No voy a referirme a la ecuación elemental y obvia de que
cuando alguien gana en consecuencia alguien pierde como nos decían de la
energía en física del lejano tercer año. Tampoco en vía inversa y en modo New
Age voy a hablar del ganar-ganar.
A escasas 36 horas de saber el resultado de las elecciones
en Venezuela me voy a atrever a describir lo que observo en lo que se ha dado
en llamar el Chavismo.
La tesis es que la base cree que gana y la cúpula cree que
pierde.
Comencemos por lo último. La dirigencia del chavismo se
planteó desde el principio de cara a estas elecciones una estrategia que debió
irse amoldando a las circunstancias, pero que en todo caso pretendió disminuir
a su oponente desde el presupuesto de que el CandidatoPresidente era imbatible.
Al comenzar los acuerdos para la conformación de lo que fue
posteriormente la Mesa de la Unidad el partido de gobierno, sus voceros y hasta
el Gobierno mismo hablaban de la fragilidad de esa unidad. Que estaba sostenida
con hilos y que las ambiciones particulares no la dejarían fraguar. Pues fue
todo lo contrario. La unidad se concretó, se denominó Mesa de Unidad
Democrática, MUD por sus siglas y el Presidente la llamó Mesa de Ultra Derecha.
La MUD llamó entonces a unas elecciones primarias,
universales, cuyo ámbito de participación era el Registro del Consejo Nacional Electoral. Se
presentaron los candidatos, cada cual con su estilo, en general bien
diferentes. Fue entonces cuando el oficialismo decía que esas primarias no se
darían y que se escogería al candidato en una cúpula cerrada al estilo de la
vieja política. Pero como ya lo sabemos hubo las primarias.
Ante la inminencia de la elección del candidato de la
oposición se hizo una campaña de que sería un fracaso lo cual se sintetizó en
el pronóstico de uno de sus encuestadores más objetivos, para más señas ex
Ministro del Interior quien dijo: “Si la oposición logra convocar a dos
millones de personas a las primarias, podrían pensar en ganar las elecciones
presidenciales”. El resultado: tres millones de votos de los cuales dos
millones se los llevó el ganador de la contienda.
Ya había un contendor con nombre y apellido. Ante semejante
realidad vinieron los ataques frontales. Apelativos que iban desde desabrido
hasta homosexual (Y se dicen paladines de la igualdad) haciendo públicas
consideraciones de que el candidato de la MUD no “despegaba” se basaban en
encuestas, números y otros etcéteras. Perseguían con esto la desmoralización,
no sólo de los electores, sino la del candidato mismo. Al propio tiempo hicieron
circular la especie de que el candidato sería sustituido por otro de más garra
de un plumazo. Y he aquí que las convocatorias de calle se comenzaron a hacer
inocultables.
De “la nada”, que fue como lo llamó el PresidenteCandidato
en la más rancia tradición de la deshumanización fascista, pasó a ser el tema
preferido en sus discursos, tanto de campaña como de gobierno. Y era que el
Programa del candidato opositor era tan concreto que desnudaba todos los
incumplimientos del Gobierno y lo convertía en un programa demasiado bueno y
comprensible por lo sencillo y de “este mundo”.
El siguiente paso fue un tácito reconocimiento de la calidad
de la oferta opositora. Ahora el CandidatoPresidente sostenía que el programa
opositor no era ése sino otro que él tenía consigo y lo llamó el “Paquetazo”
para asimilarlo al mal recuerdo del Paquete económico del Presidente Pérez.
Llegaron los episodios conocidos como “saltos de talanquera”. Algunos políticos de oposición (y a decir verdad todos ex chavistas), algunos de ellos hasta perseguidos por este Gobierno se
hicieron voceros del Paquetazo fantasma. Mucho ruido, dicen que mucho dinero,
pero parece que poca efectividad. Y es que cualquier mortal prefiere creer lo
una persona le dice directamente antes que lo que otra manda a decir de éste.
