¡Feliz fin!... porfa… tengo una reu…
¿Se han fijado como hemos ido sintetizando el lenguaje
cotidiano?, ¿Han notado que la gente cada vez corta más las oraciones
prescindiendo de algunos de sus elementos?
En algún momento, hace ya un buen tiempo, escuché a alguien
dar la hora: “cinco pa´ocho”. Todavía me golpea ese modo.
Últimamente al pagar con algún medio electrónico el operador
le dice al usuario: “Ingrese clave” sin siquiera un “por favor” amable, pero lo
que más me llama la atención es la supresión del artículo, una sílaba, un
simple y aglutinador “la”. ¿Que cuál es la razón? Ahorro, flojera, desprecio,
superioridad, ignorancia… en fin ¿todas las anteriores?... no lo sé.
Pero si nos damos cuenta estamos rodeados de esa supresión
del artículo. Sí, observe con cuidado y notará que forma parte de un argot seudotécnico
que hace de cualquier frase una declaración de superioridad profesional, de una
distancia del tipo usted allá y yo aquí, en definitiva segregador.
A ver, el odontólogo cuando se dispone a preparar una corona
le dice al paciente “primero tallo en mano y luego en boca” sonaría muy poco
profesional tallar en la mano o en la boca.
El administrador dice:
“Reviso en libros y te informo vía mail”
El ingeniero ensambla en planta, el bioanalista verifica en
laboratorio y el médico entra a quirófano.
Los operadores del Metro de Caracas, cuando algún tren se
detiene más tiempo de lo normal, nos explican por el sonido interno “Dentro de
pocos instantes continuaremos movimiento” no sólo se elimina el artículo sino
que la expresión en sí parece dirigida a un grupo de operadores del Metro
jubilados en viaje de verano. ¿No sería más ajustado y amable (y sí, menos
técnico) decirnos a los mortales transportados: “Dentro de pocos instantes continuaremos
el recorrido”?
En 1984, la
famosa novela de ficción de George Orwell acerca del totalitarismo, el tema de
la lengua es escalofriante. Se diseña un idioma nuevo que en la traducción al
español se llama neolengua, cuyo
objetivo es “limitar el alcance del
pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente” . En uno de sus
diálogos se lee: ¿No sabes que la
neolengua es el único idioma del mundo cuyo vocabulario disminuye cada día?
En el caso de 1984
la estrategia era eliminar primero verbos y adjetivos con la mira puesta en
cientos de sustantivos. Esa era la ficción. Nosotros en contrario aumentamos
absurdamente los verbos (aperturar y accesar) o engordamos textos con el
femenino inclusivo "políticamente correcto". Este es el método de
la implosión de la lengua.
Otra manera es vaciar de contenido las palabras por
repetición infinita mediante su aplicación a todo tipo de situaciones por
absurdas y contradictorias que parezcan. Ejemplos sobran: Paz, democracia,
libertad, socialismo y socialista, bolivariano y un largo etcétera. Este es el
método del vaciado en frío.
Cuando el poder modelador cambia el significado de las
palabras y las cultiva en la ignorancia (iba a decir popular pero no, es más
generalizado que eso) por ejemplo pírrico, escuálido, oligarca… está aplicando el método Torre de Babel, sólo
que en este caso hablamos el mismo idioma pero no nos podemos entender.
En Venezuela todos estos métodos están en marcha pero si la manera de hablar sin el artículo se extiende tendríamos automáticamente una voz imperativa, autoritaria. No es lo mismo bajar la cabeza ante la petición “baje la cabeza” que ante la voz ¡baje cabeza!.
Lo dicho, cuestión de estrategia. El Gran Hermano de la
novela de Orwell perseguía el control total de la sociedad y sus ciudadanos a
través del lenguaje entre otros elementos. Esta vía de la supresión del
artículo es más corta y la ecuación es: el que habla es imperativo, el que escucha obedece y el
que obedece al imperativo no piensa.
Si al hablar y escribir recortamos al grado de
desnaturalizar lo dicho y por decir, hacemos el camino más fácil a todo surgimiento
de experimentos adocenadores que
desdibujan el perfil del individuo soberano para convertirlo en los eternos
pueblo y masas a los que, mire usted, los líderes les hablan a gritos en
mítines y a través de medios multiplicadores de difusión.
Cuando reclamamos por una oración de sintaxis particular en la que además se incluyen palabras con significados erróneos, y la justificación es: “Bueno, pero tú me entendiste” al aceptarla, porque además es cierto, ya hemos caído en la trampa.