Los venezolanos tenemos personajes entrañables, muy queridos,
que ante la merma de sus facultades, se han retirado de la exposición pública a
la intimidad del hogar y la familia y en algunas fotos posteriores se les ve en
mejores condiciones que al Presidente, hasta jugando dominó y sin embargo no se
les ocurre postularse ni a la junta de condominio porque además no serían elegidos
aunque mantienen su dignidad, el cariño y el reconocimiento intactos.


Es una muy particular muestra de la desinstitucionalización del Estado el hecho de que la fe de vida que lo que nos gobierna presenta sea como las que aparecían en las viejas películas de secuestros en las que el plagiado era fotografiado con un periódico del día para demostrar que estaba con vida para la fecha. Claro, esto sucedía en cintas viejas previas a la era del Photoshop.
A ver, será que hacemos zoon en la foto y tratamos de analizar pixel a pixel para descubrir la ansiada demostración de un montaje. Eso sería un éxito para lo que nos gobierna porque de alguna manera estaríamos dando por buena la situación ilegítima-legal venezolana.
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Como en las elecciones, la trampa no está en las mesas de votación.
El fraude no sólo es previo sino continuado (Ya sabemos, ventajismo, abuso de
poder y un largo etcétera) Así mismo con la firma y la foto, la trampa no está
en la firma sea auténtica o no, la trampa no está en la foto sea real o falsa,
el fraude es anterior, pasa por encima
de esos dos eventos y continua hacia adelante. La situación podría ser tan
eterna como la vida del Presidente o su simulación, según lo determinó el
Tribunal Supremo de Justicia.
Es en ésa es en la que estamos... como en una película vieja.
Nicolás Baselice Wierman.
Caracas, febrero de 2013.
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