Esta etapa de lo que se llamó “Guerra Sucia” incluyó
grabaciones y videos. El más sonoro el
de un aspirante a Alcalde de la
corriente opositora y cercano al candidato donde se le atrapó recibiendo dinero
de un empresario afecto al Gobierno. Más allá de que el acto no configuraba
delito alguno, ciertamente era éticamente reprobable. El resultado,
inmediatamente el candidato declaró en televisión la separación del acusado de
su comando de campaña. Quien lea esto fuera de Venezuela dirá: “pero lógico”.
Resulta que aquí se practica la solidaridad automática que en política se
traduce en alcahuetería. Ver al candidato reponder de inmediato de esa manera y
evidentemente molesto sorprendió hasta al Comandante Presidente que le dijo “eso
no se hace”. Obviamente esperaban que el candidato cargara con esa rémora,
antes por el contrario, ascendió un escalón en la credibilidad.
Continuaron los discursos desnudadores y (como diría Serrat)
desdudadores en las concentraciones en cada ciudad y pueblo al final de la
campaña lo que llevó al candidato oficial a reconocer sus deficiencias al grado
de decir a la gente que no importaba que no tuviera luz, que hubiera huecos en
la calle, que no le recogieran la basura, que lo que importaba era la
Revolución.
En definitiva, la estrategia de preconfiguración de un
oponente a su imagen, semejanza y conveniencia nunca cuajó. El otro candidato nunca le dio el
gusto, nunca perdió el foco.
Una imagen que vale oro: el CandidatoPresidente en su última
entrevista en televisión antes de cerrar la campaña reconocía su ineficiencia poniendo el
ejemplo del Bus Caracas, proyecto que se inaugura con años de retraso, incompleto y a un costo
más de tres veces mayor a sus similares en el mundo. Y así como prometió unos
días antes que "a partir del 8 de octubre iba a ser un mejor Presidente, un
mejor compañero", ese día ofreció el Ministerio del Poder Popular para el
Seguimiento de las Promesas.
Por todo esto en la cúpula creen que pierden.
Por otra parte el pueblo llano del chavismo, lo que llaman
la base, cree que ganan. Cuando uno escucha las razones de porqué votarían por
el Presidente encuentra que ciertamente el mensaje que se transmite en los
medios de comunicación del gobierno y en muchas de las cadenas de radio y
televisión conforman una realidad en la que creen. Es su realidad.
Una joven de 23 años miraba con recelo a los partidarios de
la oposición que viajaban en el metro el día del cierre de campaña. Ella decía
recordar el golpe del año 2002. Recordaba a sus 13 años a la gente en la calle
clamando por su Presidente. Le parecía un pecado inmenso que el candidato
opositor, Alcalde en esa oportunidad, hubiera asaltado un Embajada durante los
sucesos. Suerte de mito del que dicho sea de paso, había sido absuelto desde los
tribunales de justicia. Para ella la historia comienza a sus 13 años y se
afianza en la que al poder le interesa contar. Lo que esta joven no recuerda es
que esa historia comienza justo cuando ella tenía tres añitos. Es cuando el actual
PresidenteCandidato asalta un País completo con muertos y heridos en dos
intentos de golpe cruentos pero fallidos en los que la cobardía prepotente se
enseñorió.
El mensaje oficial no está destinado a ganar adeptos porque sabe que ya no suma, sino a mantener un mercado cautivo de electores. Que los seguros no migren a otras opciones. No obstante la baja sintonía de los medios de comunicación oficiales, hay que reconocer que hay una fidelidad sostenida y en esa audiencia el mensaje ha calado. Creen todo lo que le cuentan de la oposición y su candidato y evita la migración. La historia comienza el 4 de febrero de 1992 y la gesta ha sido heroica haciendo realidad el empoderamiento del pueblo que necesita un gobierno eterno que lo tutele.
Lo dicho, ésa es su realidad y por eso la base cree que
gana.
Nicolás Baselice Wierman.
@nbaselice en twitter
Instagram @nbaselice
Caracas, octubre 2012.
Nicolás Baselice Wierman.
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Caracas, octubre 2012.