedir mujeres que creí amar sin darme cuenta de que
siempre estabas tú, y a través de ti la cosa prosperaba o no. Me recuerdo entre
lágrimas, viendo a una de ellas que se largaba y vaciando un closet dijo “estos
álbuNes son míos”… Esos “álbuNes” con esa sonora N puesta en evidencia por el
plural, trocó el guayabo en decepción, secó las lágrimas y se convirtió en Nada
que, por cierto, sí se escribe con N.
Y la vida continuó, y tú siempre presente, aunque ellas
estuvieran, en esos aires adúlteros, pero sobre todo, llenando esos vacíos en los
que ellas, las otras, no estaban.
Aprendí a quererte con tus contradicciones internas que las
tienes como toda hembra que se respete. Me encanta cómo te debates en esas
voces indígenas tan de moda en estos tiempos: Waraira Repano, Wayu, Warao,
escritas con esa “W” nuestra tan foránea pero tan endógena. Esa “W” que usada
en esos nombres, y valga la paradoja, es de pronunciación sajona perfecta entre
nosotros.
Siempre generosa nos inventaste la letra eñe, para que la
usáramos sonoramente y con efusividad cuando se hiciera necesario. Nos la diste
de regalo con ese moño hermoso en la cabeza, de nombre tan castizo que
malagradecidamente nadie recuerda.
Todos te usan, pero hoy pocos te respetan al grado de que
muchos te atropellan, te abusan. Y qué decir de los que te convierten en
mentira para engañar mayorías.
Hoy quiero que te quieran y a la fecha me he convertido en
un defensor de tu integridad. En el metro oigo a los liceístas quienes de
haberlo sabido “fuéramos venido antes”. Como viejito entrometido los corrijo y
les explico que hablar mal es como hacerlo con la boca llena. Los rechazarán en
la entrevista de trabajo así como tampoco les aceptarán la siguiente cita
amorosa y nunca se enterarán porqué.
Contra los bancos, la cibernética y el snobismo de siempre
tenemos que frenar innecesarios verbos como aperturar o accesar. Es duro pero
cuando les digo que tendremos, más temprano que tarde, que aceptar
aperturamentamientos y accesamentares, entienden que eres bella y no necesitas
de cirugías con mala praxis.
El momento político nacional ha hecho de la nuestra, una
relación de amor militante, comprometido. Yo que no soy político profesional y
que ya no estoy, aunque quisiera, para marchas de protesta “sin retorno”, busco
mi terreno de resistencia y lo encuentro en
ti, la palabra. Pido en público no repetir las que el poder mal usa con
carga deformadora y alienante como escuálido, pírrico, o esos femeninos
demagógicos engordadores que implotan tu hermoso cuerpo; ni el estribillo coral
de palabras que a gritos las vacían de contenido como socialismo, izquierda,
democracia o libertad. En la tradición de Orwell, el poder siempre trató de
hacerte instrumento de dominación y convertirte en neolengua “el único idioma
que no sólo no crece sino que se acorta” que limita el pensamiento. Por eso,
parafraseando al poeta, hoy la lengua es nuestro único lecho.
Hay veces que en delirios imaginativos te veo reinando como
cuando le quito la imagen a la televisión y, oh sorpresa, casi invento la
radio. Eres tan comienzo y final que contigo se puede cantar a la vida o
despedirse de ella. Eso me lo contó el suicida por cierto.
Sin ti los conversadores de la Mastretta no existirían,
tampoco los experimentos juguetones de Rayuela, ¡Ave Cortázar!, ni habría cómo
contar el realismo mágico tan preñado de mariposas amarillas. No tendríamos la
cotidianidad divertida de @CorreodelGuaire donde navega el Chunior de Emilio.
Todos dan cuenta de tu omnipresencia y te aman a su manera. Pero yo, como
amante clásico de poema barato, soy el que más te ama.
Y no sé si te amo por solidaria, sería una razón más, porque
siempre estuviste allí. Me acompañaste a despedir a papá “dejando correr sus
cenizas en el río” a bienvenir a mi nieta, la primera descendencia mujer en
años que trajo en la piel “un rosado tal que hubo que agregarlo a la paleta
porque nació ese día con ella” y a desear enamorado “una casa sin rejas donde
se perpetre con impunidad el delito de sus piernas”… Por eso, ante la trillada
elocuencia de una imagen versus las mil palabras, siempre escogeré las palabras
porque con ellas, ordenándolas de diferente manera, cambiando de sitio comas y
puntos e intercambiando sustantivos podría describir muchas, muchas otras
imágenes. De hecho, hoy en día hay místicos cibernéticoposmodernos que creen
que se puede tumbar gobiernos con sólo 140 caracteres.
Acariciarte en mis escribires y saberte al borde del climax
va siendo mi mejor experiencia de vida.
Siempre en ti,
Nicolás, tu otro amante.
PD: ¡Ah! y la prueba es que esta carta, hasta aquí, solo
tiene 929 palabras.